La vida de Françoise Bettencourt Meyers, la mujer más rica del mundo, y su pelea con su madre
Un documental recientemente estrenado en Netflix cuenta el enfrentamiento en los tribunales de esta mujer de 70 años, heredera de la firma L’Oréal, con su madre, Liliane Bettencourt, a la que consiguió incapacitar judicialmente

Françoise Bettencourt.
Françoise Bettencourt nació el 10 de junio de 1953 en Neuilly-surSeine (Francia). Fue la única hija de André Bettencourt, que ejerció cuatro veces como ministro con Charles De Gaulle y George Pompidou, y su esposa, Liliane Bettencourt, quien a los cuatro años del nacimiento de su hija heredó L’Oréal, la mayor firma de cosmética del mundo.
Educada en casa por miedo a que la secuestrasen

Françoise con sus dos hijos (a su izquierda), tras el juicio por su demanda contra François-Marie Banier.
Françoise estudió en el colegio religioso Sacré Coeur, donde, según diría años después en una entrevista, aprendió a parecer siempre imperturbable. Transcurrido unos años, sus padres la sacaron de la escuela para que estudiara en casa, temerosos de que pudieran secuestrarla.
Cada vez más hermética y solitaria, buscó refugio en la lectura y en la música, sus dos grandes pasiones. Con un padre ausente por su actividad política y una vida personal al margen de la familia, Françoise creció tan apegada a su madre que la apodaban "el mejillón de la roca".
Sin embargo, la relación entre ambas cambió durante la adolescencia de la joven, cuando, acabado el bachillerato, empezó a estudiar en la Academia de Bellas Artes. Contribuyó a separarlas su carácter introspectivo y serio, apartado del "glamour" y el magnetismo que irradiaba su madre, una mujer bellísima, elegante y adicta a la alta costura, con tantísimo dinero que, en 1997, se compró una isla en las Seychelles.
Una boda que no gustó a sus padres

Françoise con un cartel de un programa de su fundación y firmando ejemplares de los libros que ha escrito.
Mujer sin filtros, Liliane decía en público que su hija era "pesada y lenta, siempre va un paso detrás de mí" y que era una niña fría, a la que quería porque era su obligación como madre. Años más tarde, Françoise daría su versión: "Ella siempre fue hermosa y elegante, pero nunca sentí la más mínima rivalidad porque la admiraba. Nunca tuve celos, pero tenemos diferentes gustos y personalidades".

Liliane Bettencourt, sentada entre sus dos nietos, Jean-Victor (izquierda) y Nicolas, en una comida familiar cuando la rela
En su juventud, Françoise salió con el heredero de una marca francesa de automóviles y con otros jóvenes de la alta burguesía, pero tenía las cosas claras: no aceptaría un matrimonio de conveniencia y ya estaba enamorada.
El elegido era Jean-Pierre Meyers, hijo de un gerente de l’Oréal al que conocía desde niña. Pero a sus padres no les gustaba: era judío y nieto de un rabino muerto en Auschwitz, lo que desenterraba fantasmas familiares: Eugène Schueller, abuelo de Françoise y fundador de L’Oréal, fue acusado de colaboracionista con los nazis y el propio André Bettencourt había escrito artículos antisemitas en 1941, antes de cambiar de bando y unirse a la Resistencia.

Liliane Bettencourt junto a Françoise-Marie Banier.
Pero Françoise era tozuda, no dio su brazo a torcer y, tras 10 años de relación, hubo boda. La ceremonia se celebró en Fiesole, en la Toscana, y de vuelta a París hubo una suntuosa recepción a la que asistieron todas las celebridades de Francia.
Tras casarse, Meyers se integró en el clan y el negocio familiar. La pareja tuvo dos hijos, Jean-Victor (1986) y Nicolas (1988), para los que Bettencourt eligió una institutriz francesa en lugar de la "nanny" inglesa típica de las clases altas y los protegió muchísimo.
Ejerció de madre con ellos y los introdujo en el mundo de la música, la cultura y el arte. El mayor estudió Empresariales y el pequeño, Comunicación y, ya adultos, entraron en l’Oréal, donde la familia posee el 33% de las acciones.
La tranquilidad de su plácida vida de burguesa interesada por el estudio de las religiones comparadas acabó en el 2007. Tras morir su padre, Françoise empezó a mostrar su preocupación por la amistad que su madre mantenía con el fotógrafo François-Marie Banier.
Se habían conocido en 1987, cuando lo contrataron para fotografiar a la matriarca de L’Oréal. Aburrida por un matrimonio que era pura fachada, aquel tipo simpático, excesivo, abiertamente gay y 25 años más joven que ella le abrió las puertas de un mundo que la divertía y formaron una "pareja" habitual en todas las galas parisinas.
A cambio, ella era muy generosa y le hacía espléndidos regalos (seguros de vida, obras de arte, transferencias de dinero) que llegaron a sumar 1.000 millones de euros.
Salieron a la luz las cuentas secretas de su madre

Cartel del documental de Netflix 'El caso Bettencourt. El escándalo'.
Preocupada por que su madre fuera a dilapidar su fortuna con su amigo, que incluso llegó a plantearle a Liliane que lo adoptara, Françoise pidió la incapacidad de su progenitora y demandó a Barnier.
El escándalo, que ya había trascendido a la opinión pública, acabó de estallar en el 2010, cuando el mayordomo de Liliane, Pascal Bonnefoy, entregó 21 horas de conversaciones grabadas en la mansión de la multimillonaria, que suponían la prueba definitiva de que Barnier la manipulaba.
Liliane se resistía a ser incapacitada y en una entrevista a televisión, con 88 años, aseguró estar en sus cabales y que nadie la había engañado para hacer unos regalos que, según ella, eran una nimiedad para su fortuna. La bola se hizo aún mayor cuando las grabaciones revelaron, también, la existencia de cuentas en Suiza y de la financiación ilícita de la campaña presidencial de Nicolas Sarkozy.
La justicia le dio la razón a la hija y Liliane fue puesta bajo la tutela de la familia, pero, al poco, Françoise también desconfió del abogado de su madre. Tras sumar a la causa informes médicos que indicaban que la millonaria sufría demencia, el juez decretó que todo el patrimonio de Liliane, incluido el 30% de las acciones del grupo y el derecho de voto en el consejo de administración, quedaran en manos de su hija y sus dos nietos.
Liliane Bettencourt murió dos años después, el 21 de octubre del 2017 y, hace algunos meses, Françoise ha sido considerada la mujer más rica del mundo, con un patrimonio por encima de los 100.000 millones de dólares.