El pasado 1 de diciembre se cumplieron 15 años de la muerte de Bernardo de Lippe-Biesterfeld, marido de Juliana de Holanda y penúltimo de los míticos consortes de las monarquías de la vieja Europa junto con Enrique de Dinamarca, Claus de Holanda y Felipe de Edimburgo.
Con motivo de ese aniversario, nuestro colaborador, Jaime Peñafiel, ha recordado la «intensa historia del príncipe holandés, quien no sólo fue un marido infiel, sino también un consorte corrupto que, aprovechándose de su privilegiadísima posición, aceptó un soborno de un millón de dólares de 1976».
Su vida fue intensa hasta el final. Y es que «cuatro días antes de su muerte, el príncipe Bernardo le había confesado a su hija Beatriz que no tenía una, sino dos hijas nacidas fuera del matrimonio con su “real” esposa». Pero no sólo eso, «le pidió un doloroso sacrificio: permitirle despedirse de una de ellas, Alexia Grinda, que tenía entonces 37 años».
«Beatriz hizo de tripas corazón y no sólo informó a su hermanastra del próximo fin del príncipe Bernardo, padre de ambas, sino que autorizó que tanto ella como su madre acudieran a despedirse de quien había sido padre y amante. Grandeza de reina en su doble sufrimiento: la muerte… y conocer a una de sus hermanas bastardas».