Artritis reumatoide: cómo diagnosticarla y tratarla adecuadamente
A simple vista no se ve, por eso se conoce también como la enfermedad invisible. Sin embargo, el dolor hace que el día a día resulte muy complicado para los que la sufren, que en un 75% de los casos son mujeres
Exprimir una naranja para el zumo del desayuno, agacharse o vestirse son actividades cotidianas que resultan complicadas para las personas con artritis reumatoide, que incluso pueden necesitar ayuda para realizarlas. Esta enfermedad provoca dolor, fatiga, rigidez e inflamación en las articulaciones. Cada año se detectan unos 20.000 nuevos casos y afecta ya a más de 400.000 personas, según el último estudio realizado por la Sociedad Española de Reumatología (SER). Tres de cada cuatro pacientes con artritis reumatoide son mujeres.
La detección precoz es clave
Una enfermedad autoinmune. En la artritis reumatoide el sistema inmunitario ataca erróneamente las células sanas de las articulaciones, daña los huesos y el tejido conjuntivo asociado.
Dolor. Es el principal síntoma de la enfermedad, aunque no se vea, y es el que más preocupa, ya que reduce la calidad de vida de las personas afectadas. Por este motivo, los reumatólogos insisten en la importancia de detectarla a tiempo para establecer el tratamiento más adecuado, frenar el daño articular y que la enfermedad condicione lo menos posible su vida.
Cansancio extremo. Al igual que sucede con el dolor, éste es otro de los síntomas que no se ve y tiene un gran impacto en el día a día de los pacientes con AR. Muchos afectados se "resignan" a convivir con él y para controlarlo renuncian a realizar determinadas actividades o directamente optan por el reposo.
Inflamación en las articulaciones. Afecta principalmente a las articulaciones de manos, muñecas, hombros, rodillas, tobillos y pies. Notar hinchazón, calor y enrojecimiento en las articulaciones, no poder cerrar el puño para coger un objeto o levantar cosas de poco peso del suelo son signos de alarma.
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"Radiografía" de la enfermedad
• La inflamación afecta fundamentalmente a la membrana sinovial (la "bolsa" que recubre y protege la articulación). Si no se trata, evoluciona y daña el hueso, los ligamentos y los tendones, de forma que las articulaciones afectadas van perdiendo movilidad y al mismo tiempo aparece una deformidad progresiva.
• Muchos asocian esta enfermedad crónica con artrosis, reúma y vejez, pero no es así. Según los últimos datos de la Coordinadora Nacional de Artritis (ConArtritis), casi la mitad de los españoles con AR (el 46,8%) tenía entre 25 y 44 años en el momento del diagnóstico.
• En el 40% de los casos, el dolor condiciona el día a día de los pacientes y afecta su calidad de vida, ya que algunos pueden seguir experimentando dolor a pesar de tener controlada la inflamación.
Alimentos antiinflamatorios. Estudios recientes han demostrado que una dieta rica en vegetales tiene un efecto beneficioso a largo plazo en la enfermedad.
Controlar el avance de la artritis
Un buen diagnóstico. Para realizarlo, el reumatólogo suele hacer una exploración de las articulaciones en busca de inflamación o deformidad. Sin embargo, hay otras enfermedades reumáticas que pueden presentar los mismos síntomas que la artritis reumatoide, por ello puede ser necesario realizar un análisis de sangre y radiografías para confirmarlo.
Tratamientos. Es cierto que la artritis reumatoide no tiene cura, pero sí tiene tratamiento y existen muchas alternativas terapéuticas (antiinflamatorios, antireumáticos, terapias complementarias, etc.) para controlar la enfermedad.
FAME. Los fármacos antirreumáticos modificadores de la enfermedad (FAME) son la base del tratamiento. Interfieren sobre la producción de sustancias implicadas en la inflamación y así frenan, por ejemplo, la deformidad en las articulaciones.
