Vivien Leigh, la inolvidable Scarlett O’Hara
Adéntrate en la vida de Vivien Leigh, la inolvidable actriz que dio vida a Scarlett O'Hara en "Lo que el viento se llevó". Exploraremos la trayectoria de esta talentosa intérprete, su legado en la actuación y cómo logró inmortalizar uno de los personajes más icónicos de la historia del cine
Vivien Mary Hartley nació el 5 de noviembre de 1913 en Darjeeling (India), donde su padre, un atractivo y mujeriego agente de bolsa, tenía negocios con el ejército colonial. Su madre, Gertrude Mary, era una irlandesa muy católica que perdonaba las infidelidades del marido y se distraía haciendo teatro en un grupo de aficionados.
Allí, con sólo 3 años, hizo debutar a su hija recitando la canción "Little Bo Peep". A los 6 años, Vivien acompañó a sus padres a Inglaterra y allí se quedó, como interna del colegio Sagrado Corazón de Roehampton, una rígida institución religiosa donde tuvo de compañera a Maureen O'Sullivan, la Jane de "Tarzán" y madre de Mia Farrow.
La esmerada educación de Vivien se amplió en colegios de la misma orden en Europa, de donde salió políglota, sofisticada y rebelde hacia el estilo de señorita mojigata que las monjas pretendían inculcarle. Tras estudiar interpretación en la Comédie Française de París, volvió a Londres y se matriculó en la Royal Academy of Dramatic Art.
Acabados los estudios, trabajó en el Old Vic Theatre, aunque aseguraba que la actuación era un mero pasatiempo.
Obsesionados con casarla con un millonario, sus padres recibieron encantados a Herbert Leigh Holman, un rico abogado de 31 años, 12 más que ella. La pareja se casó el 20 de diciembre de 1932 y, el 12 de octubre del año siguiente, dio a luz a Suzanne. "Una niña ha tenido una hija", escribió en su diario. Con sólo 20 años, ni la maternidad ni su magnífico hogar en uno de los más elegantes barrios de Londres la llenaban, por lo que volvió a la escena con el nombre artístico de Vivien Leigh.
A los 21 años, tras su excelente trabajo en la obra "Máscara de virtud", ya estaba considerada como una de las actrices británicas más prometedoras de Gran Bretaña, donde ser cómico estaba socialmente muy bien visto.
El debut de Vivien Leigh en el cine se produjo en 1934 con "Things Are Looking Up", pero el éxito le llegó con su segundo filme: "Fuego sobre Inglaterra", un drama sobre intrigas y amores en la corte de Isabel I que coprotagonizó con Laurence Olivier, entonces toda una institución en Gran Bretaña y, probablemente, el actor que mejor ha interpretado a los personajes de Shakespeare sobre los escenarios.
Vivien y Olivier se conocían del mundo del teatro y se profesaban mutua admiración, pero ese sentimiento se transformó en amor cuando la actriz decidió que Olivier, seis años mayor que ella, era el hombre de su vida. No sólo como amante, sino como colega y maestro porque ella ambicionaba ser una gran dama de la interpretación. Él, por su parte, descubrió con Vivien que el sexo con una mujer podía ser tan intenso y excitante como una obra teatral en la que fuera protagonista absoluto.
Protagonista de "Lo que el viento se llevó"
Pero su apasionado romance tuvo que superar muchas trabas. Ambos estaban casados, tenían hijos (la mujer del actor, la actriz Jill Esmond, estaba a punto de dar a luz a un niño, Tarquin) y vivían en una época en la que el divorcio estaba mal visto. Así que sus cónyuges se negaron a darles la libertad. El escándalo fue sonadísimo, pero el romance prosiguió.
En 1938, cuando se embarcaron juntos rumbo a Hollywood, eran una pareja tan consolidada como semiclandestina. Tampoco en la meca del cine (entonces pacata y puritana) las cosas iban a ser fáciles, sobre todo después de que Vivien se convirtiera en la más rutilante estrella de la Metro Goldwyn Mayer. Un éxito que, meses antes, cuando habían puesto rumbo a América, nada hacía presuponer.
A Olivier le habían contratado para protagonizar "Cumbres borrascosas", dirigida por William Wyler, a quien Larry, como le llamaba su mujer, intentó convencer de que contratara a Vivien para encarnar el personaje de su enamorada. No logró el papel, pero Vivien se hizo con el personaje por el que todas las actrices de la época suspiraban cual damas y peleaban como panteras: el de Scarlett O’Hara en "Lo que el viento se llevó". Casi todas las estrellas se habían presentado al "casting" y todas habían sido rechazadas, como fue el caso de Katharine Hepburn, Carole Lombard o Joan Crawford.
Circulan varias leyendas sobre cómo Leigh consiguió el papel, pero la más verosímil es que fue durante una visita de la actriz, acompañada por su representante, Myron O’Selznick, al plató donde ya se grababan escenas del filme, aunque aún no tenían protagonista. "Te presento a Scarlett", le dijo Myron a David O’Selznick, su hermano y productor de la macroproducción.
