El Papa Francisco, así creó su Papado diferente
Séptimo y último capítulo de la desconocida y fascinante vida de el Papa Francisco
En 2013, tras la renuncia de Benedicto XVI, Jorge Mario Bergoglio volvió a ser uno de los cardenales con derecho a voto para escoger al nuevo Papa. Tenía 76 años, quería jubilarse, vivía en Buenos Aires y pensó que estaría solamente unos días en Roma. No sabía qué equivocado estaba…
Antes de que los 115 cardenales electores se encerraran en el cónclave, en el exterior, se barajaban varios candidatos como papables. A Bergoglio lo descartaban por demasiado mayor, aunque se sabía que muchos apoyaban sus tesis de una Iglesia que rompiera con lo anterior para volverse hacia los más pobres.
Los pronósticos no se cumplieron y, tras cinco votaciones, el cardenal argentino fue elegido. Esta vez Bergoglio no rehuyó la responsabilidad. “Soy un pecador, pero acepto”, dijo al resto de cardenales.
Por muy Papa que fuera, siguió siendo un jesuita austero. Renunció vivir en los aposentos del Palacio Apostólico y se instaló en la Casa de Santa Marta, una residencia vaticana para sacerdotes y obispos en tránsito bastante espartana.Vivir allí le permitía –y le permite– estar en contacto con la gente. Los trabajadores de la Casa intentaron dirigirse a él con el tratamiento de Su Santidad, pero él les dijo: “No, por favor, llámenme padre Bergoglio”.
A sus familiares y amigos, que querían viajar a Roma el 19 de marzo del 2013 para la misa inaugural de su pontificado, les pidió que no lo hicieran y destinaran el dinero a obras de caridad.
Implacable contra los abusos sexuales de algunos sacerdotes
Como papa Francisco se volvió más comprensivo en cuestiones como el aborto, el divorcio o la homosexualidad que cuando era arzobispo. Pidió disculpas al colectivo gay. “No es papel de la Iglesia juzgar a los homosexuales”, sentenció. Tampoco cerró la puerta a que los sacerdotes se casen. “Es humano querer un pastel... y comérselo”, dijo. Desde su llegada a la Santa Sede, creó una comisión contra los abusos sexuales de los sacerdotes, tema sobre el que aplica una “tolerancia cero”, advirtiendo de que si los obispos lo encubren se convierten en “cómplices” del delito.
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