Jaime Peñafiel: «Diez años sin Sabino, el paño de lágrimas de la reina Sofía»
Sabino Fernández Campo, besando la mano de su quería Sofía, mientras don Juan Carlos le sonríe.
El 26 de octubre se cumplieron 10 años de la muerte de «un hombre excepcional a quien toda España conocía por su nombre de pila, Sabino», nos recuerda nuestro colaborador, Jaime Peñafiel. Era teniente general de los Ejércitos y jefe de la Casa de Su Majestad el Rey.
«Sabino abandonó la Zarzuela manteniendo su carismática denominación, aunque nunca tubo que imponer su autoridad», explica Peñafiel. Sucedió el 30 de diciembre de 1992, «aquel día fue el principio del fin de una relación apasionada y apasionante no sólo con el Rey, sino también con la Reina».
«Mientras apuraban sus platos, don Juan Carlos se dirigió a doña Sofía para decirle:
–Sofi, ¿sabes que Sabino se nos va?
Mentía. No se iba. Le echaba. La Reina, con su habitual ingenuidad, creyó que se refería a la inexorable jubilación.
–No, Sabino nos deja en una semana–, dijo Juan Carlos.
Doña Sofía no daba crédito a lo que estaba oyendo. Sabino tampoco.
–¿Es verdad eso, le preguntó con los ojos llorosos.
Sabino, que estaba tan sorprendido como la propia Reina, musitó:
–Si el Rey lo dice…»
Una vez los monarcas se quedaron solos, Juan Carlos le hizo la siguiente confesión: «No te lo quería decir, pero ya que tanto dolor te produce, te diré que se marcha por tu culpa».
Ésta es la explicación que Sabino le dio personalmente a Peñafiel sobre lo sucedido: «La culpa pude haberla tenido yo. Por un malentendido. Por una grabación manipulada por el general Síntes. Resulta que la Reina solía acudir casi todos los días a mi despacho para quejarse de su situación sentimental. Permanecía horas y horas lamentándose y yo la escuchaba con todo el respeto. Cuando se marchaba, Fernando Gutiérrez, el jefe de Prensa se quejaba de que, por culpa de la Reina, durante horas no se podía hacer nada. “¿Qué quieres que haga? ¿Qué la eche del despacho?”, se me oye decir».
Sabino se dolió hasta su muerte de no haber podido explicar a doña Sofía la verdad de aquellas palabras.
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