Las verdades de Jaime Peñafiel: "Mis encuentros con Mila Ximénez"
La conocí el día de su boda con Santana, y, aunque no era periodista, la prensa le salvó la vida. Fui testigo de sus inicios, de su caída y de cómo "Sálvame" la consagró
Lo malo de vivir muchos años es que te vas convirtiendo en testigo de la desaparición de gran cantidad de personas que conoces. Y lo que es más doloroso, de personas a las que aprecias, admiras o incluso quieres.
Mis encuentros con Mila Ximénez a lo largo de los años han sido frecuentes. Muchos de ellos de talante profesional. Otros, ocasionales. Pero todos dejaron en mí un grato recuerdo de ella.
La primera vez que la vi fue en 1983, el 9 de febrero, y ella iba vestida de blanco, con un traje de novia del diseñador Tony Benítez. Era el día de su enlace matrimonial con el tenista Manolo Santana, viejo amigo mío, que no le dio la estabilidad emocional que buscaba.
A diferencia de todas las bodas, en las que es la novia quien suele retrasarse, en esta ocasión fue al revés y muchos temimos, por unos minutos, que el futuro marido dejara plantada a la novia, ya que su retraso superaba todo lo imaginable. Pero hubo una razón, y muy sencilla: se había equivocado al tomar la salida de Madrid a Villalba, en cuyo juzgado se celebraría la boda civil.
El viaje de novios fue extenso, ya que recorrieron varios países, disfrutando de un amor que, no obstante, iba a ser breve. Porque, aunque parecía ser un matrimonio por amor, lo único bueno que le proporcionó fue el nacimiento de su hija, Alba, el 15 de abril de 1984, y, en diciembre de 1986, la pareja se separó. Me acuerdo muy bien de las palabras de Mila para explicar aquella ruptura: "Cometí el error de querer vivirlo todo mientras estuve con él. Gran parte de la culpa fue mía. Manolo me hacía sentir libre, pero yo gestioné mal aquella libertad".
Creo que su problema fue que los dos arrastraban un pasado, ya que Manolo venía de una relación rota, con su primera esposa, Fernanda Dopeso, que no había superado, y Mila, de otra, pues, anteriormente, y con unos inexpertos 18 años, se enamoró de un médico mayor que ella y que estaba casado.
"Mi encuentro con ella en Granada"
Tras su ruptura matrimonial con Santana, comenzó la cuesta abajo en la rodada de su vida, ya que el fracaso de esta relación provocó en ella un efecto de vacío que la empujó a una serie de relaciones tóxicas, la peor, con mucho, la que vivió con Antonio Arribas, con el que tocó fondo en el mundo de las drogas.
La falta de trabajo y los problemas económicos le llevaron a perder la custodia de su hija. Fue en aquella época cuando yo me la encontré en Granada, en un estado lamentable, acogida en casa de su hermana Encarnación, dándome cuenta de lo mal que se encontraba.
Aunque Mila no era periodista, el mundo de la prensa le ayudó a salir de ese terrible pozo en el que se encontraba. En 1986 comenzó a colaborar con "ABC", en una sección especialmente creada para ella con el título de "Café con Mila", donde se encargaba de hacer minientrevistas a famosos, aristócratas, como la duquesa de Alba; gentes de la farándula, de los negocios y la cultura.
Colaboradora en la revista que yo dirigía
Ese mismo año entró a colaborar en "La Revista", de la que yo era director. Allí tenía el cometido de realizar entrevistas junto con Rafael Anson, en una sección de gastronomía, en la que también había trabajado otra famosa de la época, Marta Chávarri. Y volví a coincidir con ella en la Cope, en el programa de Encarna Sánchez. Mila fue parte importante del círculo más cercano de la famosa locutora. ¡Hasta le regaló un Mercedes! Yo, de esa relación de la que tanto se ha hablado, sólo diré que pienso que fue una amistad envenenada que las llevó a acabar siendo "enemigas íntimas".
No puedo negar que, cuando la conocí, Mila tenía un gran encanto y una valiosa espontaneidad, pero su camino, lo he dicho, tomó otros derroteros, hacia profundidades poco recomendables. Sin embargo, la vida le dio otra oportunidad. A juicio de Mila, Raúl Prieto, responsable "Sálvame" y de "La Fábrica de la Tele", "fue el salvador de mi vida". Él le abrió las puertas al estrellato televisivo gracias a programas como "Sálvame".
En ese espacio, de nuevo, coincidí con ella. Había recuperado toda su espontaneidad y su genio, que lo tenía, y se hizo famosa por no tener pelos en la lengua y por despacharse a gusto con todos aquellos que la odiaban o la criticaban. Fue siempre un valor seguro e imprescindible en el programa porque, puedo asegurarlo, con ella, todo podía suceder, desde una bronca hasta una broma que hiciera estallar al público y a su interlocutor en una lluvia de carcajadas.
Vulnerable como nunca la había visto
Recuerdo que la pasada Navidad, su hija, Alba, la llamó en directo al programa desde Ámsterdam, donde vive con su marido y sus hijos. "Aunque ha sido un año muy difícil, me he sentido más cerca de ti que nunca. Y juntas de la mano, poco a poco, vamos a poder con los obstáculos que tenemos delante", le dijo. Tras escuchar aquel mensaje, Mila se permitió algo que ha hecho pocas veces, que su corazón se derrumbara ante las cámaras sin ocultar su vulnerabilidad, que tan humanos nos hace a todos.
Meses antes, cuando anunció que tenía un tumor, lo explicó de manera muy diferente, cabreada. "A mí, un tumor de mierda no me va a parar la vida ni de coña", dijo. Pero la enfermedad no ha respetado su lucha y el pasado 23 de junio todos lamentamos su triste desaparición.