Lolita cumple 62 años: desvelamos sus secretos mejor guardados
Las penas quedaron atrás y ahora la artista brilla
Fuerte, poderosa, artista de los pies a la cabeza, orgullosísima madre y abuela. Así es Lolita, a la que también le ha tocado cumplir años confinada. Ella sopla hoy 62 años con toda la energía positiva que la caracteriza. Nos ha emocionado muchísimo compartiendo este texto en el que demuestra las muchísimas ganas que tiene de seguir disfrutando de la vida y de reunirse con los suyos cuando todo esto acabe:
Una mujer muy sensible que ha tenido que superar durísimos momentos
Detrás de la imagen de persona fuerte que proyecta Lolita, se esconde una persona extremadamente sensible y sufridora que lo ha pasado muy mal en la vida. Perdió a su madre y a su hermano en el lapso de dos semanas, justo en la época en la que se estaba separando del padre de sus dos hijos.
Desde niña, Lolita tuvo claro que lo suyo era el artisteo. Y no porque le apasionase ese mundo, sino porque había nacido en él y era parte de su destino. Empezó a cantar en inglés con unos 12 años y recuerda que su padre, quien siempre fue muy aficionado a las juergas, la despertaba de madrugada y la ponía a cantar delante de amigos como Paco de Lucía, Audrey Hepburn o Yul Brynner para presumir de artista. Y eso que ella ni siquiera se planteaba lo de ser cantante profesional.
La primera vez que Lolita subió a un escenario fue en la localidad coruñesa de Val. Antes de empezar se tomó dos optalidones y un whisky con limón. Fue el día de la famosa anécdota de la pestaña postiza que tantas veces ha contado, cuando, en plena actuación junto a Lola Flores, se le quedó pegada una pestaña postiza mientras cantaba "Amor, amor" y se pasó las siguientes cuatro canciones con el ojo medio cerrado intentando quitársela.
La fama dio pie a que conociese a otros artistas como José Luis Perales. De él le cautivó su extraordinario sentido del humor y pronto, esa atracción se convirtió en algo más. Pero sólo para Lolita, porque el intérprete de “Y cómo es él” ya salía por aquel entonces con la que luego sería su mujer. El tiempo pasó para los dos y cada cual siguió su camino, pero siempre hubo algo especial entre ellos y seguro que Perales aún recuerda aquella memorable borrachera que ambos cogieron en México, tiempo después, cuando les dieron las tantas de la madrugada entre tequilas y mariachis...
Uno de los romances más sonados de Lolita fue con el torero Francisco Rivera
Lolita reconoce que estaba tan obnubilada por Francisco Rivera y por su sonrisa “en tecnicolor” que le aguantó varios escarceos y hasta que le enseñase fotos de las chicas a las que se ligaba estando con ella. Y asegura que todo aquello lo soportaba porque estaba enamorada de aquel hombre hasta las trancas. Empezaron a salir cuando Carmen Ordóñez y él ya estaban separados y Lolita se enorgullece al recordar que, cuando su amiga supo que salía con su ex, le dijo algo así como que bendecía aquella unión porque sus hijos –Fran y Cayetano– no podrían estar en mejores manos que en las suyas.
Era feliz hasta que, un año y medio después de iniciar su romance con el diestro, él la llamó, riéndose, y le dijo que estaba saliendo con Isabel Pantoja. Poco después, Loli y él se vieron en Madrid y Paco, cultivando una vez más su fama de mujeriego, la invitó a irse con él a Logroño. También a la Pantoja intentó hacerle el doble juego, pero Lolita ya estaba cansada y dijo no. Quizá eso la “salvó” de convertirse, poco después, en la viuda de España.
La cantante lo pasó fatal. Es lo que tiene el mal de amores. Y su madre, que lo vivió tan de cerca, se cobró su pequeña venganza poco después. Esperó al anuncio de boda entre Paquirri y la Pantoja y entonces puso fecha a la de su hija: una semana antes. Quería que los invitados fuesen a aquella boda con las revistas de la celebración de la suya debajo del brazo.
Las muertes de su madre y su hermano lo cambiaron todo para siempre
Lolita también amaba, aunque en otro sentido, a su madre y a su hermano. Los quería como a nadie en el mundo y sus muertes, en 1995, la dejaron sin aliento. Primero fue la gran Lola Flores, aquejada de un cáncer de mama con el que luchaba desde 1972.
Nada más morir la Faraona, Lolita recuerda que sonó el teléfono y lo cogió ella. Era su amigo Joan Manuel Serrat, que le recordaba que su madre ya no estaba y que su hermano, aquel niño grande que siempre dependió de ella, podía estar herido de muerte. Fue como si intuyera lo que a Antonio le estaba pasando por dentro. Se recluyó en su cabaña, dejó de comer y nada ni nadie logró hacerle volver a la realidad porque él sólo quería seguir estando al lado de su madre. Y, si eso significaba morir... moriría.
Lolita hizo entonces de tripas corazón y organizó el segundo entierro de un ser querido en sólo 15 días. Y aguantó como pudo hasta que, poco después, estalló. Literalmente. Lolita se pasó los dos siguientes años de su vida en una especie de limbo a la que sólo sus hijos aportaban un rayo de cordura. Los despertaba por las mañanas, los vestía, les daba la comida, los bañaba..., pero cuando se iban con su padre, se transformaba por completo, según ella misma confiesa.
Probó todo tipo de drogas excepto el LSD y la heroína, y se dio al alcohol. Se encerraba en casa con una botella de whisky, y aquellas copas, las lágrimas y la música de Moncho se convertían en su mundo particular hasta bien entrada la mañana, cuando su padre, sumido en una tristeza que acabaría con su vida cuatro años después, le recordaba que Moncho sonaba igual de bien a media tarde.
Afortunadamente, atrás quedan todos estos durísimos momentos. Ahora Lolita disfruta al máximo de sus proyectos profesionales, entre los que destaca su divertidísimo papel como jurado de tu cara me suena. Además, es una abuela a la que se le cae la baba con el pequeño Noa, bebito de su hija Elena Furiase.