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Paz Padilla: El año más doloroso de su vida

La sonrisa se desdibujó temporalmente del rostro de Paz, que tuvo que hacer frente a la pérdida de su madre y de su marido

Anna, la hija de Paz, se ha convertido en el mayor apoyo de la presentadora.

J.C

En el quinto y último capítulo dedicado a la vida de Paz Padilla, repasamos el año más doloroso de su vida, en el que perdió a su madre, al amor de su vida, Antonio Vidal, y a su suegra. Tres durísimos mazazos que la artista ha podido encajar gracias al apoyo incondicional de su hija, Anna, que no se ha separado de su lado.

Lo cierto es que, a veces, la existencia se oscurece. Es tan incierta, que la felicidad que nos regala debe aprovecharse en el momento en que se presenta. De forma instintiva, Paz Padilla siguió este pensamiento tan sabio desde que su vida se cruzó de nuevo con la de Antonio Vidal en el 2012. Tal vez su alma intuía que la alegría de aquel romántico reencuentro iba a ser más efímera de lo esperado.

Antonio Vidal y Paz Padilla vivieron una intensa historia de amor

Los años que Cupido quiso regalarles, los dedicaron a recuperar el tiempo que les robó el destino, tras separarse a finales de los 90. Compartieron con una intensidad inusitada aficiones, viajes, risas, un amor de cine y también los recuerdos que atesoraban de su primer noviazgo de adolescencia.

Y también un sentimiento intenso y sincero de haber formado una familia, un hogar, al lado de la hija de la presentadora, Anna. Paz Padilla había llegado a buen puerto y todo iba viento en popa hasta julio del 2019. Aquel mes empezó la cruel cuenta atrás de su historia de amor porque a Antonio, que tenía 53 años, le diagnosticaron un tumor cerebral.

En cuanto escuchó aquella sentencia de boca de los médicos, Paz se propuso estar al lado de su marido el máximo tiempo posible y así lo hizo hasta que falleció, tras más de un año de intensa lucha.

El inesperado adiós a su madre

Meses antes, en febrero, después de ser operada de cadera a causa de una caída, su madre, doña Lola, falleció a los 91 años en el Hospital Puerta del Mar de Cádiz. La propia Paz explicó que, después del entierro, hicieron honor a uno de los refranes que repetía su madre –“Quien va a un entierro y no bebe vino, el suyo está en camino”– y brindaron por doña Lola.

Así es Paz. Una mujer fuerte, que le planta cara a los contratiempos de la vida con su mejor arma: una sonrisa. Y que, además, se refugia en sus grandes pasiones para superarse día a día. Ésta es una de ellas:

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