Remisión. El objetivo es conseguir la ausencia de síntomas, lo que se conoce como remisión. Hay mayor posibilidad de lograrla si la enfermedad se diagnostica y trata lo antes posible. Hoy se calcula que en un 30% de los casos se logra.
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Comunicación médico-paciente. Las nuevas terapias farmacológicas son claves, pero también es muy importante la comunicación con el reumatólogo para que el profesional conozca cualquier cambio y a la vez el paciente se sienta comprendido y acompañado. gnóstico precoz ayuda a evitar lesiones y daños.
Cansancio también intelectual. El dolor crónico afecta al rendimiento, ya que dificulta la concentración. Además, impide el descanso nocturno y eso provoca más fatiga.
Qué va bien y qué no en caso de artritis reumatoide
Las investigaciones científicas respaldan o desaconsejan determinados hábitos como una forma de ayudar en el tratamiento de la enfermedad.
El reposo no alivia los síntomas
Más bien, todo lo contrario. Se ha demostrado que el ejercicio suave tiene importantes beneficios, ya que reduce el dolor y la fatiga, y la inflamación. Hay que evitar posiciones fijas durante mucho tiempo (estar de pie o sentado varias horas). El reposo sólo se aconseja en los períodos en que haya inflamación en la articulación.
Perder peso mejora la enfermedad
El sobrepeso supone una carga adicional para las articulaciones, por eso es importante perder los posibles kilos de más. Aligerar la presión sobre éstas contribuirá a aliviar el dolor.
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Los niños sí pueden tener artritis
El tipo de artritis más común en los niños es la artritis idiopática juvenil (AIJ), también conocida como artritis crónica juvenil o artritis reumatoide juvenil. Al igual que otros tipos de artritis, puede causar dolor, inflamación y rigidez en una o más articulaciones, lo que dificultaría actividades como caminar, jugar o vestirse.
Hay que hacer ejercicio aunque se sienta dolor
Es normal sentir dolor o rigidez cuando se empieza a practicar ejercicio. Hacen falta entre seis y ocho semanas para que las articulaciones se acostumbren a la nueva rutina, pautada por el profesional médico y adaptada a cada paciente. En general, se aconsejan 20 minutos de ejercicio moderado a diario. Se ha demostrado que mejora la calidad de vida y también ayudaría a la prevención.
5 alimentos de tu cesta de la compra para combatir la enfermedad
Incorporar estos alimentos a la dieta ayudaría a frenar la enfermedad por su efecto antiinflamatorio, que reduce la rigidez y el dolor de las articulaciones. Se trata de productos habituales en la cesta de la compra y por tanto te será muy fácil incluirlos en tus menús.
1. Sardinas. Es uno de los pescados azules más ricos en ácidos grasos Omega-3, que disminuyen la producción de sustancias químicas que causan inflamación. Además, son fuente de vitamina D, cuyo déficit favorece los brotes de la enfermedad.
2. Lentejas. Son ricas en selenio. Un bajo nivel de este mineral podría estar relacionado con la AR. Ayuda a los antioxidantes a frenar la acción de los radicales libres, que dañan las células, y protege el sistema inmune.
Las legumbres, y particularmente las lentejas, son tu mejor aliado en la lista de la compra contra este tipo de dolencia.
3. Brócoli. Forma parte de la familia de las crucíferas. Todas ellas son ricas en sulforafano, un compuesto que ayuda a retrasar el daño al cartílago en las articulaciones afectadas.
4. Cebolla tierna. Esta hortaliza es el alimento más rico en quercetina, un antioxidante que podría inhibir las sustancias inflamatorias. En el caso de la cebolla tierna, al tomarse sobre todo cruda, se aprovechan mejor estas propiedades
5. Pimiento rojo. Es uno de los alimentos más ricos en vitamina C (más que los cítricos), que ayuda a fortalecer los cartílagos, así como a evitar el dolor y la inflamación.