Compartir piso a partir de los 60 años: testimonios a quienes les ha cambiado la vida
Joan, Emi, Luis y Pepe viven juntos, desde hace tres años, en una vivienda que les ha ofrecido Llars Compartides y que les ha cambiado la vida
Alquiler de 250 euros
Luis y Emi en la cocina, que comparten todos.
Estos tres pisos, junto con otros nueve, ubicados en Barcelona, son de Llars Compartides, una fundación creada hace dos décadas con el objetivo de acoger a personas mayores vulnerables (de más de 65 años), que no tienen casa y no pueden permitirse una habitación en un piso compartido. El alquiler social que pagan está en torno a 250 euros (nunca puede exceder del 30% de sus ingresos mensuales) y les permite tener una habitación con baño propio y amplios espacios comunes, además de compañía.
Éste es el caso de Emi, granadina de 70 años, que trabajó toda su vida como dependienta; Pepe, un carpintero cordobés de 81, que lleva casi toda la vida en Badalona; Joan, de 77 y oriundo de Lleida, que trabajó como cocinero, y Luis, un venezolano de 68 años que emigró con su esposa y sigue en activo laboralmente, aunque con ingresos bajos.
Emi, en su habitación.
Si bien todos han trabajado, por distintas circunstancias, se han visto con una jubilación que apenas les da para sobrevivir y han tenido que recurrir a Llars Compartides. Todos han descartado pedir ayuda a familiares y amigos y han optado por salir adelante con los recursos que tienen y con el apoyo de la Fundación. Los cuatro llegaron a esta vivienda hace tres años, en plena pandemia y, desde entonces, conviven en armonía, con los pequeños roces propios de una convivencia autogestionada, pero felices y muy agradecidos.
Se sienten como si fuera su casa
Gala Larxé y Álex Serret, de Llars Compartides, visitan cada semana los pisos para
comprobar si todo va bien.
PRONTO: Habéis trabajado toda la vida. ¿En qué situación económica os encontrabais cuando os jubilasteis?
JOAN: Yo estaba en bancarrota. Durante años fui autónomo, sufrí una estafa y me encontré en una situación precaria en muy poco tiempo. Considero que me ha tocado la lotería por entrar en Llars Compartides.
PEPE: Yo había trabajado con prestamistas y, al jubilarme, constaron sólo los últimos 13 años en lugar de 15, para evitar que cobrase la jubilación contributiva, por lo que pasé a cobrar 400 euros mensuales.
EMI: A mí, tras jubilarme, me vino todo del revés: una separación, pérdida del piso y una paga mínima. Tuve que vivir sola en distintas habitaciones en pisos compartidos, sin luz ni aire exterior. Contacté con Llars Compartides y estuve en lista de espera más de dos años, hasta que pude entrar. Estar aquí es como estar en mi casa.
LUIS: Mis hijos y nietos siguen en Venezuela y yo estoy aquí con mi mujer. Sigo trabajando y, aunque gane poco, me las apaño.
P.: ¿Cómo os ha cambiado la vida estar aquí?
J.: Convivir no es fácil, pero estoy aprendiendo a ceder, a pedir perdón cuando me equivoco y a ser humilde.
Luis también está aprendiendo a cohabitar con sus compañeros, de quienes dice que ya forman parte de su vida. "Estar aquí, para mí, es un milagro", concluye.
"Nos apañamos bien"
Pepe, Luis y Joan, montando una estantería para una de las zonas comunitarias.
Asimismo, Pepe vive un proceso similar. "Mis compañeros de piso son mi familia, aunque de vez en cuando hay algún rifirrafe, pero sin importancia", asegura. En este sentido, lo que más discusiones provoca es el reparto de la limpieza, aunque todos se lo toman a broma. "Aparte de esto, la verdad es que nos apañamos muy bien", comentan.
En cuanto al día a día, todos tienen sus rutinas instauradas. Pepe, por ejemplo, nos cuenta: "Salgo a comprar y a pasear y, por la tarde, suelo ver la tele. Mis compañeros de piso son unos fenómenos. Hace poco cumplí 81 años y comimos juntos, abrimos cuatro botellas de cava y vino, brindamos e incluso bailamos, ¡imagínate!".
Joan también está ocupado porque, desde hace ocho años, es "voluntario en un comedor social en Barcelona, donde paso muchas horas", nos explica, mientras que Luis, que trabaja entre semana y algunos festivos, tiene como hobbies "leer, salir de paseo con mi mujer y contemplar el mar".
P.: Se os ve muy felices, aunque vuestra situación no sea fácil. ¿Se puede evitar?
J.: Es difícil. Cualquiera puede verse como nosotros. Hace 12 años, yo tenía un piso nuevo, coche y moto. Jamás me habría imaginado viviendo en un piso compartido.
Los responsables de este proyecto son los miembros de la Fundación Llars Compartides, y hemos hablado con dos de sus representantes, Álex Serret, integrador social, y Gala Larxé, educadora social, que insisten en que la idea surgió para "ofrecer una vida digna a personas mayores excluidas socialmente".
ÁLEX SERRET: Les facilitamos un piso en el que conviven y, semanalmente, visitamos cada hogar para ver si todo va bien y la convivencia es buena.
GALA LARXÉ: Además, damos respuesta a muchas necesidades, no sólo a la vivienda, sino también a la soledad, que tanto sufren los mayores. Y es importante destacar que esto no es una transición, sino un proyecto de vida.