La apasionante vida de Concha Velasco, capítulo 2: el amor imposible de la chica yeyé
La que fue "la querida" en varias relaciones renunció a la pasión que sentía por Manolo Escobar para no romper el matrimonio del almeriense

En los años 50, en plena posguerra, la gente necesitaba más que nunca soñar, evadirse y encontrar la alegría en los espectáculos teatrales, los musicales y el cine. Esa España triste acogió con los brazos abiertos a Chiti –así llaman a Concha Velasco en casa–, aquella joven de amplia sonrisa y maravillosas piernas que, con 15 años, entretenía al público bailando con su picardía y descaro y que, en 1954, se había estrenado en el cine.
Su arte no había pasado inadvertido para unos productores que la vieron sobre el escenario, cuando, demostrando su talento, se vestía de volantes con Manolo Caracol o se transformaba en una "vedette" llena de plumas y lentejuelas con Celia Gámez.
Detenida en Barcelona

Su osadía la había llevado a hacer revista con Virginia de Matos, con la que Concha Velasco actuó en Barcelona hasta que un compañero la denunció por trabajar siendo menor de edad. Tras ser detenida, la policía la devolvió a Madrid esposada en un tren de tercera donde compartió vagón con delincuentes y asesinos custodiados por la Guardia Civil, una anécdota que a Concha Velasco se le quedó grabada de por vida. Sin embargo, nada detenía a esa joven que se sentía orgullosa de poder mantener a su familia con lo que ganaba, sobre todo cuando le abrieron las puertas al séptimo arte.

Concha Velasco jamás se había planteado ser actriz, pero su simpatía y belleza enamoraron a las cámaras. Levantar pasiones fue algo que se le dio muy bien a la Velasco desde bien jovencita. Tal era su éxito que alguna vez ha contado como anécdota que, con apenas 17 años, se le acercaban caballeros maduritos que le hacían propuestas para que les enseñara su talento en un sitio más privado... Uno de ellos insistió tanto en acostarse con ella que la joven, necesitada en ese momento porque quería pagar la entrada de un piso en la calle Toledo para sus padres y su hermano, le pidió 36.000 pesetas por un encuentro íntimo. Pero Conchita, enamorada platónicamente de artistas como Gary Cooper o Errol Flynn, no estaba dispuesta a darle su honra a cualquiera y mucho menos a un señor ya entrado en años, así que cuando tuvo el dinero en la mano, lo dejó plantado en calzoncillos y salió huyendo. La deuda, eso sí, prometió pagársela a plazos. Y así lo hizo.
Proposiciones indecentes

Sus pretendientes –y las proposiciones indecentes– sin embargo se dispararían considerablemente cuando rodó en 1957 "Muchachas en vacaciones", un filme que le valdría su primer premio interpretativo y tras el que llegaría una de las incursiones más exitosas de su carrera: "Las chicas de la Cruz Roja". La película la grabó cuando tenía 19 años con uno de los más idolatrados galanes de la época: Tony Leblanc.
Un compañero que para Concha Velasco fue más que especial. "El mejor que he tenido en toda mi carrera", reconoce la vallisoletana, que con ese papel pudo ganar 25.000 pesetas. Parte del dinero lo dedicó a comprarle a su madre una nevera.
La actriz, que se convirtió en la rompecorazones de la era franquista, reconocía que Leblanc fue "lo más importante que me ha pasado en mi vida profesional. A él se lo debo todo". A partir de ahí su fama y oportunidades se dispararon. De hecho, con Leblanc hizo otras cinco películas más antes de que éste le diera el gran empujón de su carrera cuando le presentó a Luis Escobar y la propuso como sustituta de Nati Mistral para el musical "Te espero en el Eslava", que posteriormente se llamaría "Ven y ven al Eslava".
El espectáculo era todo un éxito en las carteleras madrileñas de finales de los 50 y, aunque Concha Velasco no se parecía a Mistral en nada, ganó el papel con su simpatía y desparpajo. "Gracias a Tony pasé de ganar 45 a 3.500 pesetas diarias", reconocería Concha Velasco.
Enamorada de un director

El año 1960 estaba ya en el calendario cuando la bellísima vallisoletana fue elegida por el director José Luis Sáenz de Heredia para protagonizar "El indulto", filme basado en una novela de Emilia Pardo Bazán que Concha Velasco protagonizó con el mexicano Pedro Armendáriz. Cuando el proyecto arrancó, el equipo fue a celebrarlo a la coctelería Chicote, de la Gran Vía madrileña, donde la actriz recordaba el brindis del director "que hizo que se me cayera el corazón al suelo". "Vamos a brindar por “El indulto”, por Pedro Armendáriz y por ti, chica guapa", le dijo mirándola a los ojos.
Concha Velasco, que reconoció que "siempre he tendido a enamorarme de quien no debía", sentía fascinación por aquel director que era 28 años mayor que ella, estaba casado y tenía hijos. Y él lo sabía. Por eso, un día que rodaban en Barcelona, la invitó a ver un partido del Barça-Madrid y, aprovechando el único gol que metió el equipo merengue, le dio un apasionado beso. Luego, fueron a cenar y cuando la dejó en el hotel se besaron con pasión, dejando a Concha Velasco con el corazón desbocado.

