No es el rascacielos más alto de Nueva York, pero sí uno de los más singulares y famosos de la ciudad más fascinante del mundo. El edificio Chrysler fue un icono desde que se construyó, en 1930, y sigue siéndolo. Está considerado como una de las joyas de la arquitectura «art déco» y, para muchos, es el más reconocible de los gigantes neoyorquinos gracias a su corona escalonada y su altísima aguja de acero inoxidable.
Pero todas estas consideraciones no le han librado de que sus propietarios –en su mayoría un fondo de inversiones de Abu Dhabi que, en el 2008, lo compró por 800 millones de dólares– lo hayan puesto a la venta. ¿Quién comprará este símbolo de la Gran Manzana?