El duro testimonio de dos personas que vivieron en la calle
Tanto Inma como Jaume consiguieron dejar atrás esta dolorosa etapa gracias a la labor desempeñada por la Fundación Arrels
Inma Fuentes y Jaume Mengual charlan animadamente en una sala. Se conocen desde hace tiempo, y se llevan muy bien. Ambos han vivido en la calle y han podido salir de ella gracias a la Fundación Arrels, que ayuda a personas sin hogar.
Ahora, ambos son voluntarios de la entidad y tienen un techo bajo el que cobijarse. Estos dos barceloneses conocen de primera mano lo que es dormir al raso, en un banco, en un rincón, en la entrada de un local o en el suelo de cualquier calle por la que paseamos a diario, con cartones, mantas y unas pocas pertenencias.
Inma, una auxiliar de geriatría de 51 años, se familiarizó con esta dura realidad desde que era adolescente, edad en la que se vio obligada a vivir en la calle, junto con sus padres. Jaume, un soldador de 63 años, ha estado 30 años en la calle, una situación que desconocen sus dos hermanos, su exmujer y su hijo.
"Me quedé embarazada y mi pareja me maltrataba"
PRONTO: Inma, háblame de tu vida antes de acabar en la calle.
INMA FUENTES: Bueno... Se mezclan muchas cosas. Temas familiares y mi adicción a la bebida, que me llevó a perderlo todo. Vivía con mis padres en el piso de mis abuelos y mi padre no trabajaba. Al no pagar, nos echaron y yo acabé en la calle con mis padres. Tenía 15 años.
P.: ¿Cómo fue tu vida a partir de ese momento?
I.F.: Lo peor. Mis padres estaban pendientes de mí, que era adolescente. Pasábamos la mañana sentados en un banco, íbamos a un comedor social al mediodía y también pedíamos por las tiendas. Así sobrevivimos varios meses.
P.: ¿Alguien os ayudó?
I.F.: Mmm... La familia, mejor lejos. Recibimos alguna ayuda de parte de mi familia materna, pero, de la paterna, nada.
P.: ¿Cómo llegaste a Arrels?
I.F.: Unos voluntarios de calle nos llevaron a mis padres y a mí a la Fundación. En aquel momento, me faltaba poco para cumplir 16 años. Me ayudaron desde el primer momento, aunque yo era una cabra loca y me rodeaba de malas compañías.
P.: ¿Cómo cambió tu vida?
I.F.: Nos proporcionaron un piso, me puse a estudiar para auxiliar de geriatría y me quité de la mala vida. Mientras estudiaba, tenía trabajos puntuales. Todo el dinero que ganaba se lo daba a mis padres, hasta que me enteré de que mi madre se lo gastaba en las máquinas tragaperras. A partir de ahí, les corté el grifo. En esa época, también conocí a un chico al que llevaban en la entidad y me quedé embarazada a los 19 años.
P.: Y a partir de ahí, ¿qué sucedió?
I.F.: Él me maltrataba. El punto de inflexión llegó cuando le pegó una paliza a mi hijo, que entonces tenía 6 años, y lo dejó en coma. Él se recuperó y está bien, casado y con dos hijas. En ese momento, tuve que entregar al niño a mi excuñada, para que no me lo quitaran. Volví a la calle y, de nuevo, a Arrels. Yo he salido adelante gracias a ellos. Si no, no sé dónde estaría. La Fundación me ha aportado estabilidad, un hogar, he podido recuperar a mi hijo y también me han ayudado a pensar más en mí.
P.: ¿Qué ha sido lo más duro que has vivido?
I.F.: Buf... (se emociona). Lo más complicado, vivir con mis padres en la calle, porque son dos personas mayores, y todos corríamos peligro.
P.: Háblame de tu día a día.
I.F.: Hasta hace poco tenía pareja, otro voluntario de Arrels, que falleció hace poco de cáncer. Tuve una depresión y no quería ver a nadie, por todo lo que he arrastrado y por su muerte. Ahora, intento venir a Arrels y contar mi experiencia, aunque mucha gente no quiere oírte.
P.: ¿Y cómo afrontas el futuro?
I.F.: Quiero seguir ayudando en la Fundación y encontrar un trabajo. En mi tiempo libre, intento leer y hago teatro, que me encanta.
