Ana María Lajusticia: la interesante vida de la química y gurú del magnesio
Ha fallecido a los 100 años la química y científica pionera en
introducir el magnesio como complemento alimenticio, accesible para
todos y con su propio nombre como marca. Tachada de ignorante y
bruja, sus productos han facturado casi 11 millones de euros anuales

Ana María Lajusticia Bergasa nació en Bilbao el 26 de julio de 1924. Su padre era el ingeniero Jesús Lajusticia, y su madre, Delfina Bergasa. El hogar feliz que el matrimonio formó con la llegada de su despierta niña y sus dos hermanas se truncó con el estallido de la Guerra Civil española, en julio de 1936. Luis, destinado en Tenerife, perdería la vida un año después, y Ana María, de 13 años entonces, se volcó para ser la mejor estudiando y poder contribuir a la economía familiar.

Pero los obstáculos siguieron en su vida, pues su madre no cobró viudedad y, cuando Ana María tenía 15 años, ella y sus hermanas fueron internadas en el Colegio de Huérfanos de Madrid, donde las alimentaron con lo poco que había en posguerra. Ana María fue consciente de que sólo saldría de la precariedad hincando codos y, gracias a su esfuerzo, ganó una beca para seguir formándose y progresar. Fue entonces cuando decidió seguir el consejo de su abuela: "Si estudias Ciencias, sólo puedes ser profesora; si estudias Química puedes ser profesora y trabajar en la industria".
Ana María Lajusticia sacó ocho matrículas de honor

En 1941 se incorporó a la carrera de Ciencias Químicas en la Universidad Complutense de Madrid. Siete años después, ya licenciada y con ocho matrículas de honor en una licenciatura entonces destinada a hombres, encontró trabajo como jefa de laboratorio en las Minas de Osor y se marchó a vivir a Girona. En su nuevo destino se enamoró y se casó con Manel Feliu, miembro de una conocida saga familiar. Pero la salud de la joven esposa no era tan próspera como su matrimonio y, aunque tuvo fuerzas para dar a luz y criar a seis hijos, los efectos de la alimentación tan pobre de su juventud le pasaron factura: apenas pasados los 30 años ya tenía artrosis y la cara llena de forúnculos. Y, para mayor desgracia, a causa de un accidente, tenía que vivir encorsetada en una faja de varillas. "Sufría desde los dedos de los pies hasta la tapa de la cabeza", decía. Su salud empeoró aún más cuando a los 43 años le dieron cortisona para tratar sus dolores, lo que le provocó una diabetes de tipo 2.
Su maestro: Ignacio Puig

Pero todo cambió al caer en sus manos un libro del jesuita Ignacio Puig, "Virtudes curativas del magnesio". Gracias a él tomó conciencia de su deficiente alimentación en el pasado y que en aquel momento no era mejor: consumía verduras pobres en magnesio, se excedía con los hidratos de carbono y apenas probaba la carne y el pescado. Cambió su dieta y recuperó su salud. "Desaparecieron las palpitaciones, la taquicardia, los calambres musculares, el dolor de cabeza, ¡me despertaba en forma!", recuerda animada.

A los 52 años su cuerpo había dado tal cambio que dejó de usar el corsé al que estuvo anclada 21 años. La atonía muscular la solventó gracias al magnesio. "Entendí que la degeneración de mis cartílagos era por falta de colágeno, y que el organismo necesita tres elementos para formarlo: proteína, Vitamina C y magnesio", ha explicado. "Me dediqué a estudiar el por qué de mi mejora y me convertí en una especie de Apóstol del Magnesio", dice la química, a la que pronto le salieron detractores. "Me llamaban indocumentada, irresponsable e incluso bruja", cuenta.
Criticada hasta en la tele

Pero Ana María siguió adelante y, recuperada, sin colesterol ni diabetes, publicó libros que serían auténticos "best sellers" como "La alimentación equilibrada en la vida moderna" o "El magnesio, clave para la salud", que se tradujo a siete idiomas.
En 1980, separada de su marido amistosamente, se fue a vivir a Barcelona con sus hijos y abrió su propia herboristería. Después lanzó una marca de complementos alimenticios con su propio nombre, para que su experiencia acreditara la eficacia de los productos.
Famosa por su éxito, a principios de los 80 acudió a un debate en el programa de culto de la época "La clave", de La 2, con José Luis Balbín, donde el médico y nutricionista Francisco Grande Covián la hundió. Pero ella siguió publicando libros y fabricando complementos alimenticios. "Los que me criticaban tenían intereses creados por los laboratorios, porque no les interesaba que resolviera algo tan complicado con un producto tan barato. Pasé años en la oscuridad, pero sabía que el tiempo me daría la razón", dijo Ana María, cuya marca factura cada año más de 10 millones de euros.

A pesar de su éxito, Ana María viviría dos tragedias en su vida: uno de sus hijos falleció en un accidente de tráfico y otra, Conxita, acabó suicidándose tras una disputa con sus hermanos por la casa de su padre. A estos dramas habría que sumar uno muy mediático, el del secuestro de la farmacéutica de Olot, su sobrina.
Pero su marca no ha sufrido crisis alguna y en la actualidad va tan bien que al mando del negocio ya está la tercera generación.

Ana María, que gracias a su nieta Lara, triunfaba hasta en YouTube, creía sin embargo que la revolución del magnesio está por llegar, pues la gente se preocupa más por su belleza que por su salud. La bioquímica llegó a los 100 años con una gran flexibilidad articular, movilidad intestinal y una mente lúcida para seguir defendiendo con sensatez y pasión las ventajas del magnesio.
Hoy le decimos adiós con mucha pena. Descanse en paz esta mujer pionera.