Jesús Calleja nos explica lo que no se vio de su viaje al espacio
El aventurero Jesús Calleja no pudo evitar llorar al ver la Tierra desde la pequeña nave en el espacio

Calleja es el tercer español en ir al espacio
“¡No me lo puedo creer! ¡Estoy flotando en el espacio! ¡Qué maravilla!”, decía un emocionadísimo Jesús Calleja mientras disfrutaba de su corta pero intensa estancia en la pequeña cápsula que lo lanzó a la inmensidad del cosmos el pasado 25 de febrero. "He hecho cosas en la vida y nada es comparable a esto", comentaba tras aterrizar, sin haber todavía asimilado lo que acababa de sucederle.

La base desde donde despegó el cohete.
Jesús Calleja: "La imagen era tan potente que empecé a llorar"

Jesús Calleja en gravedad cero.
"Hubo un momento en el que no pude hablar porque la imagen era tan potente que empecé a llorar. No me di cuenta hasta que vi una gota que estaba flotando y pensé que era del aire acondicionado y era yo. Era yo que estaba llorando. Nunca he vivido tantas emociones tan concentradas en tan poco tiempo y tan especiales. Por mucho que lo quiera contar tengo que recapacitar cómo hacerlo porque es abrumador", comentó el aventurero Jesús Calleja en ‘Informativos Telecinco’.
"Hemos conseguido un hito y yo me he salido con la mía"

Los tripulantes de la nave.
Y es que el aventurero Jesús Calleja jamás podrá olvidar los 11 minutos más fascinantes de su vida. Esos en los que ha vivido la aventura más extrema con la que llevaba toda la vida soñando, la de llegar al espacio.
En un trepidante directo que nos tuvo en tensión –pues las comprobaciones se alargaron más de lo previsto y estuvimos 20 minutos sin aliento esperando el despegue– fuimos testigos de cómo Jesús se convertía, a sus 59 años, en el tercer (y el primer no astronauta) español en traspasar la estratosfera y la línea Kármán, la marca considerada la frontera oficial del espacio.

Jesús durante el vuelo.
Lo hizo a bordo del cohete New Shepard, de la compañía de Jeff Bezos (dueño de Amazon) Blue Origin, acompañado por otros cinco tripulantes: Lane Bess, Elaine Chia Hyde, el Dr. Richard Scott y Tushar Shah, además de un sexto tripulante llamado Wilson. Ellos han vivido una experiencia que les ha hecho propulsarse a una velocidad que ha alcanzado los 3.700 kilómetros por hora y que los ha llevado a 107 kilómetros de ascenso vertical.

Fuera ya de nuestra atmósfera, Jesús Calleja y sus compañeros han podido desabrocharse los cinturones, flotar por la cápsula y dejarse fascinar por lo que han visto sus ojos, al observar la Tierra y su curvatura desde la negrura de la inmensidad. Y llorar, porque Jesús, al menos, no ha podido controlar su emoción ante lo que veían sus ojos.

Calleja con su hermano, Kike, que lo acompañó a Texas.
"Es un planeta azul maravilloso y esférico", repetía en el interior de la cápsula mientras contemplaba la Tierra desde un amplio ventanal. Luego, tocó descender. En poco más de 11 minutos desde su salida, Calleja y sus compañeros aterrizaban de forma controlada y salían de la cápsula (nuestro leonés lo hizo en segundo lugar), que finalizó su misión sin problemas. Allí lo recibió su hermano Kike y enseguida llamaron por teléfono a María, su madre, para avisarla de que todo había salido bien.
"Ahora ya estoy más tranquila y me puedo reír porque he pasado una temporada terrible", explicaba María en el programa especial que emitió Telecinco, que siguieron 1,5 millones de espectadores.
“La suerte nos la creamos nosotros”

Cinco horas después, aún con el corazón desbocado y la emoción contenida, Jesús Calleja ofrecía desde Texas una rueda de prensa, a la que PRONTO asistió, para contarnos los detalles de su aventura espacial.
PRONTO: Hoy has hecho realidad un sueño que tenías desde niño.
JESÚS CALLEJA: Yo me siento muy afortunado, pero creo que la suerte nos la creamos nosotros. Mi sueño de niño lo tenía complicado pero el proyecto que teníamos empezó a cuajar porque Paolo Vasile se asoció con Prime Video e hicimos un plan de comunicación no solamente nacional sino global y compensaba la inversión. Entre todos encontramos la fórmula para que yo pudiera ir al espacio, porque yo soy muy cabezón y cuando se me mete algo entre ceja y ceja lo consigo. Esto es historia de la televisión. Hemos conseguido un hito y yo me he salido con la mía. Y ha superado, por mucho, cualquier expectativa que tenía. ¡Así que seguid soñando!

