Antonio Banderas: de Madrid a las colinas de Hollywood
En poco tiempo, Antonio se convirtió en el galán de moda del cine español. Trabajar con Almodóvar le granjeó la posibilidad de trabajar en la meca del cine y decidió vivir esta experiencia
En el segundo capítulo del coleccionable sobre la vida de Antonio Banderas repasamos los primeros éxitos cinematográficos del actor y su inmersión en la Movida madrileña. Así como la manera en la que el destino le fue acercando a Hollywood.
Después de trabajar con Almodóvar en “Matador” y “La ley del deseo”, llegó el rodaje de “Mujeres al borde de un ataque de nervios”, que se estrenó en 1988 y fue candidata a los Oscar en 1989. Aquel fue, no hay duda, el mejor escaparate internacional para un chaval malagueño que no vivía obsesionado con la fama y no tenía más pretensiones que la de trabajar en lo suyo.
Pero estar en Hollywood, vivir la ceremonia de los Oscar –en la que se quedó deslumbrado por la belleza de una actriz llamada Melanie Griffith– despertó el lado más soñador y volátil de Antonio, que empezó a mirar con otros ojos, los de la posibilidad y la ilusión, hacia la meca del cine.
Ana Leza, una historia de amor previa a su aventura americana
Dos años antes de este viaje, en 1987, el actor había conocido a Ana Leza, una joven que compaginaba sus estudios de Bellas Artes con una incipiente carrera en el teatro. Y Antonio sintió que era la mujer que llevaba tiempo esperando, así que, impulsivo como es y capaz de tomar las decisiones más importantes en segundos, le propuso matrimonio y en julio del mismo año, se dieron el “sí, quiero”.
En Los Ángeles vendió su moto para pagar el alquiler
Dispuesto a triunfar al otro lado del charco, Antonio llegó a Los Ángeles en 1990 y se instaló en un apartamento, The Bermudas, después de vender, para pagar el alquiler, su moto, una Honda 900.
El objetivo de aquel viaje era abrirse camino en América y buscar contactos. Fue una época difícil y uno de sus trabajos para sobrevivir fue protagonizar una campaña publicitaria de unos vaqueros de la marca Kikit, que le permitió aparecer en ocho revistas y también que su imagen estuviera en los autobuses de Manhattan.
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