"Nadie de mi familia sabe que he estado 30 años en la calle"
Jaume Mengual es voluntario en un taller de manualidades de Arrels. Desde hace tres años, vive con su perra, Laika, en un piso cedido por el Ayuntamiento de Barcelona.
P.: ¿Cómo era tu vida antes de quedarte en la calle?
JAUME MENGUAL: Soy de Badalona y empecé a trabajar a los 14 años como aprendiz de soldador, profesión que desarrollé hasta los treinta y pico. Me casé a los 23 años y tuve un hijo, que ya es padre de dos hijos. Él vive en Italia con su familia y con mi exmujer.
P.: ¿Cómo te quedaste sin hogar?
J.M.: Tras la separación, volví a casa de mis padres. Luego, ellos se fueron a vivir a Murcia y yo me quedé en el piso de alquiler en el que estaban. En ese momento, trabajaba de portero de discotecas y pubs musicales por las noches. Me despisté unos meses en la mensualidad, no pude pagar la casa y me desahuciaron.
P.: ¿Pediste ayuda?
J.M.: No. Yo, aunque me vea en una situación límite, prefiero no hacerlo. Muchos de los que estamos en la calle no queremos que nuestra familia lo sepa. Hasta la fecha, mis dos hermanos no saben dónde estoy y mis padres, ya fallecidos, tampoco lo supieron. Ahora mismo, no tengo contacto con mis hermanos, ni con mi exmujer ni con mi hijo, al que han puesto en mi contra. Sé que él está bien, y me alegro, pero prefiero que no sepa nada de mí.
"Con esfuerzo y voluntad, se puede salir de la calle"
P.: Háblame de tu experiencia en la calle.
J.M.: Estuve 30 años. Iba a comedores sociales, venía a ducharme a Arrels y conseguí algunos trabajos. En la calle aprendes mucho. Conocí a un grupo de siete u ocho personas que estaban en mi situación, juntos nos enfrentamos a pandillas de chicos que agredían a mujeres. De la calle también se sacan grandes amistades, como es el caso de una pareja a la que conocí, que tiene una niña de 3 años, de la que soy su padrino.
P.: ¿Cómo llegaste a la Fundación?
J.M.: Yo ya había venido a la consigna que había en el espacio que ahora ocupa la entidad. Aquí dejaba mis cosas.
P.: ¿Qué les dirías a aquellas personas que atraviesan ahora mismo una situación como la que tú viviste?
J.M.: Que con esfuerzo y voluntad se puede salir de la calle. Nadie quiere dormir a la intemperie. Si toda la que gente que duerme en la calle se dejara ayudar, habría muchos menos.
Ferran Busquets: “Entre el 85% y el 90% de los sintecho son hombres”
Creada en 1987, la Fundación Arrels lleva más de tres décadas atendiendo a personas que están en la calle y ofreciendo alojamiento en su residencia de 41 plazas o en alguno de los 130 pisos que tienen. Hablamos con Ferran Busquets, su director.
PRONTO: ¿Cómo ayuda Arrels a las personas sin techo?
FERRAN BUSQUETS: Una de las cosas que nos distingue es la especificidad, ya que únicamente estamos centrados en gente que duerme en la calle. En Arrels ofrecemos orientación y disponemos de duchas, servicio de ropa y consignas para que dejen las pertenencias. Tenemos otro espacio, que es una tienda y un taller ocupacional, donde las personas pueden desarrollar sus habilidades, recuperar su autoestima y sentirse útiles. Reciben un incentivo por ello y, si, además, surge un trabajo relacionado, una remuneración.
P.: ¿Cuál es el perfil de un sintecho?
F.B.: Hay gente que lleva unos días y otros que están en una situación cronificada, en los que estamos más volcados. Estos últimos tienen una mayor dificultad de reincorporación al mercado laboral. Entre el 85 y el 90% de las personas que viven en la calle son hombres. Las mujeres huyen de la calle, porque pueden ser víctimas de agresiones, y muchas están invisibilizadas. Vivir sin techo quita muchos años de vida y psicológicamente y orgánicamente es muy agresivo. Además, la gente suele tener prejuicios hacia los sintecho y a nadie le gusta vivir en la calle. Cuando están así, es porque no tienen otra opción.