Rey Juan Carlos: salen a la luz sus amantes y momentos más polémicos
El documental "Salvar al rey" saca a la luz el lado más oculto y desconocido del rey emérito. Te lo desvelamos
Borbón de casta y tronío, Juan Carlos I ha estado siempre obsesionado con las faldas. Le gustan tanto las mujeres como el poder, el dinero y el deporte. Por lo menos, así se cuenta en el documental "Salvar al rey", que HBO ha estrenado.
Al margen de su matrimonio con doña Sofía, que fue concertado por el general Franco y empezó a hacer aguas tras el nacimiento de un heredero varón, el emérito ha mantenido muchas relaciones extramatrimoniales en su vida. De algunas se sabe algo, otras han sido casi públicas y las ha habido irrelevantes, pero una de las más intensas y desconocidas fue la que tuvo durante 29 años con la fotorreportera Queca Campillo, probablemente una de las mujeres más importantes de su vida y, seguramente, una de las que más lealtad le guardó siempre.
Invitada a la Zarzuela
"La primera vez que vi al Rey fue cuando tras la muerte de Franco cubrí la llegada de los personajes importantes al Congreso el día de su coronación", explica Queca en el documental en una grabación del 2014, un año antes de que muriera, a los 65 años, por un cáncer de pulmón.
Aquel histórico día, el Rey no vio a aquella guapísima joven de larga melena rubia, pero no le pasó desapercibida cuando la descubrió entre los fotógrafos en la cena de gala que se ofreció en el hotel Ritz a Teodoro Obiang, en la visita oficial del presidente guineano a España.
"Me quedé impresionada cuando vi que, en todas las fotos, el Rey miraba a mi cámara. Al salir, se había acercado a mí y me había saludado, sonriéndome", revela Queca, que alucinó cuando, al día siguiente, un hombre la llamó por teléfono: "¿A que no sabes quién soy?". La fotógrafa reconoció la inconfundible voz del monarca y aceptó, sin pensarlo un segundo, su invitación de visitarlo en la Zarzuela. "Entonces empezamos una relación, difícil porque no teníamos dónde citarnos, no había móviles. Nos veíamos en una furgoneta que él tenía en un camino que hay, entrando por Torrelodones, cerca de la Zarzuela", desvela en el documental.
La mujer que paró las fotos del Rey desnudo
Además de amante, Queca Campillo se convirtió en su amiga. Una persona firme, sincera y leal, sin miedo a decirle las cosas tal y como eran. Según Carmen Gutiérrez, hija de la reportera, "cualquier cosa que mi madre viera que el Rey tenía que saber, del medio o ámbito que fuera, ella se la transmitía sin, como decía, paños calientes".
Queca fue también, según afirma el periodista Antonio Montero en el documental, la conexión del Rey con la prensa: le filtraba las informaciones que le interesaban y sabía lo que se cocía en los medios sobre él y su familia.
A Queca le pidió que fuera a Palma cuando supo que le habían pillado desnudo en el "Fortuna". Las fotos no se publicaron en España.
También recurrió a ella cuando urdió un plan para acabar con el noviazgo de la infanta Cristina con Iñaki Urdangarin porque, según desvelaba Queca, el Rey le dijo "es un tío que no nos gusta nada. Es deportista, su padre es del PNV". Pero el reportaje no llegó a hacerse. "Páralo. La Infanta está muy enamorada, es el hombre de su vida y se va a casar", le dijo.
Misteriosa filtración
Con Queca comentó que no sabía de dónde había salido la información que llevó a la prensa a publicar su romance con la decoradora mallorquina Marta Gayá. Poco después, tras otras inconvenientes filtraciones, el Rey y la periodista descubrieron que "la garganta profunda" había sido el mismísimo jefe de la Casa, Sabino Fernández Campo.
Éste veía con malos ojos la deriva del monarca hacia relaciones y negocios tan opacos como peligrosos para la institución monárquica. No iba desencaminado, pero sus maniobras sólo tuvieron un resultado: su destitución.
Curiosamente, entre las declaraciones de Queca no hay referencia a una de las amantes del Rey que más polémica han despertado: Bárbara Rey.
Grabaciones y audios en el dormitorio
Musa del CDS, se la presentó Adolfo Suárez y don Juan Carlos se quedó prendado de aquella mujer espectacular. Tanto se veían, que los servicios secretos, el Cesid, alquilaron un chalet para sus encuentros, pero el emérito visitó muchas veces la casa de la artista.
"Bárbara sabía que tenía oro", dice Montero en el documental. Así fue. En 1995, los servicios secretos pagaron 25 millones de pesetas para frenar la publicación de unas fotos de Juan Carlos tocándole un pecho. Pararon el golpe, pero pronto se supo que había material mucho más sensible: vídeos en el dormitorio y audios en los que el Rey hablaba, no precisamente bien, de gente importante. Una real amenaza. "La parienta va mal de dinero y pide más", aseguran que dijo Juan Carlos, que llamaba así a la "vedette" cuando hablaba en clave.
"Esa mujer, Corinna, lo va a hundir"
En 1997, le dieron 100 millones y otros 500 más se le pagaron en mensualidades. Según los indicios, dinero público. Además, Bárbara firmó un contrato en TVE que la llevó a la pantalla en horas de máxima audiencia. Después, fichó por Canal 9 para un espacio de cocina, cobrando medio millón de pesetas por cada programa.
Sí se ha conocido la opinión que Queca tenía de Corinna Larsen. El Rey conoció a esta empresaria alemana de origen danés como organizadora de las cacerías a las que acudía con sus amigos. Se quedó deslumbrado con ella y se enamoró como un colegial.
En el 2004 empezaron una relación que tendría muchos altibajos. "Ésta le busca la ruina. Esta mujer le va a hundir", cuenta Antonio Montero que le dijo muchas veces Queca, que sabía y aceptaba que en la vida del Rey había muchas más mujeres que ella. No le importaba, siempre que no quisieran aprovecharse de él. Según la hija de la fotógrafa, "mi madre tenía una opinión negativa de cualquier mujer que hiciera negocio de su relación con el Rey". Y Corinna quería hacer grandes negocios.
Juan Carlos la convirtió en su socia y, enloquecido por el amor, hizo habilitar una casa cerca de la Zarzuela para tenerla cerca. Incluso se planteó divorciarse de doña Sofía para casarse con su joven amante. Por alguna razón, se echó atrás en el último momento, pero ya era tarde.
En abril del 2012, con el escándalo de Urdangarin ya en marcha, su accidente de caza en Botsuana activó la bomba de relojería que, dos años después, llevaría a Juan Carlos I a una abdicación que no quería. Queca murió sintiéndose decepcionada porque, al final, no había podido salvarlo de sí mismo.