Su inesperada muerte, el pasado 5 de mayo a consecuencia de un cáncer de pulmón del que muy pocos tenían noticia, ha sido un mazazo para una sociedad, la española, que consideraba a José María Íñigo como uno de los grandes maestros e innovadores de la radio musical y la televisión del entretenimiento. Para los más jóvenes, Íñigo era la voz de Eurovisión (desde 2011 hasta 2017), pero para los que ya peinan canas este periodista de frondoso bigote era la estrella televisiva que hacía programas con entrevistas a personajes de actualidad (los exitosos «Directísimo» o «Fantástico») y con momentos tan impactantes y recordados como aquel en el que Uri Geller doblaba cucharillas con el poder de su mente, un bombazo televisivo que en 1975 congregó ante las pantallas de TVE a más de 30 millones de españoles.
Los amigos y admiradores de este bilbaíno de inconfundible voz y bigote que, pese a sus 75 años, seguía al pie del cañón, sin haber contemplado nunca la posibilidad de dejar de trabajar en algo que le entusiasmaba, le dieron su más sentido adiós.