La reina Sofía no se recupera de la muerte de su hermano: así se llevaban
Fue uno de los pilares de su vida, un refugio en sus peores momentos y, por eso, el adiós de quien fue el último rey griego la ha dejado sumida en una profunda tristeza
Dicen que existe un hilo invisible que nos mantiene unidos para siempre a nuestros seres queridos pase lo que pase. El que unía a doña Sofía y a su hermano del alma, Constantino de Grecia, era firme desde su infancia y les regaló cariño, complicidad, apego, confianza y la necesidad de cuidarse mutuamente cuando el destino les ponía a prueba.
Por eso, la muerte del exrey heleno a los 82 años ha sido un durísimo golpe para la Reina emérita, que no sólo ha perdido a su hermano pequeño, sino a un buen amigo. De igual manera, Irene, la tercera de los tres hermanos, siente que el fallecimiento de Tino, como le llamaban en familia, es un revés del que le va a costar recuperarse.
Pasaban los veranos juntos en Marivent
Para Sofía, Constantino fue uno de los pilares de su vida. A él acudió en busca de refugio en los peores momentos de su matrimonio con Juan Carlos y solía pasar largas temporadas en Londres, con él y su familia. En contrapartida, la madre de Felipe VI fue uno de los mayores apoyos de su hermano cuando éste necesitó ayuda, sobre todo en el exilio, cuando "los griegos", como se les conocía popularmente, visitaban a su familia española todos los veranos en Marivent.
A su lado, siempre que la necesitó
Siendo la mayor de los tres hijos de Pablo y Federico de Grecia, Sofía ha estado pendiente de Tino constantemente y ha compartido con él los momentos importantes de su vida, como el nacimiento de sus hijos y la llegada de sus nietos, y el deseo de estar a su lado se acentuó al darse cuenta de que su salud se estaba deteriorando.
En los últimos años le ha visitado de manera habitual, como si así pudiera frenar el tiempo, para disfrutar de su compañía, echar la vista atrás y tejer –con ese hilo invisible que les unía– todos sus recuerdos, uno a uno.
Enamorado de una princesa adolescente
Constantino nació en Atenas el 2 de junio de 1940 y, cuando apenas tenía un año, su familia abandonó el país tras la invasión alemana e italiana de la Segunda Guerra Mundial. A su regreso y tras el ascenso de su padre, Pablo, al trono, él, de 7 años, fue nombrado heredero.
Durante su juventud se le atribuyeron romances con jóvenes de la realeza, como las princesas Desiré y Birgitta de Suecia, pero en 1959 se enamoró de la hija pequeña del rey Federico de Dinamarca, Ana María, una adolescente de 13 años. Y, aunque, para poder casarse, la pareja tuvo que esperar a que ésta cumpliera 18, valió la pena, porque Cupido fue generoso con ellos y les regaló un amor de esos que se escriben en mayúsculas.
En marzo de 1964, Constantino fue coronado y su reinado estuvo marcado por la inestabilidad y sus bajos índices de popularidad, que sólo mejoraron al casarse, meses después de su proclamación, y cuando nacieron sus hijos mayores, Alexia y Pablo.
Exiliado en Roma y Londres tras 3 años de reinado
Tres años después de su coronación, en 1967, se produjo el llamado golpe de los coroneles, que abrió un período de dictadura militar en el país que, al principio, Constantino apoyó. Pero en diciembre, quiso organizar un contragolpe para recuperar el orden constitucional y fracasó, lo que supuso su marcha al exilio, primero a Roma, donde nació su hijo Nicolás, y luego a Londres, donde tuvo a Teodora y Philippos.
Regresó a Grecia hace 10 años
Muy a pesar suyo, tardó 46 años en poder volver a vivir en Grecia, algo que ocurrió en el 2013 (estuvo en el país en 1981 para enterrar a su madre, la reina Federica, y en 1993, en una visita privada). Él y Ana María se instalaron permanentemente en Porto Heli, al sur del Peloponeso, donde vivieron hasta hace unos meses, cuando, por sus problemas de salud, decidieron que lo mejor era mudarse a Atenas. Allí, el Día de Reyes, el último soberano de Grecia sufrió un derrame cerebral del que no se recuperó.
Su multitudinario funeral tuvo lugar en la catedral ortodoxa de Atenas, y sus restos reposaran en el cementerio del palacio de Tatoi, donde descansan sus antepasados. Allí pudimos ver reunida, por primera vez en dos años, a la familia real española al completo.