Haakon y Mette-Marit de Noruega: el triunfo de un amor a contracorriente
Los 23 años de feliz matrimonio de los herederos al trono noruego dan fe de que los sentimientos pueden vencer a los prejuicios si se lucha por ellos
Un compromiso mal aceptado
Enamorados. Mette-Marit y Haakon son, quizás, los royals que menos esconden su amor.
Porque cuando el 1 de diciembre del 2000 la Casa Real hizo público el compromiso nupcial de Haakon de Noruega con Mette-Marit Jensen, ambos de 27 años, se desató un escándalo mayúsculo en un país con fama de moderno y liberal. ¿El heredero al trono casado con una joven sin sangre noble y con un pasado lleno de episodios comprometidos? Aquello era inaceptable.
Lo irregular, decían los que se escandalizaban y se rasgaban vestimentas propias y ajenas, no era que la joven careciera de títulos nobiliarios. Al fin y al cabo, la reina Sonia tampoco los tenía y la cosa había funcionado. Lo que despertaba todos los prejuicios era que la futura princesa fuera madre soltera de un niño de 3 años cuyo padre estaba en la cárcel por tráfico de drogas.
Mette-Marit y Haakon el día de su boda.
Lo que indignaba era que se hubiera presentado a un concurso de tele para buscar novio. Lo que le criticaban era su juventud de fiestas, alcohol y ligues. Aquel "currículum" se veía como una mancha para la institución. Creían que Haakon había elegido a su futura esposa en contra de todo lo aceptable.
Tras casarse en el 2001, Mette-Marit ha aprendido el oficio de princesa de la mano amorosa de su marido.
Mette-Marit y Haakon se conocieron a finales de los 90 cuando los presentó un amigo común en el Festival Quart, el mayor espectáculo de rock de Noruega, pero tuvieron que pasar unos cuantos años más hasta que se volvieran a ver en el mismo escenario y, entonces sí, se enamoraran perdidamente. "Me vio. Me entendió. Y me abrazó", diría la princesa años atrás sobre aquel reencuentro, cuando ella ya era mamá.
"La brillante chica sureña me impresionó –reveló él–. Me gustaba hablar con ella y me sentía seguro cuando estábamos juntos. El hecho de que tuviera un hijo me hizo ver que no tenía miedo a asumir ese tipo de compromiso y responsabilidad". Y así surgió un amor que, pese a ir a contracorriente, iba a imponerse como el final feliz de un cuento de hadas.
A los pocos meses, él hizo las maletas, dejó el palacio y se fue a vivir con ella y el pequeño Marius a un apartamento del centro de Oslo. En cualquier otra pareja aquello no hubiera importado, pero en Haakon se consideró impropio.
No les importó, siguieron adelante convencidos de que sus sentimientos podían luchar contra cualquier prejuicio y lograron doblegar las resistencias.
Antes de poder casarse, Mette-Marit había tenido que firmar un documento conforme su hijo no tenía ningún derecho monárquico y había aparecido en público para dar explicaciones sobre un pasado que, dijo, "por mucho que quiera no puedo recuperar ni cambiar".
Una foto de boda que fue inédita
Unidos. Afrontan juntos todo, como cuando le diagnosticaron a ella fibrosis pulmonar y un síndrome que le provoca vértigos y mareos.
A las 5 de la tarde del 25 de agosto del 2001, Haakon y Mette-Marit entraron cogidos de la mano en la catedral de Oslo. A los protagonistas de la primera boda real del siglo XXI se les veía radiantes y, tras la ceremonia, saludaron desde el balcón de palacio con Marius en brazos en una foto de recién casados sencillamente inédita.
Familia numerosa. Con la llegada de Ingrid y Sverre, que tienen una excelente relación con su hermano Marius, formaron una gran familia feliz.
Después, llegaron sus hijos en común –Ingrid Alexandra (2004) y Sverre Magnus (2005)– y se consolidaron como una familia feliz y unida, aunque, según reconoció hace poco la princesa, "hay algunos períodos de mi vida, quizás en mi primera fase con Haakon, en los que todavía no puedo pensar sin vomitar, porque fue muy duro, había mucha presión y llegué sin ninguna experiencia".
Juntos han pasado por muchas cosas, buenas y malas. Pero, viéndoles juntos, se puede decir sin miedo a equivocarse que su amor sigue intacto.