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Elena de Borbón: así es su vida, 15 años después de su ruptura matrimonial

El tiempo pasa que vuela y ha pasado mucho desde que la Infanta y Marichalar anunciaron "el cese temporal de su convivencia", que de temporal no ha tenido nada

La Infanta trabaja en la Fundación Mapfre.

Redacción

En esta sección, Peñafiel analiza cada semana a los personajes más fascinantes del mundo del corazón y cuenta historias y anécdotas, muchas de las cuales vivió en primera persona.

La infanta Elena ha sido siempre una apasionada en amores. Creo, sin temor a equivocarme, que el jinete sevillano Luis Astolfi fue su primer novio y el gran amor de su vida. Empezaron su relación en 1984, pero rompieron dos años después, cuando Luis le confesó que no se veía capaz de afrontar la vida pública que requería su noviazgo.

Por ello y por otros fracasos sentimentales, en 1987, aprovechando un concurso hípico, Elena viajó a París, donde, ¡oh casualidad!, conoció a Jaime Marichalar. Lo más importante es que se trataba de un joven con una biografía limpia de escándalos, sin noviazgos y con varios títulos nobiliarios en su familia. Jaime era el candidato ideal para convertirse en esposo de doña Elena. Y así fue.

Marichalar fue su Pigmalión

El 18 de marzo de 1995, la Infanta entró en la catedral de Sevilla del brazo de su padre, el rey Juan Carlos, para unirse en matrimonio con Marichalar. Yo, que fui testigo de la boda, recuerdo a aquella novia temperamental, que sacó algo de su genio, mezclado con los nervios, porque al novio se le olvidó levantarle el velo durante la ceremonia. Pero Jaime transformó a la Infanta en una esposa enamorada y también, en una de las mujeres más glamurosas de España.

Sin duda alguna, él fue su Pigmalión. Además, la hizo madre de dos hijos, el polémico Froilán y Victoria Federica, a la que nos referiremos más adelante. Sin embargo, Jaime no le dio la felicidad.

Doña Elena y Jaime se casaron en 1995.

Tras el ictus, la infanta siguió a su lado

Dicen que cuando su exmarido sufrió un infarto cerebral, en diciembre del 2001, el matrimonio ya estaba muy deteriorado. Y es que los Duques de Lugo tienen caracteres muy diferentes: a él le gustaba la "jet-set" y salir, y a ella, madrugar para ir a entrenar con sus caballos y quedarse en casa.

Sin embargo, tras el ictus, que a Jaime le dejó secuelas en el lado izquierdo del cuerpo, la Infanta decidió seguir a su lado. De poco sirvió. Porque, para no hundirse, Marichalar comenzó a desarrollar una actividad frenética, como una huida hacia adelante, alejándose de su esposa.

La llegada de sus hijos, Froilán, en 1998, y Victoria Federica, en el 2000, fue recibida con gran alegría por la pareja.

Me hubiera gustado que la separación de los Duques se hubiese desarrollado sin palabras de reproche ni gestos de amargura. Pero fue imposible. Con una frialdad que asombra, Elena cogió a sus hijos y se marchó del tríplex que habían compartido en el barrio de Salamanca. La vida con Jaime la estaba ahogando. Después, en noviembre del 2007, en un comunicado célebre, la Casa Real anunció "el cese temporal de la convivencia" de la pareja, una frase hipócrita que pretendía enmascarar la realidad de su separación y futuro divorcio.

Muy decepcionado con la actitud de Victoria Federica

Superado el mal trago del fin de su matrimonio, la Infanta inició una nueva etapa y, en el 2008, comenzó a trabajar como directora de Proyectos Sociales en la Fundación Mapfre. Hoy, acude casi a diario a sus oficinas y compagina este trabajo con su pasión, la hípica, que la lleva a pasar muchos fines de semana en Sevilla, para participar en concursos ecuestres y ver a sus amigos.

Al margen de su día a día, Elena tiene ahora algunos quebraderos de cabeza provocados por su hija, Victoria Federica. He de reconocer que ha sido la gran decepción de mi vida. Siempre creí que la joven iba a ser, al menos, diferente a su hermano Froilán. ¡Parecía tan cariñosa con su abuelo Juan Carlos!

La infanta es una apasionada de la hípica.

Enfadada con su hija, que ha dejado los estudios

Después de debutar como modelo e influencer en varias publicaciones, acaba de asegurar en 'In Style' que tiene "un estilo propio" y "un gusto personal bastante definido". De lo que no hay duda es que la joven tiene claro quién es y el lugar que ocupa y del que se aprovecha a sus 22 años.

Se ha convertido en la "instagramer" más mediática de la Familia Real, y eso que, como dice, ahora está "en una etapa de aprendizaje". Miedo da. Y a su madre, sobre todo, le causa una honda preocupación, escandalizada por la vida que lleva y por sus amores, taurinos o no.

Desde que su hija es "influencer", la relación de la joven con su madre es mucho más complicada.

Y lo que más enfada a Elena es que Victoria Federica no sólo no se comporta como debiera, siendo hija de quien es, sino que se aprovecha de su situación. Tanto, que se ha alejado de las aulas de márketing del College for International Studies (CIS), la prestigiosa universidad americana con sede en Madrid. Al parecer, los estudios son incompatibles con su vida de influencer. ¡Qué pena me da ella y qué pena me da su madre!