Charlotte Cooper, primera campeona olímpica
Charlotte Cooper hizo historia en los Juegos Olímpicos de París 1900, convirtiéndose en la primera mujer campeona olímpica tras ganar el torneo de tenis
Hoy hablaremos de la que fue la gran estrella femenina del tenis cuando las mujeres tenían que jugar con incómodas camisas, corbata y faldas largas, mientras que los hombres podían llevar atuendos más cómodos.
Para Charlotte Cooper, eso no supuso ningún obstáculo y, tras despuntar de niña en el club de tenis de Ealing, cerca de Londres, se convirtió en una de las reinas de la raqueta a principios del siglo XX.
Su currículum es excepcional, ya que conquistó cinco títulos de Wimbledon, torneo en el que llegó a 11 finales –ocho de ellas consecutivas– desde 1895 hasta 1902. Hay que destacar que en 1896, Charlotte –o Chatti, como la llamaban sus amigos– se quedó sorda, pero la dificultad que supone jugar al tenis sin poder oír el bote de la pelota, al juez del partido ni los aplausos del público, no le impidió volver a llevarse a casa el ansiado trofeo.
Los expertos de la época destacaban su buen servicio, su solidez en el fondo de la pista y unas voleas espectaculares cuando subía a la red. "Nadie puede cambiar la dirección ni el ángulo de la bola como hace ella", escribían.
Además, Charlotte pasó a la historia por otro motivo: fue la primera mujer que ganó un título olímpico, al vencer a la francesa Helène Prevost en la final femenina de tenis de los juegos de París en 1900, los primeros en los que se permitió participar a las mujeres.
Sus trofeos han desaparecido
Tras aquel hito, en 1901, Charlotte conquistó su cuarto Wimbledon, para repetir de nuevo, por quinta vez, al cabo de siete años, cuando ya había cumplido casi 38 años y era madre de dos hijos, batiendo un récord de veteranía que aún hoy no ha sido superado en el torneo británico por nadie. ¡Ni por Serena Williams!
Después de su muerte, a los 96 años, en 1966, sus descendientes no fueron capaces de encontrar ni su trofeo olímpico ni los de Wimbledon, y su hijo Rex declaró que, "tratándose de mi madre, ¡es probable que se los diera al jardinero!". Y es que a Cooper, gran defensora de la igualdad en el deporte, lo que le importaba era jugar.