Jaime Peñafiel: "Mohamed Al Fayed, el hombre al que los británicos no querían"
El padre de Dodi patrocinó torneos de polo, compró los almacenes Harrods, el club de fútbol Fulham y fue amigo de Diana y, aunque lo pidió hasta cansarse, no le dieron nunca el pasaporte inglés
Un faraón que empezó vendiendo bebidas gaseosas
Mohamed se acercó a Diana, organizando actos benéficos, cuando se dio cuenta de que no era del agrado de Isabel II.
El mundo entero no entendía que un hombre tan inteligente como Al Fayed pudiera llegar a vincular a los servicios secretos británicos con la muerte de su hijo y Lady Di, tragedia que nunca pudo superar. Al final, se vio obligado a admitir su derrota, después de que una investigación oficial en el 2008 concluyera que lo sucedido en París había sido un accidente.
A pesar de ello, instaló en los almacenes Harrods una estatua conmemorativa en bronce de Diana y de Dodi bailando bajo las alas de un albatros. Su actitud ante la tragedia le enfrentó definitivamente con lo que él siempre llamaba el establishment, que nunca le quiso.
Sin embargo, estaba acostumbrado a superar las dificultades. No hay que olvidar que comenzó su carrera vendiendo bebidas gaseosas y, posteriormente, máquinas de coser en la ciudad egipcia de Alejandría, donde nació en 1933, en el seno de una familia modesta, en la que su padre era maestro de escuela.
Mohamed con Dodi Al Fayed
Su carrera como hombre de negocios despegó en 1966, cuando se convirtió en asesor de uno de los hombres más ricos del planeta, el sultán de Brunei, y, en 1970, aterrizó en Londres. Después del nacimiento de su hijo Dodi, se separó de su esposa Samira, hermana menor del magnate y traficante de armas Adnan Khashoggi, y abrió su propio negocio de transporte marítimo, el auténtico origen de su fortuna.
Tras una experiencia fallida en Haití, donde estuvo buscando petróleo, se instaló en Londres. Aunque hizo negocios con la élite empresarial del país, Mohamed, al que los ingleses apodaban el Faraón por sus orígenes egipcios, nunca fue aceptado plenamente por la clase alta, tan selecta y exclusivista. Ni siquiera cuando se hizo con el control, en 1985, de los almacenes Harrods, símbolo de la capital británica y proveedor de la Casa Real, por 713 millones de euros, o cuando adquirió, en Francia, la Villa Windsor, donde vivieron Eduardo VIII y Wallis Simpson.
Un patrimonio de más de 2.000 millones de euros
Monumento a Dodi y Lady Di.
A pesar de su éxito empresarial, su patrimonio, superior a los 2.000 millones de euros, y sus 35 años viviendo en el país, su sueño de ser ciudadano británico, inexplicablemente, nunca se cumplió. Y eso que lo intentó a toda costa. Mohamed patrocinó torneos de polo, carreras de caballos de la mismísima reina Isabel, se fotografió con ella y, al ver que no era suficiente, se hizo amigo de los Spencer, la familia de la princesa Diana, organizó actividades benéficas a las que asistía esta última –así nació su amistad con ella– y hasta compró un club de fútbol, el Fulham. Pero nada.
Tanto los gobiernos conservadores como los laboristas le negaron siempre el pasaporte británico. "¿Se puede saber por qué? Soy dueño de Harrods y doy empleo a miles de británicos", protestaba el Faraón, que llegó a sobornar a parlamentarios británicos para que, en las sesiones de control al Gobierno, hiciesen preguntas sobre sus intereses.
Y retirado de la vida pública, sin haber logrado el tan deseado pasaporte británico –lo único que no pudo tener en su vida–, Mohamed falleció a los 94 años, el 30 de agosto pasado, en su mansión de Surrey, rodeado por su familia, su segunda esposa, la finlandesa Heini Wathén, y los cuatro hijos habidos en este matrimonio.