El descenso del propulsor.
P.: ¿Cómo ha sido el momento clímax de soltar tu cinturón, gravitar y ver la Tierra?
J.C.: Cuando estaba arriba en ingravidez y miré por la ventana no estaba preparado para interiorizar la extraordinaria belleza de nuestro planeta desde el espacio. Es tan sorprendente el azul intenso sobre el negro profundo que me colapsé de emoción, recuperé mi sueño de niño y pensé que estaba cayendo humedad del aire acondicionado, porque vi flotando gotas, y eran mis propias lágrimas. Todo ha sido una emoción continua. Quise salir con compostura, e imposible. Y cuando vi a mi hermano volví a entrar en shock de emoción. Es muy bonito. Ciertamente de arriba he venido cambiado y tengo que procesar esa emoción.
P.: ¿Has tenido en algún momento miedo a que saliera mal?
J.C.: La ventaja es que desde los 20 años trabajaba de guía en el Himalaya y me he ido entrenando en gestión del riesgo, lo importante es no entrar en pánico. Yo me definiría como un buen tipo que gestiona el miedo, y luego lo convierto en algo positivo. Pero ir al espacio sí que ha tenido un plus, porque cuando yo escalo el Everest o voy al Polo Norte lo hago yo y tomo las decisiones, pero aquí no he podido hacer nada salvo ser espectador y eso me fastidia porque no tenía ningún control. Me ha costado gestionarlo. Pero cuando llegas allí arriba, es tan abrumador ver el planeta en que vivimos… La primera reflexión que hice fue: “¿De verdad? ¿Estamos flotando en este universo y solo estamos vivos nosotros?”. Todas esas mierdas geopolíticas o de conflictos se evaporarían si los que mandan tuvieran la suerte de ver dónde vivimos.

María, su madre, respiró tranquila cuando Jesús aterrizó.
P.: ¿Cómo ha sido esa primera conversación con tu madre, que lo ha pasado fatal con todo esto?
J.C.: Mi madre se negó a ver nada, me avisó de que se iría a pasear. Pero por medio de un familiar cercano, al tocar tierra la llamamos y se ha emocionado mucho. Yo también. Mi madre lleva toda la vida viendo cómo salgo de casa para irme a hacer cosas, eso ya lo había digerido, pero irme al espacio era algo que no cabía en su cabeza. Ella pensaba que al bajar iba a volver mal de la cabeza, me iba a dar algo o me iba a explotar el corazón. Me encanta, es la ingenuidad bondadosa de una madre que dice: “No quiero que le pase nada a mis pollitos”. Todo maravilloso porque somos una familia muy pegajosa, y da igual que yo esté en el Polo Norte o el Everest, yo llamo a mi madre con el teléfono satélite todos los días o me da con la zapatilla.
P.: ¿Qué enseñanzas le vas a transmitir a tu nieto de esta aventura?
J.C.: A mi nieto le estoy enseñando a escalar, a ir a la montaña y a tener buenos valores. Él tiene ya una mirada muy curiosa, a Nyamgal es fácil guiarle porque tiene mucha curiosidad, y especialmente por el espacio. Estas Navidades me ha regalado un astronauta y una nave de Lego. Él ya se sabía todas las fases del vuelo. Es bonito porque despiertas en él una semilla, igual no en el espacio pero sí la curiosidad de focalizar en algo que sea interesante para él, que le construya como persona.

Namgyal, el nieto de 8 años de Jesús, habló de él en la tele.
P.: ¿Cómo crees que te va a cambiar esto que has vivido?
J.C.: Creía que, a pesar de lo que me habían dicho, esto no me podía cambiar porque estoy acostumbrado a impactos potentes. Pero ¿sabes qué? Que no he sido capaz de controlar la emoción que he sentido al ver el planeta en el que vivimos, la belleza tan extraordinaria de ese azul intenso, la curvatura abrumadora… Yo no había llorado ni en la cima del Everest, y aquí estaban flotando mis lágrimas. Ahora tengo que encajar todas las piezas porque lo que he visto es mucho más espectacular y mágico de lo que jamás podría imaginar. Es tan hipnótico que me saltaron las alarmas para ponerme los cinturones porque estaba colapsado, enganchado a esa imagen que jamás se me va a quitar de la cabeza.
P.: ¿Qué le dirías al niño que tuvo ese sueño de ir al espacio?
J.C.: Que aquí está el niño, y que sigo siendo ese niño. La mirada de un niño es la mejor, porque es la mirada de la curiosidad. Hay que levantarse por la mañana y, aunque sea dentro de la rutina, que haya algo que nos despierte. Y mañana volver a planificar algo que me estimule, porque el tiempo de vida es muy limitado.