Madre a los 40: todo lo que debes tener en cuenta
El 90% de los embarazos que se producen en la actualidad tienen lugar en mujeres de entre 35 y 40 años. Se trata, por lo tanto, de una situación cada vez más habitual
Años atrás, cuando una mujer afrontaba su primera gestación a una edad superior a los 35 años, se la definía con el término de primípara añosa y se le aplicaba el protocolo de embarazo de riesgo.
Hoy en día, lo que se consideraba una excepcionalidad se ha convertido en una situación muy habitual, por lo que las formas de actuar son distintas. Esto no quiere decir, sin embargo, que esperar un hijo a estas edades esté exento de riesgo.
Aunque los avances médicos han mejorado las expectativas, para que el proceso transcurra en las mejores condiciones, es necesario tomar una serie de precauciones.
Problemas de fertilidad
El primer problema que se encuentran las mujeres de esta edad es el descenso de la fertilidad. Cuantos más años se tengan, menos posibilidades hay de conseguir el embarazo.
¿Qué ocurre?
Todas las mujeres nacen con un numero determinados de óvulos, pero, a medida que va pasando el tiempo, la cifra disminuye, lo que reduce las posibilidades de embarazo.
Además, la calidad de los óvulos restantes también desciende, por lo que, cuanto mayor sea la madre, más riesgo hay de que el feto sufra diversos defectos genéticos.
Cuestión de edad
El pico más alto de fertilidad femenina tiene lugar entre los 18 y los 30 años. A estas edades, las posibilidades de quedarse embarazada son del 22%. A partir de esta edad, la cifra desciende gradualmente y, cuando se llega a los 37, empieza a decaer con rapidez.
Esto hace que, pasados los 40, las posibilidades de conseguir un embarazo espontáneo sean del 5%. Por este motivo, en muchas ocasiones, es necesario recurrir a técnicas de fecundación in vitro.
Precauciones durante la gestación
Una vez logrado el embarazo, las mujeres mayores de 40 años deben someterse a un seguimiento más exhaustivo para, de esta manera, detectar posibles problemas y complicaciones más frecuentes en esta época.
1. Riesgos
Hay que tener en cuenta que, a esta edad, aumenta el riesgo de alteraciones cromosómicas y malformación congénitas en el bebé. También puede darse un retraso del crecimiento uterino o una insuficiencia placentaria.
Por lo que respecta a la madre, se incrementan las posibilidades de sufrir dolencias como la diabetes gestacional, los trastornos autoinmunes o la preeclampsia, además de elevarse el riesgo de aborto, embarazo ectópico y parto prematuro.
2. Pruebas diagnósticas
El ginecólogo planteará la posibilidad de realizar una amniocentesis, una prueba que se lleva a cabo entre la semana 14 y la 15 de embarazo y que permite detectar alteraciones cromosómicas en el feto.
Se trata, sin embargo, de una prueba invasiva con un riesgo de aborto que, aunque resulte mínimo (1-2%) no hay que pasarlo por alto.
En los últimos tiempos, esta prueba está siendo sustituida por un test genético que analiza la sangre materna. Se efectúa a partir de la semana 10 y, al no tratarse de una prueba invasiva, no tiene riesgos. El único inconveniente de esta nueva técnica es que no está cubierta por la sanidad pública (sólo en muy pocos casos), por lo que debe efectuarse de forma privada.
El momento del parto
En general, el parto de una mujer mayor de 40 años no tiene por qué diferir en exceso del de una más joven. De todos modos, no hay que olvidar que, cuanto mayor es la madre, el parto suele transcurrir de forma más lenta, ya que los músculos que intervienen están debilitados por la edad, y suele haber una mayor necesidad de recurrir al parto instrumental (fórceps, ventosa, etc.).
Cesárea
Se lleva acabo en el 40% de los partos de mujeres mayores de 40. Las causas son las enfermedades crónicas y las complicaciones relacionadas con el embarazo. También hay que tener en cuenta que la tasa de embarazo gemelar aumenta a estas edades, otro de los factores que obligan a practicar una cesárea.
Los cuidados necesarios
Aunque todas las mujeres embarazadas deben cuidarse, a partir de los 40 años, mantener un estilo de vida saludable resulta primordial.
1. Toma alimentos saludables
Es importante aumentar el consumo de aquellos que contienen ácido fólico, como las verduras de hoja verde, el zumo de naranja, las legumbres, los frutos secos y los cereales.
Procura que no falten alimentos ricos en magnesio (espinacas, aguacate...), calcio (lácteos) y vitamina B 8 (pescado, carne, germen de trigo...), ya que facilitan la dilatación en el parto. La ingesta de ácidos grasos omega3 (pescado azul) disminuye la probabilidad de parto prematuro. Para prevenir la hipertensión, reduce la cantidad de sal.
2. Evita el sobrepeso
Tu médico te dirá el máximo de kilos que puedes ganar. Recuerda que pesar más de la cuenta aumenta el riesgo de sufrir diabetes y de tener problemas en el embarazo y en el parto.
3. Realiza ejercicio moderado
Caminar a diario o practicar algún deporte (natación, "aquagym", etc.) te ayudará a que los músculos del periné se dilaten mejor. Además, contribuye a regular los niveles de glucosa.
4. Controla el estrés
Procura mantenerte tranquila en todo momento. Reserva un tiempo al día para leer, escuchar música, practicar yoga... Si hay algún tema que te preocupa, háblalo con tu médico.
5. Evita las sustancias nocivas
El tabaco y el alcohol, perjudican tanto tu salud como la de tu futuro hijo. Además, su consumo se relaciona con un crecimiento insuficiente del feto.
6. Túmbate sobre el lado izquierdo
Según algunos estudios, adoptar esta postura durante el sueño favorece el riego sanguíneo de la placenta, por lo que permite que el bebé reciba más nutrientes y oxígeno.