"Me gustaba de una manera superlativa. Tanto, que hasta se me quitaba el apetito", recordaba Concha Velasco. Pero Sáenz de Heredia –que era primo de José Antonio Primo de Rivera– no era el Gary Cooper con el que la bella veinteañera había soñado, sino un hombre comprometido que jamás le podría ofrecer ni la estabilidad ni el futuro que ella deseaba.
Sin embargo, Concha Velasco se dejó llevar y, por suerte para ella, la censura de la época hizo que se hablara poco de esa relación, que fue muy pasional desde que tuvieron su primer encuentro carnal en Toledo, a donde se trasladó el rodaje de aquella primera película.
Noche de amor en Toledo

Ella misma contó que el 2 de mayo de 1960 perdió su virginidad con José Luis. Fue en un hotel donde tenían en la habitación de al lado al rey Hussein de Jordania, que disfrutaba en la "suite" nupcial de su noche de bodas con la princesa Muna, y que seguramente hicieron menos ruido que los fogosos españoles que daban rienda suelta a su pasión en el cuarto contiguo.

"José Luis fue un hombre al que quise mucho y del que aprendí una barbaridad, pero que seguramente no me quería tanto como yo a él. No era la persona que necesitaba", dijo Concha Velasco, que estuvo nada menos que 11 años al lado de este hombre, que fue su primer gran amor y también su Pigmalión en lo profesional. Él la cuidó, le dio papeles maravillosos y, como la propia actriz recordaba, le dejó lucirse en las 11 películas en las que la dirigió, como "La verbena de la Paloma" (1963), donde pudo cantar la soleá "En Chiclana me crié", o "Historias de la televisión" (1965), donde actuó de nuevo con Tony Leblanc e interpretó la canción que la convertiría en todo un símbolo de los 60: "La chica yeyé".

También fue Sáenz de Heredia quien unió a su querida Concha Velasco con Manolo Escobar en cinco películas, haciendo que la actriz se enamorara profundamente de éste. Sin embargo, él estaba casado con la alemana Anita Marx, así que tampoco era el candidato ideal para cumplir su sueño de llevarla al altar y tener hijos.
Por ello, decidió sufrir en silencio su amor por Escobar y hacerse amiga íntima de su mujer. "Él me gustaba muchísimo, pero ¿para qué destrozar un matrimonio?", dijo Concha Velasco, que ya se había cansado de ser "la querida".
A principios de los 70, rompió con Sáenz de Heredia y, tras actuar en el cine con Fernando Fernán Gómez –del que Concha Velasco diría que era el actor que mejor besaba del cine–, la actriz dio un nuevo rumbo a su profesión, dando el salto al teatro.

Bajo las órdenes de Antonio Buero Vallejo, en la obra "Llegada de los dioses", se enamoró de otro galán, Juan Diego. A José Luis le sentó tan mal que Concha Velasco le dejara que, encabritado, fue a por el actor para darle su merecido, pero en el último momento se contuvo. No le quedó más remedio que asumir que Concha Velasco se había cansado de la situación y quería tener a su lado a un hombre de su edad.
Tres años estuvieron juntos Juan Diego y la vallisoletana y ella recordaba de él: "Fue importantísimo en mi vida. Por un lado, no estaba casado, pero, por otro, no quería formalizar la relación debido a su ideología". Él era muy de izquierdas y a su lado la propia Concha Velasco comenzó su vinculación con la izquierda, algo que mantiene y le ha llevado a hacer a veces campaña por el PSOE.

De nuevo sin pareja, Concha Velasco volvió a enamorarse en 1975. Rodaba "Las bodas de Blanca", cuando notó que el director de fotografía, un hombre muy atractivo, la mirada fijamente. Era Fernando Arribas. Pocos fueron testigos de aquel romance, pues él estaba casado y tenía un hijo. De nuevo fue un amor secreto al que sucumbió cuando estaban trabajando en Burgos.
Lo que no esperaba era quedarse embarazada poco después, filmando "Las largas vacaciones del 36". Tras saberlo, pensó en "quitarse" a aquel niño, pero al final decidió tenerlo. La identidad del padre no trascendió y jamás se supo que Manuel, nacido el 4 de septiembre de 1976, era hijo de Arribas. Manuel se enteró de quién era cuando empezó a estudiar en la Escuela de Cinematografía y del Audiovisual de Madrid. Arribas era allí profesor y se reconocieron al instante. Desde entonces, tuvieron una excelente relación y Manuel se hizo amigo de su hermano, Luis. Por respeto a su familia y su intimidad, ni Concha Velasco ni su hijo dijeron nada hasta que falleció, el 24 de enero de 2021.
Pasión y tragedia

En 1974, pese a la educación tan tradicional que le había dado su padre, se puso el mundo por montera y empezó a criar sola a su hijo, al que paseaba, encantada, por los camerinos. Lo que no sabía la actriz era que su condición de madre soltera le duraría poco. Aunque ella le había echado el ojo al actor Guillermo Marín, con el que hizo "Don Juan Tenorio", pronto llegaría a su vida el hombre que marcaría para siempre su corazón y su vida, tanto en lo bueno como en lo malo: Paco Marsó. El guión más pasional, intenso y trágico de su vida estaba a punto de escribirse.
Capítulo 3: el marido que se largó en la noche de boda

No te pierdas el tercer capítulo de la apasionante vida de Concha Velasco:
Paco Marsó se coló en su vida para enamorarla perdidamente y para llevarla, por fin, al altar. Aquella misma noche la dejó sola para irse de juerga, lo que presagiaba los tormentos que iba a vivir al lado del hombre que adoptó a Manuel y le dio un segundo hijo, Paquito.