Jaime Peñafiel: "Marisol, la novia más triste que he conocido"
El 4 de febrero cumplió 75 años, una cifra tan redonda, que me he acordado del día de su boda con su primer marido, Carlos Goyanes. Ya era una niña prodigio y su mito había empezado a devorarla
El 16 de mayo de 1969, de esto hará ya 54 años, se casaba, en la iglesia de San Agustín de Madrid, Pepita Flores González, conocida con el nombre de Marisol. Y lo hacía con Carlos, el hijo de su productor Manuel Goyanes, a quien "no le hacía demasiada gracia aquella boda", recordaría la cantante. "No porque tuviera miedo a perder a su hijo, sino a perderme a mí, que me escapaba de su lado", añadiría. Y es que Marisol, como bien dijo Terenci Moix, fue "una niña negocio". Y esa niña de entonces cumplió el 4 de febrero la redonda cifra de 75 años.
"Yo estaba secuestrada. Me lo prohibían todo"
Fue Manuel Goyanes quien la descubrió, cuando la vio en una exhibición de coros y danzas transmitida por TVE. Tras un acuerdo económico con su padre, no sólo le cambiaron de nombre, también la tiñeron de rubio, le operaron la nariz y Goyanes la instaló en su casa de Madrid, mientras su madre se alojaba en una pensión.
Debutó en el cine con 'Un rayo de luz' en 1960, filme con el que obtuvo el premio de interpretación de cine infantil del Festival de Venecia. Sólo tenía 12 años, y comenzó así una carrera llena de éxitos como 'Tómbola' y 'Ha llegado un ángel', que hicieron de ella un objeto de consumo que Manuel Goyanes exprimió todo lo que pudo en el cine y en la música.
"Yo estaba secuestrada. Me lo prohibían todo. Cuando, ya siendo mayor, quería conocer chicos no me dejaban. No podía ni rechistar. Una vez que se me ocurrió decir que unas fotos que me habían hecho no me gustaban, me montaron una que no he olvidado jamás", le contó al periodista de 'Interviú' José Luis Morales en 1979.
Taparon uno de sus intentos de suicidio alegando apendicits
También a él le confesó sus dos intentos de suicidio, la primera vez, con un frasco entero de Valium – la descubrió una señora que atendía su casa y, para taparlo, la prensa publicó que tenían que operarla de apendicitis– y la segunda vez fue en casa de una amiga suya. Lejos del mito, Marisol vivió un calvario y, cuando iba a casarse con Carlos Goyanes, el hijo de "su propietario", no estaba contenta.
Lo sé bien porque, por la relación de amistad que yo mantenía con ella, accedió a que acudiera al piso donde había vivido y sufrido tanto hasta ese día, para realizar un reportaje antes de salir para la iglesia ya vestida de novia. Confieso que nunca había visto a una novia más triste. La tristeza asomaba por sus bellísimos ojos. No le faltaba nada más que llorar. Era una tristeza tan pura que no se podía disimular con la graciosa pañoleta que, como tocado, remataba el traje de novia de organza, salpicado de margaritas, de un modista francés, autor de casi todo el vestuario cinematográfico de Marisol.
Fue una pena que, ese día, no pudiera lucir como todas las novias un traje elegido por ella. ¿Ilusión? Poca, por no decir ninguna. Se casaba con el muchacho con el que había convivido durante 11 años como si fuera su hermano.
El enlace fue un presagio de lo que se le venía encima, porque el matrimonio no fue todo lo feliz que se esperaba. Varios abortos, por una malformación del útero, le impidieron ser madre. En 1972, se operó pero no fue hasta 1974 cuando, ya separada de Carlos Goyanes, y con el bailarín Antonio Gades, con quien se casó en Cuba, apadrinada por Fidel Castro, nacerían, primero, María y, luego, Tamara y Celia.
Mito erótico de la transición
También en esos años, concretamente en 1976, llegó la portada de 'Interviú' del desnudo de Marisol, que la convirtió en un mito erótico de la transición. Se trataba de unas fotos que se hicieron en 1970, pero que se guardaron y, aunque a ustedes les cueste creerlo, la idea de ese posado fue del entonces marido de Pepa, Carlos Goyanes.
En 1985, tras más de treinta años de entrega al cine, la música y la televisión como Marisol, la artista decidió acabar con su mito, dejarlo todo y volver a su Málaga natal antes de que, como en la copla, se le escapase la vida, para ser simple y llanamente Pepa Flores, la niña que nació en plena posguerra en el humilde barrio de Capuchinos.
"Ahora tan sólo soy una ciudadana de a pie"
Hoy vive feliz junto con su compañero, Massimo Stecchini, tras recuperar la libertad y la alegría del anonimato. Hasta el extremo de que, cuando, en enero del 2020, le concedieron el Goya de Honor, no acudió a recogerlo. En su nombre lo hicieron sus hijas. "Ahora tan sólo soy una ciudadana de a pie, que es lo que quiero ser y como mejor me siento", declaró. Un gesto de gran dignidad. Lo fue todo y hoy no quiere nada. Eso es lo que asombra y lo que sus paisanos admiran. Y el resto de los españoles también.