Mario Vargas Llosa recrea en un cuento su historia con Isabel Preysler
En el cuento de Mario Vargas Llosa 'Los vientos', que fue escrito hace dos años, ya auguraba el final de su relación con Isabel Preysler
Una imagen de archivo, de los años 80, de Mario, con su entonces esposa, Patricia, y una jovencísima Isabel Preysler.
A través del relato, de Mario Vargas Llosa, que acaba de publicarse completo en un medio digital y está narrado en primera persona por un hombre de edad avanzada –Mario tiene 86 años–, que vive en la calle de Flora, de Madrid –como el peruano–, descubrimos referencias, algunas muy claras y otras no tanto, a algunos aspectos de la vida real del escritor. Desde sus opiniones acerca del mundo actual, hasta su relación con Isabel Preysler y su separación de Patricia Llosa.
Y es que es imposible no leer en clave biográfica las referencias a su separación. Primero, porque la mujer abandonada se llama Carmencita y su exmujer en la vida real se llama Carmen Patricia (aunque la llaman Patricia sin más), y segundo, porque si eso es cierto, entonces, la mujer por la que puso el punto final a su matrimonio debe de ser Isabel Preysler.
“Por hacer lo que hice mi vida se reventó y nunca más fui feliz”
Isabel Preysler y Mario Vargas Llosa estuvieron juntos 8 años
“Todas las noches, parece mentira, desde que cometí la locura de abandonarla pienso en ella y me asaltan los remordimientos. Creo que solo una cosa hice mal en la vida: abandonar a Carmencita por una mujer que no valía la pena”, escribe Llosa.
Más adelante, añade: “Ya me olvidé del nombre de aquella mujer por la que abandoné a Carmencita; volverá a mi memoria, sin duda, aunque, si no volviera, tampoco me importaría. Nunca la quise. Fue un enamoramiento violento y pasajero, una de esas locuras que revientan una vida. Por hacer lo que hice, mi vida se reventó y ya nunca más fui feliz”.
Y para acabar de reflexionar acerca de esa aventura amorosa dice algo que le hemos escuchado explicar tras el anuncio del final de su relación con Isabel después de casi ocho años juntos. “Fue un enamoramiento de la pichula, no del corazón. De esa pichula que ahora ya no me sirve para nada, salvo para hacer pipí”.
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