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Rocío Flores se quedó impactada al verse en el espejo después de tres meses.

Rocío Flores se quedó impactada al verse en el espejo después de tres meses.

S.C.P.

Rocío Flores, al igual que el resto de sus compañeros, ha experimentado un gran cambio físico en Supervivientes 2020. A lo largo del concurso, hemos podido ver cómo la hija de Antonio David Flores iba adelgazando poco a poco, algo que ella también iba notando y que el resto de concursantes también le han ido comentando.

Sin embargo, la nieta de Rocío Jurado se ha llevado una gran sorpresa cuando por fin se ha visto en un espejo después de tres meses. La concursante fue informada de que había perdido 15,5 kg y tardó un rato en asimilarlo.

“Ay, me da miedo mirarme”, aseguró antes de darle la vuelta al espejo. “¿Hola? Pero si aquí caben dos Rocíos…”, bromeó asombrada mientras se estiraba la goma del pantalón corto.

“¡¡Diooos!! Que me he quedado sin culo casi”, decía mientras se miraba y remiraba de arriba abajo. “Se me ha afinado muchísimo la cara y estoy súper albina por aquí…”, se sorprendió mirándose las raíces. “Me veo mucho más niña, más menudita, como decía Jorge”, se reía.

“No sé qué me dirá mi padre cuando me vea… Me imagino que me dirá que soy como mi abuelo Pedro”, comentó sin dejar de mirarse al espejo.

 

 

 

Un cambio también por dentro

La experiencia que ha vivido Rocío Flores en Honduras no sólo ha cambiado su aspecto físico, sino que también la ha cambiado por dentro. “Después de 92 días dejo aquí atrás todos los miedos, me voy renovada por completo, con aire fresco… Y estoy súper orgullosa de haber venido”, se sinceró la joven.

Está claro que su aventura en Supervivientes le ha dejado un buen sabor de boca, tanto interna como externamente. Y es que Rocío aseguró que se veía mucho más “guapa” porque “estoy morenita y porque tengo 15 kilos y medio menos en el cuerpo, digo yo que se me tiene que notar…”, señaló sonriente.

 

Reencuentro con su maleta y sus cosas

Algo que también le arrancó una sonrisa fue volver a ver su maleta y todas sus pertenencias. “Ay, que me muero… Ay, mi alianza… Y la esclava de Manuel, ¡qué ganitas tenía de ponerte, hija!”, exclamó contenta y dando saltitos de emoción.

 

 

 

Además, en cuanto abrió su maleta, se dio cuenta de que toda la ropa que había metido era para combatir el frío. “Ay, madre mía, si todo esto es de invierno… ¡Si no hay nada de verano! Por favor, que tengo hasta el pijama de franela”, comentaba divertida mientras deshacía poco a poco la maleta.

Eso sí, en cuanto vio su neceser no dudó en hacerse con su colonia y refrescarse con ella por todo el cuerpo. También sintió un gran alivio al volver a cepillarse el cabello: “¡Oh, madre mía… Adiós rastas!”, exclamó.

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