Acidez y dolor de estómago: ¿y si la culpa fuera de una bacteria?
El 50% de personas de nuestro país sufre la infección por "Helicobacter pylori", causante de úlceras estomacales y otros trastornos
Tener náuseas, eructar con frecuencia, sufrir hinchazón abdominal, acidez y dolor de estómago (molestias que a menudo se achacan a una mala alimentación) puede deberse a la acción de una bacteria llamada "Helicobacter pylori" que se instala en el tubo digestivo.
Aunque no siempre produce síntomas, en otros casos su capacidad para lesionar e inflamar la mucosa del tubo digestivo puede desencadenar gastritis crónicas, úlceras gástricas y de duodeno, dispepsia funcional (malas digestiones y dolores) e incluso, si no se aborda a tiempo, derivar en un cáncer de estómago. Asimismo, esta bacteria también puede ser la causa de una falta de hierro y de vitamina B12.
Las principales vías de contagio
La "Helicobacter pylori" puede contraerse a través de la saliva, el vómito o por el contacto con la materia fecal u objetos contaminados por ella.
Si alguien la padece es fácil que pueda contagiarla a las personas con quien convive. Esta bacteria también puede estar presente en los alimentos o en el agua. Su incidencia es más alta en países en vías de desarrollo.
Las mejores formas de detectarla
Existen distintos métodos que el médico puede utilizar para averiguar si una persona padece sus consecuencias:
1. Prueba del aliento o "Breath test"
Es una de las pruebas más sencillas de diagnóstico. Consiste en soplar dos veces en una bolsa. Primero normalmente y después tras ingerir una pastilla de urea con un isótopo natural no radiactivo del carbono-13.
La "Helicobacter pylori" descompone la urea en amoníaco y CO2 por lo que, si está presente, aumenta la cantidad de carbono-13. Esta prueba ha de realizarse en ayunas y no se debe hacer después de haber tomado antibióticos o antiácidos.
2. Análisis de sangre
A través de una analítica se busca que haya anticuerpos contra la "Helicobacter pylori" y con ello confirmar la existencia de una infección gástrica.
3. Prueba de heces
Sirve para detectar la presencia de antígenos de la bacteria en ellas.
4. Endoscopia gástrica
Esta prueba es más invasiva, ya que requiere anestesia. Se introduce una cámara por la boca con el fin de observar el esófago, el estómago y el intestino delgado. Así se comprueba si hay lesiones en la mucosa gástrica y, a veces, se extrae tejido para realizar una biopsia.
Cómo combatirla
Cuando está presente y ha dado síntomas, es importante erradicar esta bacteria que es responsable de un gran número de trastornos y enfermedades.
1. Antibióticos combinados
Consiste en administrar varios antibióticos –como la amoxicilina o claritromicina, entre otros– junto con fármacos que reducen la producción de ácidos gástricos. Se trata de los llamados inhibidores de la bomba de protones, como el omeoprazol, entre otros.
La terapia suele durar entre 10 y 14 días y puede comportar efectos secundarios como diarrea, náuseas, dolores de cabeza, alteraciones del gusto y del apetito, entre otros. Los inhibidores de la bomba de protones algunas veces se sustituyen por los bloqueadores de la histamina con el mismo fin de reducir la producción de ácidos gástricos.
El subsalicilato de bismuto puede recetarse para proteger la mucosa de los ácidos gástricos y eliminar molestias. Algunos estudios también recomiendan la incorporación de probióticos para mejorar la eficacia de los antibióticos.
Cuando han pasado unas cuatro semanas tras haber finalizado el tratamiento, se repiten las pruebas para confirmar que la infección ha desaparecido o ver si es necesario repetirlo. Pero, en general, con la combinación de diferentes fármacos, esta terapia cada vez se ajusta mejor para intentar que supere un 90% de eficacia.