Celos profesionales
El truco dio resultado y aquella desconocida de tez de porcelana, mirada de esmeralda y sedosa melena se metió en la piel de uno de los personajes más legendarios de la historia del cine. Por supuesto, se generó una gran polémica sobre el hecho de que una inglesa interpretase a una típica heroína sureña, pero la belleza, la personalidad y las cualidades interpretativas de Vivien Leigh cuadraron a la perfección con la caprichosa, obstinada y voluptuosa protagonista del libro de Margaret Mitchell.
Convertida en el centro de atención del mundo cinematográfico, el demonio de los celos hizo mella en la relación de Vivien y Lawrence. Para espantarlos, Olivier aceptó hacer teatro en Nueva York, sin embargo la separación fue horrible para Vivien, que no podía estar lejos del hombre que le daba la seguridad afectiva y profesional. Le escribía, le llamaba y se veían siempre que podían, pero eso no evitó que la actriz diera muestras de gran inestabilidad emocional durante el largo rodaje de "Lo que el viento se llevó". Entre las muchas anécdotas que hubo, se dice que la relación entre ella y Clark Gable era tan mala que, para fastidiarla, antes de rodar las escenas de besos, él comía mucha cebolla.
"Lo que el viento se llevó" se estrenó en Atlanta en 1939 en una gala mundial que precedió al éxito clamoroso de una película que le valió a Vivien Leigh el primero de los dos Oscar que ganaría en su carrera.
Para entonces, Lawrence Olivier ya había rodado la mítica "Rebeca", de Alfred Hitchcock, y la pareja se casó en agosto de 1940 en Santa Bárbara (California). Tras la boda, vivieron entre Gran Bretaña y EE.UU. y durante la siguiente década protagonizaron hasta 14 obras de teatro juntos. Unas obras en las que la crítica ensalzaba a Olivier y destrozaba a Leigh.
Tuberculosis agravada por el alcohol y el tabaco
Ligada a O'Selznick por un draconiano contrato que provocó muchas peleas entre la actriz y el productor, Vivien hizo en esos años cuatro películas: "El puente de Waterloo" (1940) con Robert Taylor; "Lady Hamilton" (1941) –la cuarta y última película con su marido–; "César y Cleopatra" (1945) y "Anna Karenina" (1948).
Un año antes de esta última, Lawrence fue nombrado "sir", por lo que ella obtuvo el título de "lady". Para entonces, la tuberculosis crónica que le diagnosticaron en 1944 había avanzado mucho por su adicción al tabaco y al alcohol. Su mala salud determinó que perdiera el bebé que esperaba durante el rodaje de "César y Cleopatra". Aquejada para entonces de insomnio crónico y carcomida por la inseguridad, la actriz cayó en una fuerte depresión, que acentuó el trastorno bipolar que sufría, y acusaba a Olivier de ser el culpable de su aborto.
En 1949, la apasionada relación entre los dos actores había dejado paso a un cúmulo de broncas, resentimientos y reproches, especialmente por el desencuentro sexual entre ambos: Vivien estaba obsesionada con tener relaciones con su marido, mientras que Lawrence prefería las camas de otras mujeres y hombres, como la del cómico norteamericano Danny Kaye.
Despechada, Leigh buscó amantes entre los actores de la compañía de su marido, como el australiano Peter Finch, con el que tuvo un romance. Una de sus más sonadas crisis ocurrió en Ceylán durante el rodaje de "La senda de los elefantes". Sus delirios fueron tan intensos que no pudo seguir con el trabajo (mezclaba la medicación con alcohol y eso la llevaba a ponerse muy agresiva con todos los que la rodeaban) y fue sustituida por Elizabeth Taylor.
Lawrence fue a buscarla y se la llevó a Londres, dejándola ingresada en una clínica de reposo (donde alternaban las curas de sueño con tratamientos de electroshock), mientras que él se iba de viaje de placer. Sus desvaríos debieron de servirle para meterse, sin mucho esfuerzo, en el personaje de Blanche Dubois, la protagonista de "Un tranvía llamado deseo" (1951), papel por el que ganó su segundo Oscar. Un joven y atractivo Marlon Brando fue su compañero de reparto que, según dicen, optó por no acostarse con Vivien porque respetaba profundamente a Olivier.
Atendida por una criada que era de La Rioja
Las continuas amenazas de suicidio por parte de la actriz terminaron por exasperar de tal manera a Olivier que, según afirma Sarah Miles, una de las amantes del actor, en una ocasión "Laurence estalló y empujó a su mujer contra una chimenea creyendo haberla matado. Al reaccionar y comprobar que estaba viva, le gritó: "La próxima vez te mataré"".
En un intento por salvar su matrimonio, Leigh y Olivier viajaron en las Navidades de 1957 a Torremolinos (Málaga), desde donde visitaron Ronda, Mijas y Marbella. Unas vivencias que recoge ampliamente el periodista José Madrid en la primera biografía publicada en español sobre la actriz, "Vivien Leigh, la tragedia de Scarlett O'Hara" (Ed. T&B). La pareja se pasó la mayor parte del viaje discutiendo, de hecho, Olivier lo definió en su biografía como un viaje "miserable" y, según el autor, "quise comenzar el libro con ese viaje porque fue crucial a la hora de entender la decadencia de los que habían sido la pareja de oro de la escena británica".