Jaime Peñafiel nos desvela la cara más auténtica de Lady Di
Con motivo del 25º aniversario de la muerte de la princesa, repaso los viajes oficiales que realizó a nuestro país, y algunas de las anécdotas de estas visitas que pude vivir en primera persona
El pasado 31 de agosto se cumplieron 25 años de la muerte de la princesa Diana, aquella muchacha que se arrepentía de su pasado inmediato, se aburría de su presente frívolo y vacío y temía el futuro incierto. No fue una mujer ejemplar, ni un ejemplo de mujer.
Reconozco, con cierta vergüenza, mi inquietante anticipo de la muerte de Lady Di, a quien dedicaba mi columna en 'El Mundo' el día que murió con una crítica despiadada. Sobre todo en la última frase: "De lo que no hay duda es que esta muchacha tiene el encefalograma plano".
La jet española hizo cola en el hotel Ritz para conocerla
Hoy vamos a recordar la relación que la princesa tuvo con España, país que visitó en seis ocasiones, cinco Mallorca y una Madrid. A la capital española acudió el 22 de abril de 1987 para asistir, junto con su marido, a un desfile organizado por el British Knitting & Clothing Export Council, en el hotel Ritz, con el objetivo de promocionar la moda inglesa.
La cola para ver a Lady Di era interminable. Hasta el extremo de que los invitados fueron divididos en tres salas del hotel. Recuerdo que la conocida periodista Maruja Torres escribió su crónica de 'El País' bajo el título 'La tarde en la que la jet hizo cola en el Ritz: Pitita, Tessa, Beatriz, Marisa, la señora Tocino. Hasta la Preysler. Todas ansiosas por ver de cerca a Lady Di'.
Como se trataba de una visita oficial, los Reyes de España ofrecieron a los príncipes británicos un almuerzo en el Palacio Real y, en un gesto que trascendía lo meramente protocolario, los acompañaron a una visita por Toledo y Salamanca. Al municipio manchego acudieron en una furgoneta que conducía el propio rey Juan Carlos y, a Salamanca, llegaron en helicóptero.
Un viaje repleto de curiosas anécdotas
Como anécdota de aquellos días destacar el cansancio de Diana recorriendo las empinadas calles de Toledo y la visita a una tienda local, donde la reina Sofía adquirió varios regalos para la princesa por valor de 45.000 pesetas.
En Salamanca llamó la atención que se descalzase, según ella, presa del cansancio, y la manzana que partió con las manos, comiéndose incluso la piel. "Tiene muchas vitaminas", dijo al tiempo que pasaba la fruta partida al comensal que tenía a su lado, el embajador de España, durante la comida ofrecida por el ayuntamiento de la localidad.
Convencida de que don Juan Carlos le tiraba los tejos
El 7 de agosto de 1986, Carlos y Diana llegaron a Marivent por primera vez. De aquella visita es la famosa fotografía en la que los príncipes de Gales comparten su primer posado con la Familia Real española en la escalinata de acceso al palacio.
"En este mi primer viaje a Mallorca lo pasé entero con la cabeza en el váter. Lo detesté", le confesó a su amigo, el periodista Andrew Morton. "Todos estaban obsesionados con Carlos, la criatura más maravillosa del mundo. Me sentí incomodísima", añadía.
Yo, que fui testigo de aquel primer posado, vi que mientras Diana y Juan Carlos sólo tenían ojos para mirarse mutuamente, Sofía, sentada junto a Carlos, prefería mirar hacia otro lado. Las consecuencias de estos coqueteos vendrían después.
Carlos y Diana, cada uno por su lado
En su segundo viaje a la isla, el 9 de agosto de 1987, Diana visitó las playas de Ses Illetes con sus hijos y se bronceaba en la cubierta del Fortuna mientras Carlos buscaba la compañía de su amiga lady Romsey en el yate de ésta, el 'Virginian', o se marchaba en busca de paisajes para pintar.
De nuevo hubo posado a las puertas de Marivent, del que también fui testigo. Terminado éste, Carlos se marchó a navegar con Constantino y Ana María de Grecia mientras Diana se quedó en la piscina de la residencia real.
Un tercer viaje muy accidentado
En agosto de 1988, durante su tercera visita, sucedieron dos anécdotas que marcaron la estancia de los príncipes de Gales en Palma. El rey Juan Carlos invitó a Carlos a una excursión en el 'Fortuna'. Mientras navegaban, el yate sufrió una grave avería, quedándose al pairo. Resultaba grotesco que el Rey de España y el futuro rey de Inglaterra aparecieran en el puente del yate real, muertos de risa, mientras eran remolcados por dos barquitos de pescadores.
La segunda anécdota demuestra la poca categoría y dignidad de la princesa Diana. Sola en Marivent, no se le ocurrió otra cosa que llamar a uno de sus guardaespaldas. Concretamente a Ken Wharfe, que se alojaba en un hotel cercano con todo el séquito de los príncipes.
"Ken, esto es algo muy desagradable –le contó–. Don Juan Carlos es tremendamente encantador, pero es demasiado atento. Es una persona muy táctil (muy tocón). Se lo he comentado a mi marido y me ha contestado que me estoy comportando como una tonta".
¿Era su imaginación o, como ella aseguraba, el Rey de España le tiraba los tejos?
Su última visita, más distanciados que nunca
Su última visita a Mallorca como princesa de Gales fue en agosto de 1990, con su marido con el brazo escayolado por un accidente de polo. No se alojaron en Marivent sino en la finca del empresario Felipe de Villalonga, en el municipio de Puigpunyent. La crisis del matrimonio era ya tal que hasta Diana le confesó a doña Sofía que Carlos no le hacía el menor caso. Dos años después, la pareja anunció su separación, poniendo fin a esta aparente historia de cuento de hadas.