Isabel II: las fotos más emotivas de su último viaje
Cientos de miles de personas despidieron en Londres a la monarca más longeva del Reino Unido, una figura casi maternal cuya ausencia les ha dejado un poco huérfanos
En Balmoral empezó todo. Allí los Windsor se reunieron en busca de consuelo y compañía tras el adiós, el jueves 8 de septiembre, de la matriarca del clan, la mujer que durante siete décadas ha formado parte de la vida cotidiana de todos los británicos, Isabel II.
Quién sabe si durante los días que pasaron allí, Carlos y Camilla, Andrés, el príncipe Eduardo y su esposa, la princesa Ana y su marido y sus hijos rindieron tributo a la querida Lilibeth recordando su vida, sus anécdotas y las vivencias que compartieron, emocionándose, llorando y tal vez sonriendo, con la intención de exorcizar al olvido. Que la mejor manera de mantener vivos a los seres queridos que nos dejan es hablando de ellos.
Pero poco tiempo tuvieron para ese duelo compartido, ya que el reloj corría y debía ponerse en marcha el exigente y complejo protocolo para enterrar a la reina Isabel II, la abuela de los británicos.
Operación Unicornio: de Escocia a Londres
Dos días después del deceso de la soberana, su hijo Carlos protagonizó en el palacio de St. James de Londres su nombramiento como nuevo rey, y, después, se activó la operación Unicornio para trasladar los restos mortales de Isabel II desde el castillo de Balmoral a Londres, pasando por Edimburgo y la residencia real de Holyroodhouse.
Y si las exequias de la reina comenzaban así su viaje final –para ser enterrada el 19 de septiembre en Windsor junto a sus padres, el rey Jorge VI y la reina madre, su marido, Felipe de Edimburgo, y su hermana, Margarita–, el rey Carlos III y la reina consorte iniciaban también un periplo por las capitales de las cuatro naciones británicas, Inglaterra, Escocia, Irlanda del Norte y Gales.
En todas ellas han recibido las condolencias de sus parlamentos y del pueblo, compungido y huérfano de su reina más querida y la única que muchos han conocido.
Andrés, el único hermano sin honores militares
En Edimburgo tuvo lugar el primer gran acto fúnebre cuando el féretro de Isabel II fue trasladado desde Holyroodhouse hasta la catedral de St. Giles, en una solemne marcha a pie, encabezada por el rey y sus hermanos, los príncipes Ana, Eduardo y Andrés, el único que iba sin uniforme, ya que su madre le despojó de sus honores militares por su implicación en el turbio y escandaloso caso Epstein.
A su llegada al templo escocés, les estaban esperando sus parejas, la reina consorte, Camilla; Timothy Laurence y Sophie Wessex, para asistir a una misa solemne.
La conmovedora Vigilia de los Príncipes
En la catedral y durante 24 horas, se instaló la capilla ardiente de Isabel II para que los escoceses pudieran despedirse de la monarca.
Además, en ese mismo escenario tuvo lugar la llamada Vigilia de los Príncipes, una conmovedora tradición que tiene su origen en 1936, cuando murió Jorge V, el abuelo de Isabel II.
Entonces, cuatro de sus cinco hijos –uno de ellos, Juan, ya había fallecido– hicieron guardia en la capilla ardiente del monarca, una vez que ésta se cerró al público. La costumbre permitía asistir a este acto de recogimiento sólo a los descendientes varones del rey, pero en esta ocasión la tradición ha cambiado, ya que, aparte de Carlos, Andrés y Eduardo, también estaba en la catedral, velando a su madre, la princesa Ana.
Fue ella quien, al día siguiente, martes y 13, acompañó al féretro de la reina, de madera de roble y revestido en plomo, a Londres, a bordo de un avión del Ejército del Aire (RAF).
"El respeto de la gente ha sido un ejemplo de humildad"
En la capital británica, Isabel regresó por última vez a su hogar, el Palacio de Buckingham. "Ha sido un honor y un privilegio acompañarla en su último viaje", aseguró su hija Ana en un comunicado. "Ser testigo del amor y el respeto de la gente ha sido un ejemplo de humildad y una experiencia edificante al mismo tiempo", añadió.
