La duquesa de Sussex creció rodeada de amor en una familia polémica
Como cualquier niña estadounidense, Meghan Markle creía que la única corona a la que, tal vez, podía tener acceso, sería la del baile de fin de curso. Sin embargo, la vida la llevó, no sólo a conseguir ese título soñado por las adolescentes «yanquis», sino también a ser una famosa actriz y a convertirse en la mujer de un verdadero príncipe, nieto de la monarca más famosa e influyente del mundo.
Pero, ¿cómo era la duquesa de Sussex antes de conocer a Harry? Te lo desvelamos con todo detalle:
Su padre, Thomas, era director de iluminación de series como «Matrimonio con hijos» y «Hospital General», por lo que, desde pequeñita, Meghan correteaba por los platós de televisión. A pesar de haber ganado un Emmy, su progenitor se retiró a mediados de los años 90 y se asentó en Rosarito, México. A principios de los años 2000 cayó en bancarrota, pero le tocaron 635.000 euros en la lotería, un dinero que también «se pulió». La relación entre ambos se ha enfriado muchísimo. De hecho, Thomas ni siquiera acudió a la boda.
Su madre, Doria, que es afroamericana, tenía 23 años y trabajaba como aprendiz de maquilladora cuando conoció a Thomas. Tras ocho años juntos, se divorciaron y Doria crió a Meghan junto a su madre, Jeanette, también separada. La formaron para ser una mujer fuerte, valiente e independiente como ellas, con la certeza de que podría lograr lo que se propusiera en la vida.
Era una niña despierta, feliz y muy sensible a las injusticias. De hecho, a los 11 años escribió a Hillary Clinton una carta protestando por un anuncio y recibió respuesta. Es más, logró que un fabricante de jabones cambiase su «slogan» y un programa de televisión se desplazó hasta su hogar para entrevistar a la niña que había logrado tal hazaña. Desde entonces, Meghan se tomó muy en serio su compromiso social.
A los 15 años, Meghan hizo un «tour» por Europa con su mejor amiga, Ninaki Priddy, y se fotografió frente al Palacio de Buckingham. Según Niki, que no se habla con ella desde que se divorció de su primer marido, la exactriz estaba obsesionada con la Familia Real británica.
Antes de alcanzar la fama, apareció de manera esporádica en diversas series de moda, como «Century City», «Cuts», «La guerra en casa», «CSI: Nueva York»… Paralelamente, la joven actriz también ejercía de modelo y de azafata en concursos como «¡Allá tú» y «1 contra 100».
Tras muchos años luchando por su sueño, en 2011 le llegó la recompensa profesional: comenzó a trabajar en la serie «Suits» y su fama se disparó mundialmente.
Con 23 años, conoció a Trevor Engelson, un joven productor de Hollywood y la química entre ellos fue prácticamente instantánea. Tras siete años de relación, se casaron en una original ceremonia en Ocho Ríos, Jamaica. Sin embargo, por culpa de sus respectivos trabajos debían pasar mucho tiempo separados y su amor no superó los desencuentros de la distancia. La pareja se divorció en el 2014.
Tras su separación, la actriz decidió centrarse en aprovechar su fama para dar un impulso mayor a su faceta humanitaria y feminista y, ese mismo año, comenzó a colaborar con ONU Mujeres, donde trabajaba codo con codo con actrices como Emma Watson y con su admirada Hillary Clinton. También se convirtió en embajadora de la oenegé canadiense World Vision, con la que viajó a Ruanda para llamar la atención sobre la campaña «Agua limpia» y se implicó en diferentes causas.
Meghan también abrió un blog, «The Tig», dedicado a promover la comida rica, la vida sana y la solidaridad. Tanto el blog como su cuenta de Instagram tuvieron gran éxito. Sin embargo, una vez salió a la luz su compromiso con el príncipe Harry, ambas fueron eliminadas.
Famosa, centrada en causas solidarias y compartiendo hogar con su perro Bogart, Meghan pasaba absolutamente de los hombres, hasta llegar a preocupar a su gran amiga, la diseñadora Misha Nonoo. Ella conocía a un joven tan solidario, acostumbrado a la fama y divertido como Meghan y pensó: «¿Por qué no presentarlos a ver qué pasa?». Se trataba de un amigo de la infancia de su exmarido, Alexander Gilkes que, casualidades de la vida, era ¡el príncipe de Inglaterra!