Se llama Johanna Nordblad, pero todo el mundo la conoce como la sirena del hielo. Lo tenía todo para ser feliz: había creado una agencia de diseño gráfico en la que podía desarrollar toda su creatividad y su tiempo libre se lo dedicaba al buceo, su otra pasión. Pero un brutal accidente en el año 2010 le destrozó la pierna derecha. No se la amputaron, pero los dolores eran tan terribles que ni siquiera podía conciliar el sueño.
Desesperada, Johanna acudió a un médico que le sugirió una terapia con hielo. Y ocurrió el milagro. No sólo se despidió para siempre de los dolores, sino que le cogió tal gusto al agua helada que se ha ganado a pulso el sobrenombre de la sirena del hielo.