La infanta Cristina, más sola que nunca: enfrentada con todos
Tras romper las negociaciones de su divorcio por las exigencias económicas de su ex, los Urdangarin han decidido darle la espalda a la Infanta después de más de 20 años de complicidad y amistad
Cuando todos esperábamos que los ex-Duques de Palma firmaran su divorcio, la historia de despecho y desamor que protagonizan ha dado un giro que nos ha pillado a todos por sorpresa. Y es que la infanta Cristina se ha plantado y se ha negado a firmar los papeles después de que Iñaki Urdangarin decidiera pedir más dinero del que ya se había acordado (25.000 euros mensuales y dos millones en concepto de indemnización, además de varios inmuebles).
Según contaron fuentes cercanas a la pareja a ‘El Cierre Digital’, Iñaki cree que Cristina le fue infiel mientras estuvo en la cárcel por el caso Nóos, con un aristócrata barcelonés con el que estaría saliendo en la actualidad. Esa supuesta y, según su círculo, poco probable traición sería lo que le ha llevado a pedir una compensación económica por el dolor que podría haberle causado.
El chantaje de las memorias no funciona
Sea por este motivo o para garantizarse el estilo de vida al que se ha acostumbrado durante su matrimonio con la hermana de Felipe VI, esta petición ha sido la gota que ha colmado el vaso de la paciencia de la Infanta, muy disgustada y decepcionada por la maniobra de Iñaki a estas alturas del proceso de divorcio.
Por eso ha decidido romper las negociaciones por lo menos, dicen, hasta que pase el verano. Incluso ha llegado a decirle a su exmarido que si quiere publicar sus memorias –por las que le ofrecían 2 millones de euros– que las publique. Sólo le recordó que, si lo hace, piense que los únicos perjudicados serán sus hijos, Juan, Pablo, Miguel e Irene.
Cristina, muy celosa durante su matrimonio
"Cristina lo ha pasado muy mal, también en su matrimonio. Era muy celosa y tenía miedo de que alguna mujer se acercara a su marido con intenciones, porque, además, él siempre tonteaba", ha explicado una de sus amigas a ‘Vanitatis’, antes de recordar que, cuando estalló el caso Nóos, "ella lo dejó todo, absolutamente todo, por su marido. Es normal que ahora esté enfadada".
Como toda acción tiene consecuencias, este parón de las negociaciones de la Infanta no se salva de esta máxima y ha provocado una declaración de guerra de los hermanos Urdangarin, que han roto todo contacto con ella. Y esto ha supuesto un duro golpe para Cristina, que siempre había mantenido una relación extraordinaria con su familia política.
Han sido muchos años de cariño, de compartir las alegrías y también los momentos más complicados y tristes, sobre todo con Ana, la mayor de los Urdangarin, que vive en Barcelona. La que fue una de sus mejores amigas, hoy es su enemiga acérrima y la culpa de todos los sufrimientos que está padeciendo su hermano.
Y su odio, al parecer, se hace extensivo a toda la Familia Real, a la que ve como responsable final de la situación de Iñaki. Ana no entiende que su excuñada haya regresado al redil de los borbones después de que estos, excepto la reina Sofía, le dieran la espalda durante años por el caso Nóos.
Adiós a los veranos en familia
Hace un año, cuando la ruptura entre Iñaki y Cristina ya era una realidad tras la aparición en escena de Ainhoa Armentia, la Infanta estuvo en esa localidad francesa. Como cada verano, fue con sus hijos a la residencia de los Urdangarin en Bidart, que ha sido siempre una segunda casa para ella, el lugar al que se escapaba cuando su ex estaba en la cárcel y donde la esperaba su familia política con los brazos abiertos.
Dos bodas familiares tras la ruptura
Es más, el año pasado, Cristina también estuvo en los enlaces de dos de sus sobrinos, hijos de Cristina Urdangarin, en EEUU, otra prueba de la excelente relación que mantenían. No es probable que ahora se repitan esas escenas familiares compartiendo jornadas de playa con la familia de Iñaki, algo que, a buen seguro, a Cristina debe resultarle muy duro.
Las visitas de Cristina a sus sobrinos
La tristeza de Cristina es más que evidente y, para mantener la esperanza de una posible reconciliación cuando se firme el divorcio, se esfuerza por no romper todos los lazos con los Urdangarin –sólo su suegra, Claire, parece seguir bien con ella–, especialmente con Ana, a cuyos hijos visita en Barcelona siempre que va a la ciudad.
Lo hizo a mediados de julio, cuando fue al piso de los jóvenes, con su hijo Pablo, para pasar la tarde con ellos. Sin embargo, parece que estas visitas son un hilo demasiado fino para resistir la tensión que se ha instalado entre ella y sus cuñados. Como siempre, el tiempo dirá.