Decía Juvenal: «Mens sana in corpore sano», mente sana en cuerpo sano. Y en Upsala hay un pastor luterano que se toma esta máxima más que a pecho, a pectoral, y se machaca en el gimnasio haciendo «crossfit», entrenamiento físico de alta intensidad.
Oskar Arngarden tiene 35 años, está casado desde hace seis años, le encanta el deporte y luce llamativos tatuajes: una paloma –la paz– en un brazo; una serpiente –el mal– en el otro, y la frase: «El Señor es mi pastor, nada me falta», en latín en una pierna. «Cuando me preguntan a qué me dedico, debo repetir que soy sacerdote muchas veces porque piensan que es una broma. Pero es divertido porque puedes romper algunos prejuicios sobre cómo somos los religiosos», confesó Oskar en una entrevista sueca.
Oskar dando misa ante sus feligreses
Hombre del siglo XXI, encontró en las redes sociales el medio para hablar de religión y animar a los jóvenes a que se asoman a su página, atraídos por sus prodigiosos músculos, para acercarse a Dios. Actualmente, tiene más de 124.000 seguidores en Instagram en una cuenta llena de contrastes: