Muere la princesa Ira de Fürstenberg a los 83 años: su interesante vida
Acaba de fallecer esta bella noble italiana perteneciente a la rica familia Agnelli. Casada con Alfonso de Hohenlohe cuando tenía 15 años y actriz sin demasiado éxito, su vida fue una sucesión de amores, fiestas, lujo y viajes

Virgina Carolina Theresa Pancrazia Galdina de Fürstenberg nació el 18 de abril de 1940 en Roma. Fue la primogénita del príncipe Tassilo de Fürstenberg y su primera esposa, Clara Agnelli, hija de Giovanni Agnelli, dueño de la FIAT.
"Nací con título, buen aspecto y riqueza, pero esos ingredientes no son la receta mágica para una vida de cuento de hadas, aunque sí para la de una niña consentida", confesaría en plena madurez.

Ira de Fürstenberg de joven.
Su infancia transcurrió jugueteando en los jardines del bellísimo palacio familiar, pero, debido a la II Guerra Mundial, la familia se trasladó a Suiza, donde nacieron sus dos hermanos varones: Egon y Sebastián.
De pequeña, fue una niña revoltosa, a la que le encantaban los vestidos y hacer travesuras. El divorcio de sus padres le produjo una gran tristeza, que se vio aumentada cuando, siguiendo la tradición familiar, la internaron en un convento de Hastings (Inglaterra). Allí vivió una auténtica pesadilla ya que la jornada diaria se iniciaba a las 6,30 con una misa para luego asistir a interminables horas de clase, con la amenaza de severos castigos si no se cumplían las normas. "Lloré amargamente todas las noches durante los tres primeros meses, pero aprendí a hablar inglés", recuerda.

El principe Alfonso de Hohenlohe y la princesa Ira de Furstenberg el dia de su boda en 1955.
Cuando acabó de estudiar, vivió entre Lausanne (Suiza) y Venecia, donde su madre poseía un precioso palacio a orillas del Gran Canal. A los 14 años, en la boda de un pariente lejano, conoció a Alfonso de Hohenlohe, de 30 años. El príncipe se prendó de ella y no paró hasta conquistarla.
Así, el 21 de septiembre de 1955, con sólo 15 años, Ira (como la llamaban en casa) se casó en Venecia con Alfonso en una boda que fue un gran acontecimiento social.
Dos hijos de un matrimonio que duró poco

Ira de Fürstenberg con sus 2 hijos.
Tras su luna de miel, se instalaron en casa de su suegro, algo que no le hizo mucha gracia. Aquel fue un primer problema en su relación, pero no impidió que, en noviembre de 1956, naciera en Lausanne su primer hijo, Christopher (aunque siempre le llamaron Kiko), cuya madrina fue la reina Victoria Eugenia, abuela de Juan Carlos I.
Por trabajo, la familia se trasladó a México, donde en febrero de 1959 vino al mundo su segundo hijo, Hubertus. "Cuando nació sentí un poco de pena porque hubiera preferido una niña, pero al verle tan lindo, con aquellos ojos verdes, redondito y precioso cambié de pensamiento", afirmaba la princesa.

Isabel Preysler inaugura tienda de Porcelanosa en Nueva York. De izquierda a derecha Reinaldo Herrera, Isabel Preysler, John Travolta, Carolina Herrera, Tomás Terry, la princesa Ira de Fürstenberg e Isabel Sartorius
Pese a la llegada de los hijos, el matrimonio iba de mal en peor. Ella no soportaba las largas ausencias de su marido, pero cuando se veían sólo había discusiones entre ellos. "Nuestro matrimonio nunca llegó a ser un infierno, pero a veces se hacía insoportable".
Así fue hasta que, en una fiesta celebrada en París, Ira conoció a Francisco "Baby" Pignatari, un industrial brasileño, inteligente y rico del que se enamoró. Por él dejó a Alfonso y a sus hijos y se fue a Nueva York. En medio de un duro litigio por la custodia de los niños, la pareja se divorció en 1960 y, al año siguiente, Ira se casó en Reno (Nevada) con Pignatari, con quien vivió una vida de lujo y glamour, aunque no tuvieron descendencia. Pero la relación no duró mucho y se divorciaron en Las Vegas en 1964.

Aquella situación hizo que, con 24 años, volviera a casa de su madre, en Venecia, y, durante los siguientes tres años, viviera una frenética vida social en compañía de actores, príncipes y toda suerte de millonarios. A sus hijos sólo les veía en verano. "Kiko me reconocía, pero Hubertus no sabía quién era yo. Me miraba, pero sin saber que aquella mujer que tenía delante era su madre".

Poco tiempo después se enamoró del marqués François d’Auland, el "rey del champán", la nombraron Lady Europa y decidió convertirse en actriz. En 1967, la contrató el productor italiano Dino de Laurentiis y rodó su primera película, "Matchless", a las órdenes de Alberto Lattuada.
En sus 10 años de carrera hizo 28 películas, aunque los críticos alabaron más su belleza que sus dotes artísticas. Llegó incluso a compartir cartel con Alfredo Landa en "No desearás al vecino del quinto". En aquella época, tuvo un romance con el conde Paolo Marinotti. Todo el mundo pensaba que vivían un cuento de hadas hasta que estalló un gran escándalo: el conde le reclamó un diamante prestado de 150.000 euros de la época, ella argumentó que se lo había regalado y Marinotti se llevó de la casa de la princesa, en Saint Moritz, cuadros muy valiosos. El juicio fue uno de los más sonados de la época.

La prensa del corazón empezó a llamarla "la princesa de los mil amores", no sin razón, ya que, tras romper con Marinotti, se enamoró de Roberto Federici, que años más tarde se hizo famoso por ser pareja de Carmen Martínez-Bordiú. Tampoco fue feliz.
A medida que pasaban los años, cada vez tuvo más claro su modo de vivir: "Amo la vida, soy curiosa y me gusta divertirme. Me disgusta la gente que lloriquea, que se queja de todo y que no tiene ganas de nada. Además, la comodidad es mi lujo. No podría vivir sin dinero porque no podría renunciar a él", aseguraba.

Escribió varios libros de belleza, ejerció como relaciones públicas de una empresa de cosmética y tenía una tienda de antigüedades en Ginebra (Suiza). Poco a poco, las relaciones con sus hijos y su primer marido fueron mejorando y, en los años 80, su rostro empezó a ser muy conocido en España por ser una asidua (junto con Gunilla von Bismark, Jaime de Mora y Aragón o la princesa Soraya) de las fiestas que organizaba Alfonso de Hohenlohe, creador del elitista Marbella Club y donde se daba cita la jet-set internacional del momento.
Por entonces, se hablaba sobre su posible boda con Rainiero de Mónaco, a quien acompañaba a importantes eventos, "pero no me casé con él porque sustituir a Grace Kelly era prácticamente imposible y él estaba obsesionado con los problemas de sus hijos", afirmó Ira en una ocasión.
Su hijo mayor murió en una cárcel de Tailandia

Hubertus
Si hasta ese momento Ira había tenido romances con hombres mayores que ella, una vez cumplidos los 50 empezó a codearse con hombres más jóvenes, como el banquero Cesare Canavesio, 20 años menor, pero tampoco esas relaciones llegaron a darle la estabilidad afectiva.
Con fama y dinero, a mediados de los 90 decidió invertir su tiempo como diseñadora de joyas y objetos de arte. Fue justamente en la presentación de una colección de sus joyas, en el verano del 2006, cuando se enteró de que su hijo Kiko, que había viajado a Tailandia para seguir una draconiana dieta de adelgazamiento, estaba detenido en una cárcel tailandesa por falsificar su visado de turista.

A los pocos días, la princesa recibió la noticia de que su primogénito había fallecido por una septicemia complicada con su diabetes. Aquel dolor se sumó al de la muerte, tres años antes, de Alfonso de Hohenlohe.
En los últimos tiempos, Ira redujo al máximo su vida social y ya no era una asidua de las fiestas, pero eso no le impedió celebrar su 70° cumpleaños rodeada de su familia (además de su hijo Hubertus, tenía muy buena relación con las otras dos hijas que tuvo Alfonso de Hohenlohe, Arriana y Desirée) y sus amigos.
Esos, seguramente, recordarán, ahora que ha fallecido, algo que Ira siempre sostenía: "El encanto de una mujer no está en su belleza y la juventud, sino en vivir con alegría".