Ángel Martín: "Tras un brote psicótico, acabé atado a la cama"
El humorista ha relatado en un libro los peores momentos de aquella experiencia
Hace cuatro años, el cómico y humorista Ángel Martín escuchaba voces que le hablaban de cosas diversas y veía mensajes por todas partes. Entonces él no era consciente, pero tenía un brote psicótico. Tras acabar en un hospital psiquiátrico, como él ha contado, "atado a una cama" y, someterse a dos años de terapia, consiguió "reconstruirse" y ser, hoy en día, "una mejor persona".
Ángel ha narrado todo lo que le sucedió en "Por si vuelven las voces" (Editorial Planeta), un libro que él reconoce que hubiese agradecido encontrarse durante su lucha con la enfermedad mental. "La intención es que, si alguien ha pasado por algo así y está en un momento jodido y no ve ninguna luz, le pueda ayudar contando lo que yo he vivido", manifestó el presentador.
"No sabía nada, ni quién era"
PRONTO: ¿Dirías que te ha servido como terapia escribir este libro?
ÁNGEL MARTÍN: Es lo más terapéutico que he hecho en años, porque me ha obligado a verlo desde fuera, pero metiéndome de lleno en la historia. Cada viaje que hacía a ese momento, para poder escribir, me abría puertas a nuevas sensaciones. Volvía a recordar cosas tristes y dolorosas, pero ha sido muy terapéutico.
P.: ¿Cuándo te diste cuenta de que necesitabas ayuda profesional?
A. M.: En mi caso no me di cuenta yo. Cuando ingresé en el hospital, no sabía por qué estaba ingresado. Llevaba un par de días haciendo cosas raras en redes sociales. El resto de amigos o conocidos de entonces pensaban que era una broma, que soy cómico, pero mi chica supo que no era una broma y entre ella y un amigo me llevaron al hospital. Lo que vino después de todo aquello fue muy complicado, dinamita pura.
P.: ¿Por qué?
Á.M.: Fue la depresión más profunda que te puedas imaginar. No sabía nada, ni quién era, ni los vínculos que tenía con el mundo, ni quién era nadie exactamente. No era capaz de poner tres letras en una libreta, nada funcionaba y creía que me quedaría así para siempre. En una situación como ésta quien está contigo tiene que entender que eres dinamita, en el sentido de que cualquier palabra o gesto puede, o hundirte más, o darte un poquito de luz.
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