Paz Padilla dejó al amor de su vida por su carrera en la tele
La joven acompañó a su cuñado a una prueba para la pequeña pantalla y resultó ser ella la elegida
En el segundo capítulo del coleccionable dedicado a la vida de Paz Padilla, repasamos cómo la actual conductora de Sálvame fraguó su carrera televisiva. Un sueño por el que tuvo que hacer grandes sacrificios.
A los 20 años, Mari Paz trabajaba en el Hospital Universitario Puerta del Mar de Cádiz, donde ejercía de auxiliar de enfermería y sabía cómo despertar sonrisas entre los enfermos. Estaba enamorada de Antonio, su compañero y alma gemela en la etapa del descubrimiento primerizo del amor. ¡Cuántos proyectos y aventuras les esperaban juntos! Pero, como dice la canción, la vida te da sorpresas y, en el caso de la gaditana, fue una tan grande que le cambió la existencia.
Un “casting” casi por accidente
Todo se precipitó después de acompañar a su cuñado, que era mago, a un “casting” para televisión. Al verla, el director quiso saber si también iba a hacer la prueba. Aunque, en un principio, dijo que no, su cuñado la convenció de ello y, con sus chistes y su desparpajo, se metió a todos en el bolsillo. Pocos días después, la llamaron para ofrecerle trabajar en el programa “Genio y figura” de Antena 3. Su carrera televisiva estaba a punto de arrancar.
Eso sí, durante varios meses, Paz intentó compaginar su trabajo en el hospital con el programa, pero, al final, pudo más el humor y la joven colgó la bata de auxiliar de enfermería para dedicarse a los platós. Tomar aquella decisión le costó mucho y, entre otras consecuencias, tuvo una muy dolorosa: su ruptura con Antonio, el amor de toda la vida, porque, en aquel momento, él no pudo entender lo que significaba para ella labrarse un futuro en este mundo.
Conoció al padre de su hija en la tele
En los descansos de las grabaciones, conoció a Albert Ferrer, que era entonces el representante de Chiquito de la Calzada y pasó a ser el suyo. Sin darse cuenta, entre charla y charla, volvió a enamorarse. Junto a él tuvo a su única hija, Anna, a la que está muy unida.
El año 1998 fue esencial para ella, ya que su carrera dio un salto definitivo: estampó su firma en un contrato para salir en el programa que reinaba en las noches televisivas y algo canallas de nuestra televisión, “Crónicas marcianas”. En el espacio, conducido por Javier Sardá, coincidió con un montón de colaboradores que, con el tiempo, han sido estrellas televisivas.
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En este enlace encontrarás el primer capítulo, dedicado a su dura infancia.