Ramiro Oliveros, marido de Concha Márquez Piquer: "Mi hija, Iris, es mi razón para seguir viviendo"
El veterano actor continúa muy afectado por la muerte de su esposa, Concha, que falleció en octubre
El pasado 31 de diciembre, Ramiro Oliveros "celebraba" junto con su hija, Iris, una de las fechas más tristes de su vida. Ese día se cumplía el 39º aniversario de su matrimonio con Concha Márquez Piquer y, además, el que hubiera sido el 76º cumpleaños de su esposa, que murió el pasado mes de octubre.
El veterano actor lo dejó todo para convertirse en la sombra de su mujer, cuatro décadas de recorrer el mundo, en las que, asegura Ramiro, "no pasamos ni un solo día separados. Se me ha ido la vida con su muerte. Concha sabía que se encontraba muy mal y me pidió que, si le ocurría algo malo, cuidara de nuestra hija, Iris. Ella es mi apoyo y mi consuelo, mi razón de seguir viviendo".
PRONTO: ¿Cómo han sido las Navidades sin Concha?
RAMIRO OLIVEROS: Muy tristes, es evidente que no estoy para ningún tipo de celebraciones. Las pasé con mi hija en casa, tranquilos.
"Las Navidades me parecen una tontería"
P.: Nada que ver con las que vivías con tu mujer.
R.O.: A Concha y a mí no nos gustaban estas fiestas y todos los años nos íbamos de viaje al extranjero.
P.: ¿A dónde ibais?
R.O.: A Tailandia, Londres, Nueva York, Buenos Aires… Cada fin de año lo celebrábamos en lugares distintos. Mira, las Navidades me parecen una tontería, muchos las celebran por obligación.
"En nuestra boda, Concha y yo nos resfriamos"
En el testamento de la fallecida consta que su marido es usufructuario de sus bienes hasta que fallezca, que el chalet de Somosaguas es para Iris y el piso del paseo de la Castellana para Conchitín, la hija que Concha tuvo durante su primer matrimonio con el torero Curro Romero.
P.: ¿Y tú dónde vivirás a partir de ahora?
R.O.: Seguiré en Somosaguas con Iris.
P.: Una casa en la que cada rincón te trae demasiados recuerdos.
R.O.: Muchísimos. Tengo que racionarlos. Y los voy gozando.
P.: ¿Cómo recuerdas tu boda?
R.O.: Pues hacía tantísimo frío que los dos cogimos un resfriado tremendo.