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Jaime Peñafiel nos desvela la mala salud dental de los Borbones

Los males de boca no respetan a nadie. Y en nuestra Familia Real, además de la princesa Leonor, hay otros casos, curiosos, sorprendentes e históricos, de dentaduras problemáticas, afirma Jaime Peñafiel

Princesa Leonor Infanta Sofía ortodoncia

Leonor, a la que le faltan los colmillos a causa de una agenesia, y su hermana Sofía, acompañadas de su madre.

Jaime Peñafiel
En esta sección, Peñafiel analiza cada semana a los personajes más fascinantes del mundo del corazón y cuenta historias y anécdotas, muchas de las cuales vivió en primera persona

En esta sección, Peñafiel analiza cada semana a los personajes más fascinantes del mundo del corazón y cuenta historias y anécdotas, muchas de las cuales vivió en primera persona.

Decía Cervantes, en el Quijote: "Más valioso es un diente que un diamante". Y la reciente visita a Asturias de la princesa Leonor, con motivo de los premios que llevan el nombre del título que ostenta, ha demostrado que la carencia del regio marfil bucal la ha humanizado.

Igual que hizo la gastroenteritis que le obligó a buscar un lugar donde aliviarse (mientras su hermana se quedaba en el hotel aquejada del mismo mal) a la llegada al pueblo de Cadavedo, que tiene 435 habitantes y fue elegido este año Pueblo Ejemplar de Asturias.

Este "accidente" y la ausencia de varias piezas dentales de la boca de la Princesa de Asturias han puesto la atención mediática sobre la dentadura de los royals.

Según odontólogos especialistas, como la doctora Eugenia Fernández, la carencia de varios dientes que se advierte cuando Leonor sonríe se debe a que padece "una agenesia o defecto de la formación y desarrollo de una o más piezas dentales".

También su hermana, Sofía, tiene problemas dentales y por ello lleva ortodoncia, concretamente unos brackets transparentes de zafiro, para corregir las imperfecciones propias de la edad.

Se sabe que las dolencias bucales de los reyes y sus familiares, así como la de todos los ciudadanos, estaban hace siglos a merced de barberos, boticarios y vulgares sacamuelas. Pero, con la llegada de los Borbones, esta disciplina se europeizó con profesionales franceses y Felipe V tuvo nada menos que seis a su exclusivo servicio.

La halitosis del abuelo del Rey emérito

Alfonso XIII con su nieto Juan Carlos en brazos

Alfonso XIII, cuyo aliento, según su esposa, era "vomitivo".

En Madrid existe un edificio histórico, sede, desde 1950, de la Sociedad General de Autores de España. Antes, fue residencia del odontólogo Florestán Aguilar, a quien la reina María Cristina nombró, en 1900, dentista de la Real Cámara.

A él acudió, tras pedir cita, el abuelo de don Juan Carlos, Alfonso XIII, que además de ser prognato (persona con mandíbulas prominentes, como casi todos los borbones) sufría halitosis, que arrastraba desde que una rinitis tuberculosa hizo que su aliento fuera muy desagradable, algo que pudieron constatar sus amantes. La reina Victoria Eugenia, su viuda, en la entrevista que me concedió un mes antes de su muerte, me reconoció que dormir con el rey era un tormento y que besarle era "vomitivo".

También el Rey emérito ha tenido problemas con su dentadura. Si observamos detenidamente fotografías suyas de hace algún tiempo y las comparamos con las de hoy, descubrimos un sutil retoque estético y que luce un aparato para corregir su dentadura. Se trata de unos alineadores invisibles, de los que se inventaron hace dos décadas para sustituir a los antiestéticos brackets.

Juan Carlos I

Don Juan Carlos se puso alineadores invisibles.

"Perdió los dientes por sus más de 20 embarazos"

Afortunadamente, las dentaduras de los reyes actuales no son como las de sus antepasados y no tienen nada que ver con los dramáticos problemas que tuvo la reina María Luisa de Parma, esposa de Carlos IV. Según el padre Coloma, periodista y jesuita español que popularizó el personaje del Ratoncito Pérez, "la pérdida de casi todos sus dientes a causa de más de 20 embarazos, fue un golpe mortal a su dignidad de mujer". Por culpa de esta carencia, no dormía con su esposo, pero sí con todos sus amantes, empezando por Godoy.

María Luisa, además de pasar las noches sola –salvo cuando lo hacía con el amante de turno– comía siempre antes o después que el rey.

María Luisa de Parma retrato.

A María Luisa de Parma, esposa de Carlos IV, le hicieron una dentadura que tenía que quitarse para comer.

De su impactante dentadura postiza Napoleón aseguró que parecía "una obra de porcelana de Sèvres", cuando tuvo ocasión de verla de cerca un día del mes de mayo de 1808.

Durante las abdicaciones de Bayona (renuncias sucesivas de Fernando VII y Carlos IV al trono de España, en favor de José Bonaparte), Carlos IV y María Luisa acudieron a una cena en el castillo de Marrac, junto con el emperador francés y Josefina, que empezaba a tener problemas bucales.

La emperatriz, al ver la perfecta dentadura de la reina española, se quedó impresionada por la maldad de los rumores sobre los dientes de María Luisa. Ésta, que para poder comer se la sacaba, la dejó sobre la mesa en mitad de la velada, causándole, a la remilgada Josefina, un pasmo.

Se dice que esa dentadura, que cuidaban y limpiaban tres funcionarios, fue fabricada por unos artesanos de Medina de Rioseco (Valladolid), aunque no se descarta que los responsables hubieran sido los pioneros de estas técnicas de odontología, los franceses Alexis Duchateau y Nicholas Dubois Chemant, y el italiano Giuseppangelo Fonzi.

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