Carlos y Camilla de Inglaterra, su intensa vida: su infancia
Tu revista Pronto quiere recordar con sus lectores las vidas de los nuevos reyes británicos, dos existencias paralelas y llenas de dificultades que acabaron unidas por un gran amor
A partir de esta semana tu Revista Pronto te ofrece un coleccionable para recordar contigo las vidas de los nuevos reyes británicos, dos existencias paralelas y llenas de dificultades que acabaron confluyendo gracias al gran amor que se profesan desde hace más de 50 años.
En el primer capítulo te contamos que Carlos y Camilla crecieron en el mismo círculo, pues, aunque los padres de la actual reina no tenían título propio, descendían de dos familias aristocráticas de rancio abolengo que se relacionaban habitualmente con la realeza.
Su padre, Bruce Shand, era mayor de la compañía de Lanceros y su madre, Rosalind Cubitt, era hija del tercer barón de Ashcombe y de Sonia Keppel, de quien se decía que era hija ilegítima del rey Eduardo VII y su última y más conocida amante, Alice Keppel, lo cual, de ser cierto, significaría que Carlos y Camilla son primos lejanos.
Feliz infancia en las fincas de Windsor y Balmoral
Carlos se crió alejado de sus padres, porque, siguiendo la tradición, el príncipe y sus hermanos sólo veían a los adultos de la familia un par de veces al día, como mucho, por eso disfrutaban enormemente de sus estancias en las fincas de Windsor y Balmoral, donde compartían más tiempo con la futura Reina Isabel y su marido en plena naturaleza.
Por contra, Camilla creció muy unida a los suyos, pues la familia de la actual reina disfrutaba de una vida tranquila y feliz en la campiña de Sussex, donde los Shand tenían una relación muy estrecha con sus hijos, algo poco habitual en la época entre las clases más altas de la sociedad.
Ambos conocieron los castigos físicos
Tanto el actual rey como su esposa, conocieron lo que eran los castigos físicos en cuando asistieron al colegio, pues ambos fueron a centros exigentes donde era habitual pegar a los alumnos que se portaban mal.
Como Camilla era tan sociable, recibió más de un azote por hablar, pero según sus compañeras, nunca lloró. En cambio, su marido vivió una de las etapas más terribles de su vida en el internado de Gordonstoun, a donde lo envió su padre para fortalecer su carácter y donde padeció la brutal disciplina de sus profesores y el despiadado desprecio de sus compañeros.
No te pierdas estas apasionantes vidas cruzadas en tu revista Pronto.