Ana Obregón: la bonita historia de su padre, de limpiar pocilgas a ser un exitoso empresario
Antonio García, el padre de Ana Obregón, ha vivido una larga y apasionante vida. El empresario ha fallecido recientemente, a los 96 años
Con la muerte del padre de Ana Obregón a la edad de 96 años, no solo la actriz y bióloga ha perdido a su padre... el resto hemos perdido a uno de los mejores constructores que ha tenido este país. Antonio García Fernández fue el constructor y promotor, entre otras cosas, de la exclusivísima urbanización de La Moraleja, en Madrid, el primer gran refugio de los famosos que buscaban la máxima intimidad a mediados del siglo XX.
Pero Antonio García no se crió precisamente en el ambiente acomodado en el que más tarde vivió: durante la guerra civil, con solo 12 años, tuvo que desempeñar diversos trabajos para colaborar con la economía de su hogar: desde limpiar pocilgas a ser el chico de los recados en una tienda. Siendo apenas un adolescente, compaginaba su trabajo de día con su formación de noche y, en poco tiempo, se llegó a graduar con honores como delineante proyectista. Su primer trabajo fue de calcador, de ahí pasó a ser aparejador para, finalmente, convertirse en arquitecto técnico.
Apenas pasados los 20 años, conoció a Ana María Obregón, hija del acaudalado empresario Juan Obregón, y su vida dio un giro de 180 grados.
Antonio García y Ana Mª Obregón formaron una preciosa familia
Antonio fue más que bienvenido en el hogar de los Obregón, y fue precisamente su suegro quien le ayudó a fundar Jotsa, su primera inmobiliaria. En ella, ambos eran socios al 50% y Ana María ejercía las labores de secretaria.
Mientras el padre de Ana Obregón crecía laboralmente, su familia también se multiplicaba. El matrimonio tuvo cinco hijos: Ana, Celia, Amalia, Javier y Juan Antonio, a quien a día de hoy todos siguen llamando Juancho. Los siete vivían en un coqueto piso en el centro de Madrid.
Antonio siempre fue muy estricto con la educación de sus hijos, y en un principio no le sentó nada bien que Ana se decantase por ser actriz. "Al principio lo llevaba mal, pero como empresario y como trabajador soy muy realista y vi que no había nada que hacer. Era mucho más fácil el ayudar a mis hijas en el camino que habían emprendido que el enfrentarse con ellas. No me disgusta que me conozcan como el padre de Ana Obregón, al contrario, en cierta forma me alegro del éxito de mis hijos", declaraba al diario ABC, en una de las pocas entrevistas que concedió en vida.
La Moraleja: su gran "pelotazo" inmobiliario
Corría el año 1969 cuando a Antonio García le llegó la gran oportunidad de su vida: la opción de compra del 95% de las acciones de Niesa, empresa propietaria de los terrenos de lo que hoy es La Moraleja, antiguamente una finca privada de 1.150 hectáreas propiedad de José Luis de Ussía y Cubas, uno de los mejores amigos de Juan de Borbón, padre del rey Juan Carlos I.
El empresario no se lo pensó dos veces, y se asoció con otras dos empresas para reunir el elevado capital necesario: 700 millones de pesetas de la época. "Teníamos muy claro que era la ubicación perfecta porque el desarrollo de la capital miraría al norte", declaró entonces el padre de Ana Obregón.
Así, Antonio García se convirtió en el artífice de la entonces urbanización más lujosa de Madrid, donde ha vivido siempre con su familia y donde, actualmente, siguen viviendo sus cinco hijos. Además, en 1973 construyó y fundó el club de golf de la urbanización, cuya bandera ondeó varios días a media asta tras su muerte.
El grave azote de la crisis
El 2011 fue el primero de los annus horribilis en la familia Obregón. Unos años antes de que Ana empezase a vivir la peor época de su vida, marcada por la muerte de su hijo en 2020, la de su madre en 2021 y la de su padre en 2022, la familia García Obregón vivió una profunda crisis financiera: tuvieron que declarar suspensión de pagos en varias de sus empresas, un asunto que los llevó al juzgado y al que, finalmente, respondieron con su patrimonio.
Así, la familia tuvo que deshacerse, entre otras valiosas posesiones, del cuadro 'Las tres hermanas en la playa', de Joaquín Sorolla. Pero el clan ha sabido mantenerse unido hasta el final, tanto en los buenos como en los malos momentos.
Ahora, a los hermanos les toca apoyarse los unos a los otros, como ya han demostrado que hacen. Y si hay alguien en quien se están volcando especialmente es en Ana, cuya familia está muy preocupada por su estado anímico tras recibir muy seguidos los tres mayores golpes de su vida.