El rey Carlos III salva los recuerdos familiares de doña Sofía
Tatoi, el palacio donde la emérita pasó sus años de juventud más despreocupados, está restaurándose y el monarca inglés, emparentado con la Familia Real griega, ha decidido ayudar con 15 millones de euros
La emérita suplicó que le dejasen entrar unos minutos en Tatoi
La reina Sofía en el cementerio de Tatoi durante el funeral de su hermano.
Aquel dramático día fui testigo de un hecho muy doloroso. Doña Sofía quiso visitar, aunque fuera brevemente, el palacete en el que vivió los mejores momentos de su vida. El oficial que mandaba el destacamento se mostró reacio y sólo accedió después de que Sofía le suplicara que le dejase entrar unos minutos. Lo suficiente para rememorar algunos instantes perdidos de su infancia y su juventud en Tatoi, que siempre ha atesorado en su memoria por ser los más felices de su ya dilatada existencia.
"Al atardecer, nos reuníamos los cinco en el cuarto de mi padre, que era una mezcla de despacho y de cuarto de estar. Allí, en unas butacas cómodas junto a la chimenea, cenábamos de un modo informal, oíamos música, hablábamos de mil cosas", le explicó a Pilar Urbano, autora de ‘La reina’.
Tatoi.
Fue en Tatoi, una finca en la que quedan restos arqueológicos, donde la Reina emérita y su hermana, Irene, se convirtieron en dos magníficas arqueólogas, y, como resultado de esa pasión, en 1959, llegaron a publicar dos libros, ‘Cerámicas de Decelia’ y ‘Miscelánea arqueológica’, dos joyas bibliográficas.
"Aún me parece estar oliendo aquellas brisas, entre los eucaliptos, los pinos, los castaños y un árbol que a mí me encantaba y que aquí, en España, sólo se pone en los cementerios: el ciprés", le contaba a Pilar Urbano recordando sus paseos por el bosque del palacio.
Tesoros familiares olvidados en el palacio
El rey Pablo I de Grecia, padre de la reina Sofía.
Hoy, ese símbolo de su felicidad perdida se encuentra en fase de renovación. Y estos días ha vuelto a la actualidad por dos motivos. Primero, porque en medio de las tareas de restauración se han hallado varios tesoros de la corona, como el cetro del primer rey griego, Otto, y el vestido de novia de Ana María de Grecia, que estaba guardado en una caja de metal con las iniciales de la esposa de Constantino, fallecido el pasado enero y enterrado en Tatoi.
En segundo lugar, el palacete ha vuelto a la actualidad porque se ha sabido que el rey Carlos III ha ofrecido 15 millones de euros para ayudar en su restauración, salvando, así, los recuerdos más queridos de la reina Sofía.
La reina Sofía conversando con su hermano Constantino, último rey de Grecia, y la esposa de éste, Ana María de Dinamarca, en la Biblioteca de Yenadio, en Atenas, donde asistieron en 2014 a la proyección de un documental sobre la vida del rey Pablo I, de cuyo fallecimiento se cumplían 50 años.
Y ¿por qué lo ha hecho el soberano británico? Pues por sus vínculos familiares con el país. No hay que olvidar que su abuelo paterno, el príncipe Andrés de Grecia, padre del duque de Edimburgo, pasó allí muchos veranos y que tanto éste como su bisabuelo, el rey Jorge I, están enterrados en Tatoi.
Los restos mortales de la Reina Federica saliendo rumbo a Atenas, para ser inhumados en el panteón real de Tatoi. El séquito estaba formado por los Reyes de España, las infantas Elena y Cristina, el príncipe Felipe, Irene de Grecia, Constantino de Grecia, su esposa Ana María y sus hijos Alexia, Pablo y Nicolás.
Por otro lado, la relación de Carlos y, en su momento, de Diana de Gales con Constantino y su familia, acogidos por Isabel II en Londres cuando se exiliaron, fue muy sólida hasta la muerte del exmonarca griego y, por ejemplo, el día que el hermano de doña Sofía cumplió 60 años, el entonces príncipe heredero le ofreció una recepción en Buckingham. Es más, durante los años 90 era habitual ver a Lady Di dejando a Guillermo y a Enrique en la mansión de Hampstead de los griegos, para que hicieran de "canguros" no oficiales de los príncipes.
El dinero de Carlos, donado a través de su fundación, está destinado a que Tatoi sea un palacio-museo y a renovar los jardines que albergan las tumbas reales, que hoy parece un solar. Quién sabe si una vez terminadas las obras de rehabilitación, doña Sofía podrá reencontrarse, por fin, con el lugar donde fue tan feliz en su niñez y juventud.