Juan Tamariz: la interesante vida del gran mago a sus 80 años
Ha cumplido 80 años este prestidigitador madrileño, que está considerado el rey de la baraja gracias a sus increíbles trucos con los naipes, pero también triunfó por su humor, sus pintas de sabio despistado y sus apariciones en la pequeña pantalla
Juan Manuel Tamariz-Martel Negrón nació el 18 de octubre de 1942 en Madrid, aunque siempre se ha sentido como si fuera de Écija, la localidad sevillana de la que era su padre, Julio Tamariz-Martel Fabre, militar de profesión. Su madre, María del Consuelo Negrón de las Cuevas, nació en Algeciras (Cádiz).
El gusanillo de la magia ya estaba instalado en su cadena genética porque su tío abuelo, el marqués Luis Negrón, se había ganado fama de buen ilusionista en la Andalucía de principios del siglo XX. También era conocido por sus antológicas juergas y su afición al juego, que le llevaron a dilapidar las fortunas de sus dos sucesivas y ricas esposas.
Juan tenía 4 años cuando sus padres lo llevaron a ver el espectáculo de un mago que, según ha contado, "si le decías un día de un mes de cualquier año, te adivinaba qué día de la semana era".
Actuó por primera vez a los 12 años
Le fascinó tanto que ese mismo año los Reyes Magos le trajeron el juego Magia Borrás. A partir de entonces, aprovechaba siempre que podía para hacer los trucos que había aprendido. Sus primos huían de él cuando le veían porque se repetía más que el ajo, hasta que un amigo le regaló un libro del padre Wenceslao Ciuró, a los 10 años, y amplió el repertorio.
Estudiante en un colegio de jesuitas del que guarda mal recuerdo, su primera actuación fue en Suances, a los 12 años. En este pueblo santanderino se celebraba una fiesta benéfica donde actuaban los niños y él subió a hacer sus juegos de magia. Según explicó en una entrevista, fue una actuación desastrosa por motivos ajenos a él, pero le sirvió para estrenarse y darse cuenta de que, además de los trucos, podía hacer reír al público. Después de aquello, empezó a leer libros de magia, se compró sus primeros artilugios de prestidigitador y quiso ingresar en la Sociedad Española de Ilusionismo (SEI), que, en su imaginación, era un lugar tan encantado como una convención de druidas.
Mago, payaso y titiritero
En el SEI, con 16 años, lo rechazaron porque sólo admitían alumnos a partir de los 20. Dos años después, volvió a presentarse. Mintió sobre su edad para poder mostrarle al tribunal lo que sabía hacer con las cartas. Se quedaron tan asombrados, que admitieron a aquel estrafalario muchacho con gafas de culo de vaso y melena.
Estando en la SEI, Tamariz conoció a Juan Antón, con el que montó el famoso número "Los mancos", en el que los dos actuaban con una sola mano. También conoció al que considera su maestro, Arturo de Ascanio, y, paralelamente, empezó a trabajar de payaso y titiritero, lo que le daría mucha más desenvoltura en el escenario.
A la vez, estudió Ciencias Físicas, pero sólo llegó al cuarto año de carrera porque se cambió a la Escuela Oficial de Cine, donde Tamariz dirigió como estudiante dos cortometrajes: "Muerte SA" (1967) y "El espíritu" (1969), en el que Carmen Maura hizo su primera aparición como actriz. No llegó a graduarse como director porque la entidad fue clausurada en 1970 por motivos políticos, ya que el régimen franquista la veía como un "nido de rojos".
Cuatro hijos de dos matrimonios
Tras el cierre, se centró en la magia y él y otros compañeros ilusionistas crearon la Escuela Mágica de Madrid. Para entonces, estaba casado con Purificación Nirêlis, enfermera con la que tuvo dos hijas: Mónica, lingüista en la Universidad de Edimburgo, y Ana, que años después seguiría los pasos artísticos de su padre.
En el 2008, ya separado, se casó con la colombiana Consuelo Lorgia, también maga y con la que ha tenido dos hijos: Alicia y Juan Diego.
Ferviente admirador del mago vienés Johann Nepomuk Hofzinser y del ilusionista madrileño José Frakson y curtido por numerosas actuaciones en los bares de la movida madrileña, dio el salto definitivo a la gloria en su profesión en 1973 al ganar el Premio Mundial de Cartomagia en un congreso en Francia. Lo hizo con el truco "El número de París", donde mezclaba cartomagia, numismagia, transformaciones y desapariciones con grandes dosis de humor y tocaba música con una armónica. "Lo más grande que yo he visto en magia", escribió Ascanio.
Cuando le han dicho que es uno de los mejores magos de la historia, él dice, socarrón y con sus pintas de sabio despistado: "No sé si de los mejores, pero sí el más elegante".
Paralelamente a sus espectáculos en teatros tanto dentro como fuera de España, Juan Tamariz hizo carrera en televisión. Debutó en la pequeña pantalla en 1961 y, años más tarde, apareció asiduamente en "Buenas tardes", programa de Raúl Matas.
En 1976 presentó, con Julio Carabias, un espacio de prestidigitación: "Tiempo de magia". Ese mismo año puso a prueba sus dotes como intérprete metiéndose en la piel de Don Estrecho, uno de los Tacañones que acompañaban a don Cicuta en el concurso "Un, dos, tres… responda otra vez".
Un noctámbulo empedernido
Estuvo un año para, en febrero de 1977, incorporarse al espacio "El recreo", donde dejaba boquiabiertos a los más pequeños. Su expresión más famosa ha sido: "Tacháaaannn". Luego, ya como ilusionista, volvió a salir en el "Un, dos, tres…".
En 1992, dirigió y presentó "Chan ta ta chan", programa televisivo donde aparecía con chistera, pelo revuelto y violín y que alcanzó altos índices de audiencia en las cadenas autonómicas. También participó en el programa radiofónico "No somos nadie", durante la etapa en la que lo presentó Pablo Motos, gran amigo personal del mago.
Gran amante de la música y la lectura, Tamariz, cuyos trucos son estudiados en facultades de EEUU y que es un noctámbulo empedernido, ha escrito numerosos artículos y libros sobre magia. Además de estar considerado como el mejor mago de cartas del mundo, es un erudito sobre la historia de la magia gracias a los 1.200 títulos que tiene sobre la materia en su biblioteca.
Cumplidos los 80 y viviendo a caballo entre Madrid y Cádiz, asegura que no se jubilará mientras siga disfrutando con su trabajo.