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Rocío Carrasco: una infancia marcada por las ausencias

Estrenamos coleccionable sobre la vida de Rocío Carrasco. En el primer capítulo te desvelamos todos los secretos de su infancia

Pedro Carrasco, Rociíto y Rocío Jurado cuando eran una familia.

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Más en boca de todos que nunca. Rocío Carrasco lleva meses siendo la principal protagonista de la crónica social. Por eso en tu Revista Pronto estrenamos un extenso coleccionabe sobre su vida, en el que desgranaremos todo de la hija de Rocío Jurado y Pedro Carrasco, famosa, incluso desde antes de nacer. En este primer capítulo, repasamos su infancia, marcada por las ausencias. 

La niñez de Rocío Carrasco transcurrió a la sombra de unos padres famosos que la convertían en una privilegiada destinada a tener todo lo que soñara. Y sí, tuvo muchas cosas, pero echó mucho de menos una, a su madre.

Las primeras fotografías de Rocío Carrasco no tardaron en inundar las portadas de las revistas del país cuando tenía apenas unas horas de vida. La hija del boxeador Pedro Carrasco y de la reina de la copla, Rocío Jurado, nació en Madrid el 29 de abril de 1977, y su llegada a este mundo fue todo un acontecimiento para la crónica social, porque se trataba de la primera hija de la cantante más famosa de España. 

Pasó su infancia en Monteclaro, un chalet que sus padres tenían en Pozuelo de Alarcón. Un paraíso para una niña, ya que no faltaba de nada para que se divirtiera, jugara y estuviera bien atendida. ¿No faltaba nada, seguro? Faltaba lo más importante: su madre. La mayor parte del tiempo, Rociíto estuvo al cuidado de Juan de la Rosa, el secretario de la Jurado, a quien la pequeña llamaba Tito Juan y que fue su mayor compañero cuando ni su padre, que viajaba mucho por negocios, ni su madre, siempre liada con sus giras y sus promociones, estaban en casa.

Fracaso como estudiante y el final abrupto de su infancia

Su fracaso como estudiante fue una de las consecuencias de su infancia repleta de silencios y de las escasas conversaciones y complicidades con su madre. La Más Grande así lo reconoció en una entrevista en Canal Sur del 2003. “Yo he dejado muchas veces de hacer cosas para estar con mi hija. Pero también Rociíto ha dejado muchos momentos que eran muy importantes para ella. En parte yo he tenido la culpa de que no fuera buena estudiante, aunque me ha salido una niña muy linda y con buenos sentimientos”, diría.

Y sí que tenía buenos sentimientos, porque jamás le reprochó a su madre sus ausencias. Es más, haciendo gala de una madurez sorprendente para una niña, cuando le preguntaban cómo llevaba los viajes de su madre, aseguraba que bien, y que “si mamá no trabaja, no comemos”.   

Así pasaron los primeros años de su vida, hasta que en 1989, cuando tenía 12 años, creció de golpe cuando sus padres le dijeron que se separaban.

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