Pronto
Cerrar

Uno de los polizones del timón del petrolero: “Huí de Nigeria para sobrevivir”

Henry A., un mecánico de 42 años, era la segunda vez que intentaba llegar a Europa huyendo de la guerra y la miseria de su país natal

Este polizón huyó de Nigeria para tener una nueva vida en Europa.

María Alba

Desesperado por la violencia y el hambre que ha sufrido toda su vida en Biafra, Nigeria, Henry A. le suplicó a un pescador que le acercara al 'Alithini II', un petrolero fondeado en el puerto de Lagos. Quería huir de su país y le daba igual a dónde se dirigiera la nave.

Se escondió y, por segunda vez, iba a jugarse la vida en el Atlántico en el hueco del timón de una nave. La primera fue dos años antes, cuando se encaramó al mismo sitio del 'Champion Pula'. Detectado días después, lo devolvieron a Nigeria.

"He visto morir a mucha gente"

Desde una escollera cercana al puerto de Las Palmas de Gran Canaria, donde desembarcó el 28 de noviembre, este mecánico de 42 años con mujer, un hijo y cinco hermanos que dependen de él cuenta la historia detrás de la estremecedora foto de Salvamento Marítimo que ha dado la vuelta al mundo. ¿Cuál es la razón que empuja a exponerse dos veces a una travesía tan peligrosa que parece un suicidio? "Por la situación de Biafra", relata.

Según ACNUR, 295.000 nigerianos han huido a naciones vecinas y otros dos millones viven desplazados dentro de su propio país. "He visto morir a mucha gente. Decidí irme lejos. Huí de Nigeria para sobrevivir", explica este hombre cuya solicitud de asilo a España, por circunstancias de vulnerabilidad extrema, ha sido aceptada a trámite. Y añade: "No hago nada malo, no soy un ladrón".

Cuenta que no conocía a los dos jóvenes que, tan desesperados como él, le acompañaban en su segundo viaje. Se le unieron y, al poco de iniciar la travesía, se les cayó al mar la bolsa donde llevaban botellas de agua y un martillo, por si la situación se volvía desesperada y tenían que llamar la atención de la tripulación. Los tres hombres se afianzaron como pudieron en el oscuro hueco y, sin apenas espacio, siguieron adelante. No había otra opción: "Nadie podía rescatarnos ya".

La situación se volvió desesperada al segundo día sin agua, por más que Henry A. explicara a sus compañeros que podían aplacar la sed mojándose los labios con agua del mar, sin beberla. Pero, llegó un momento en que no tuvieron más remedio que ingerirla. "Estábamos agotados y estuve a punto de rendirme", cuenta. Tenían algo de comida, pero, sin agua, les provocaba más sed.

La impactante imagen de los polizones que ha dado la vuelta al mundo.

El riesgo de dormirse

El siguiente desafío fue soportar el tiempo sin reloj y en un agujero sin luz, donde intentar asomarse suponía el riesgo de caer al océano. Sobrellevaron como pudieron el sueño. "Si te duermes y te caes, olvídate", señala Henry. Las salpicaduras de las olas y la brutal turbulencia del motor, que los empapaba, les recordaban el peligro.

Así resume sus más de 250 horas, 11 días, en el mar: "Pasábamos el día rezando. No sabíamos adónde iba el barco, sólo rezábamos para que parara", dice, convencido de que Dios los rescató. Cuando, un día, notaron que el motor del barco aminoraba y, luego, se detenía, respiraron, aliviados. "Si hubiera seguido navegando más días ninguno hubiéramos sobrevivido", afirma.