José Sacristán: "¿Retirarme yo? Antes monja"

No llegaba al metro veinte de estatura cuando, con sólo 6 años, José Sacristán soñaba sentado en una butaca del cine de Chinchón (Madrid) con ser como Tyrone Power mientras contemplaba embelesado aquella gran pantalla donde todo parecía posible.

Han pasado más de siete décadas desde entonces y, a sus 84 años cumplidos hace pocos meses, es consciente de que ese sueño ha sido superado con creces, pues es uno de los actores más reconocidos de nuestro país, con una carrera sólida, aplaudida y premiada.

"La continuidad en el trabajo es la mejor medida del éxito en este profesión y este país"

El veterano intérprete recibirá su próximo galardón, el Goya de Honor 2022, el 12 de febrero en el Palau de les Arts de Valencia por "representarnos de forma única en tantos títulos inolvidables que forman parte de nuestra memoria", según explicó el director Mariano Barroso.

"Cuando llega un reconocimiento de estos lo mejor es que te pille trabajando. La continuidad en el trabajo es la mejor medida del éxito en este profesión y este país. Si además llegan los reconocimientos, mejor que mejor. Pero si no hay trabajo, indudablemente no va a haber reconocimiento", dijo Sacristán en un encuentro con la prensa, donde nos impresionó con su impecable memoria, su habitual franqueza y su imperturbable amor y pasión por la profesión que, hoy en día, lo mantiene en escena, pues sigue de gira con "Señora de rojo sobre fondo gris".

En el anuncio de la Gala Goya vende el cine puerta a puerta

Pero, a pesar de estar ahora consolidada, su carrera no siempre le dio para pagar las facturas, y en los años 60 tuvo que pluriemplearse trabajando como vendedor del Círculo de Lectores. Una anécdota a la que Sacristán hace un guiño en el spot de promoción de la Gala de los Goya, que protagoniza y donde se le ve "vender" el cine español de casa en casa.

PRONTO: ¿Qué recuerdas de aquella época?

JOSÉ SACRISTÁN: Tengo un recuerdo maravilloso. Era el año 63 del siglo pasado. Nunca me ha faltado trabajo como actor, pero lo que ganaba no era suficiente porque, en el 64, nació mi hijo mayor. Vi un anuncio en "Ya", me cogieron, me instruyeron en la calle Barquillo y tuve clarísimo que aquello se iba a vender como rosquillas porque tenían obras de Pío Baroja, Joyce u Ortega y Gasset. Yo me remangaba la túnica de Calígula y me ponía a vender libros. ¡Apunté al Círculo a toda la profesión!

P.: ¿Uno se acostumbra a recibir premios o todavía te emociona?

J.S.: Yo lo sigo celebrando, aunque insistiendo en que es temerario vivir pendiente de los premios. En ocasiones me dan reconocimientos en pequeñas localidades, que no tienen más trascendencia que la del concejal de cultura del ayuntamiento del lugar donde te lo entregan.

"Seguiré mientras aguante con un mínimo de lucidez"

P.: ¿Te planteas retirarte de los escenarios?

J.S.: No, no, ¡antes monja! Mientras pueda seguir jugando, seguiré. Y mientras al que me vea le siga pasando algo. ¿Por qué se inquieta el espectador, por qué se emociona, por qué se cree que soy el rey de Dinamarca si sabe que soy de Chinchón? Pues cuando este juego se da entre el espectador y el actor, es formidable. Y mientras aguante el tirón con un mínimo de lucidez, ahí seguiré.

Recientemente, el actor confesó que sufría una enfermedad neurológica, labilidad emocional, que podría provocar su jubilación.

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