El enfado de Carlos III en Belfast
En el trayecto hasta el que ha sido escenario de gran parte del reinado de Isabel II, el féretro estuvo acompañado por decenas de miles de personas que, bajo una fina lluvia, aguardaron su llegada, pertrechadas con paraguas, anoracs, sillas plegables, termos de café, bocadillos... y la determinación de dar su último adiós a Isabel II.
Por su parte, el rey y la reina consorte se desplazaron hasta Belfast, en Irlanda del Norte, para continuar con su periplo por las cuatro naciones británicas. Y allí, en una recepción en el castillo de Hillsborough, Carlos protagonizó otro de sus enfados (el primero fue en St. James, durante su nombramiento, cuando, molesto, ordenó a un asistente que retirara los tinteros de la mesa en la que estaba firmando).
"¡No puedo soportar esta maldita cosa!"
Tras mantener una audiencia con los representantes políticos de Irlanda del Norte, Carlos III se quejó de la estilográfica que estaba usando, también para la firma de unos documentos, que le manchó de tinta los dedos.
"¡Oh Dios, odio esto!", exclamó airado, antes de levantarse como un energúmeno y añadir: "¡No puedo soportar esta maldita cosa!". Acto seguido, salió de la sala hecho una furia, dejando a Camilla –cuyo apellido Parker, es, casualmente, el de una conocida marca de plumas estilográficas– firmando sola, aunque impasible, los papeles (que, a diferencia de su esposo, no perdió).
En esta visita hubo momentos más relajados, como cuando los nuevos monarcas, mostrando cierta proximidad, estrecharon manos entre el público que se acercó a Hillsborough y Carlos, algo emocionado, charló con una joven que tenía en sus brazos un corgi, la raza de perro preferida de Isabel II.
El esperado reencuentro de Guillermo y Harry
Al día siguiente, la foto de la jornada fue la de la procesión fúnebre que acompañó el ataúd real desde Buckingham hasta Westminster Hall, la sala más antigua del Parlamento británico. Allí permaneció cuatro días, sobre un majestuoso catafalco, custodiado por soldados de las unidades al servicio de la Casa Real, uno de los cuales cayó desplomado durante una de las guardias al sentirse indispuesto.
El cortejo que escoltaba la carroza con el féretro estaba formado por Carlos III, la princesa Ana y los príncipes Andrés y Eduardo, seguidos por Guillermo, de uniforme, y Harry, con chaqué. Sus parejas se repartieron en coches oficiales para encontrarse con ellos a la entrada de Westminster.
Los dos se llevaron gran parte de la atención a causa de las tensiones que han vivido últimamente. Sin embargo, a consecuencia de la muerte de su abuela y de este obligado reencuentro, se ha abierto la posibilidad de una reconciliación.
Desde el palacio de Kensington, residencia de Guillermo y Kate, han insinuado que el nuevo príncipe de Gales está dispuesto a dejar atrás sus diferencias y trabajar para recuperar su relación fraternal. "Es, sin duda, un momento significativo en la historia de la relación entre los dos hermanos", comentó la misma fuente.
Posible acercamiento entre hermanos
No sabemos si los hijos de Carlos estarían reflexionando sobre su acercamiento o no mientras formaban parte del cortejo, porque, a buen seguro, les vino a la memoria que hace 25 años, en medio de un inconmensurable dolor, también caminaban detrás de un féretro, cubierto por la misma bandera, el estandarte real, aunque en aquella ocasión se trataba del ataúd en el que reposaban los restos de su madre, Diana de Gales.
Hasta las 6.30 de la mañana del lunes 19 de septiembre, día del funeral y del viaje final de Isabel II hasta Windsor para ser enterrada, pasaron por Westminster Hall más de medio millón de personas para presentar sus respetos a la soberana, después de hacer colas de hasta 7 kilómetros y 20 horas. Todo por la reina.