El doctor Donald Cline llevó a cabo cientos de inseminaciones entre las décadas de los 70 y los 80 en su clínica de Indiana, en Estados Unidos. Él aseguraba que era especialista en tratamientos de fertilidad y que obtenía el esperma de jóvenes estudiantes de Medicina. Sin embargo, no decía la verdad: en muchos de los casos, utilizaba sus propios espermatozoides.
El caso salió a la luz después de que Jacoba Ballard, hija de una de las mujeres que trató, empezara a buscar si tenía «hermanos»; es decir, hombres o mujeres nacidos del mismo donante que ella. Para descubrirlo, se inscribió en varios grupos de redes sociales especializados en hijos que buscaban a sus padres biológicos.
Al poco tiempo, dio con una chica, con la que parecía tener similitud física y cuya progenitora fue paciente del doctor Cline. Tras realizarse las pruebas necesarias, ¡descubrieron que eran medio hermanas!
Poco a poco, más personas se fueron poniendo en contacto con ellas y los análisis revelaron que también guardaban parentesco…
Los afectados empezaron a sospechar y hablaron con el médico, quien confesó haber utilizado su propio esperma. Hasta el momento, se ha podido confirmar que lo hizo en 48 mujeres.
Sumamente dolidas tras conocer la verdad, las víctimas denunciaron al médico, que dejó de ejercer en el 2009 y que en la actualidad tiene 80. Eso sí, curiosamente, las decenas de «hijos de Cline que se han conocido, mantienen una excelente relación.