«Interactuar con Lilou es muy especial porque no mucha gente ha visto un cerdo en la vida real», explica su dueña, Tatyana. «La ven, la acarician, sienten esa felicidad y a veces, para mucha gente, es un gran recuerdo que quizás conservarán para siempre».
Tatyana y Lilou están juntas desde que la cerdita tenía dos meses y viven en San Francisco. Al pasear por la calle, todo el mundo se paraba a acariciar a «mi amada bebé animal» hasta que, hace tres años, decidió hacer voluntariado con ella. «Visitamos hospitales, residencias de ancianos, escuelas…».
«Es el primer cerdo de terapia de la ciudad y el primero de terapia de aeropuerto del mundo. También colaboramos con el Centro Comunitario de Asuntos de Veteranos visitando a quienes viven allí, haciendo su vida un poco más emocionante». Además, «también es una oportunidad educativa para nosotros porque nos gustaría compartir más información sobre los cerdos, lo limpios e inteligentes que son».