Roger Federer: los 41 años de una gran leyenda del tenis
Tras una larguísima y exitosa carrera, en la que ha ganado 20 Grand Slams, el deportista suizo se ha retirado como uno de los jugadores más importantes de la historia del tenis disputando su último partido al lado de Rafa Nadal, su rival por excelencia
Roger Federer nació el 8 de agosto de 1981 en Binningen, pequeña localidad cercana a Basilea (Suiza). Segundo de los dos hijos de la sudafricana Lynette y el suizo Robert Federer, él y su hermana, Diana, crecieron en un hogar acomodado, ya que la pareja se ganaba bien la vida como representantes de los laboratorios farmacéuticos Ciba-Geigy (Novartis).
Aficionado a los deportes, Roger practicó desde pequeño baloncesto, bádminton, pingpong, skate e incluso fútbol en las categorías inferiores del FC Basel, aunque finalmente optaría por el tenis.
Había cogido su primera raqueta con 4 años y practicaba obsesivamente dando golpes a la pelota contra la puerta del garaje, pero su verdadera pasión por este deporte empezó en 1989, cuando vio por televisión la final de Wimbledon que ganó Boris Becker. Se quedó tan flipado que, desde entonces, empezó a mirar tenis a todas horas. El jugador Goran Ivanisevic se convirtió en su ídolo y, con 10 años, empezó a entrenar en el Club de Tenis Old Boys con Adolf Kacavsky, quien enseguida vio que aquel niño tenía un talento innato y brutal para golpear la bola y convenció a sus padres para que, a medias con el club, le costeasen clases particulares. Accedieron, aunque sin entusiasmo.
Un adolescente de carácter difícil
Hay quienes dicen que parte de la grandeza de Federer se gestó en el escaso apoyo que, en un principio, recibió de sus progenitores, que llevaban fatal las malas maneras que exhibía su hijo cuando perdía. "Me enfadaba y lanzaba la raqueta contra la red, aunque con cuidado para que no se rompiera porque costaba mucho dinero y mis padres se hubieran puesto furiosos. Más de una vez se fueron antes de acabar el partido", recuerda.
Reclutado a los 14 años por la escuela Ecublens, abandonó Suiza para irse a vivir a Francia. Reservado, siempre malhumorado y con problemas para hablar en francés, su continua indisciplina le valió muchos castigos. Uno de los más comunes, era que tuviera que ir a las 7 de la mañana a las pistas para hacer limpieza.
Aunque conseguía éxitos como junior, sus emociones a flor de piel seguían siendo un gran problema para su carrera. "Mis rivales creían que les bastaba con responder a mis golpes porque, al final, cometería algún error de principiante. Así que me esforcé en crear un aura de invencibilidad, de jugador correoso, duro de pelar", ha dicho de sus inicios. Si quería llegar a algo en el competitivo y difícil circuito profesional tenía que cambiar en lo personal. "No podía convertirme en un jugador de hielo. Yo necesito fuego, diversión, pasión, vivir un torbellino, pero de una manera manejable. Si soy puro fuego, termino por volverme loco. Me llevó dos años comprenderlo. El proceso fue largo", explica. Y lo consiguió.
Federer debutó en Wimbledon en julio de 1999, aunque su bautismo en un Major se había registrado un mes antes, en la arcilla de Roland Garros. En el veloz césped del torneo londinense, el suizo ganó su primer encuentro en el 2001, cuando con su tenis delicado, técnico y elegante venció al norteamericano Pete Sampras.
Pero su definitivo salto a la fama fue en el 2003, cuando obtuvo la primera de sus cinco copas seguidas en Wimbledon, donde sería ocho veces vencedor. Para entonces, Roger estaba emparejado con la eslovaca Mirka Vavrinec, una prometedora tenista tres años mayor que él a la que había conocido en los Juegos Olímpicos. "Ella entrenaba cinco o seis horas seguidas, era todo voluntad y me enseñó cómo tenía que trabajar", ha dicho Federer, de la que es su esposa y madre de sus cuatro hijos: dos gemelas, Myla Rose y Charlene Riva, nacidas el 23 de julio del 2009, y otros dos gemelos, Leo y Lenny, de mayo del 2014.
Mirka, figura crucial
Mirka, que dejó su carrera deportiva en el 2002 por las lesiones y se convirtió en su representante, ha sido una figura crucial en el triunfo del suizo, ya que entiende los sacrificios que ha tenido que hacer Federer a lo largo de su trayectoria.
Las duras lágrimas ante una derrota
Una carrera absolutamente irrepetible, en la que ha conseguido 20 Grand Slams y en la que ha vivido momentos tan intensos como sus lágrimas cuando perdió el Open de Australia del 2009 ante Rafael Nadal, su rival por antonomasia. "Cuando pierdes una final, lo normal es que te marches de la pista y te pongas a llorar en el vestuario para liberar la tensión, pero esa vez no pude contenerme", ha explicado de aquel partido épico con el que ha sido uno de sus mejores amigos en el circuito junto con su compatriota Stan Wawrika. No son los únicos porque, si algo ha logrado Federer en sus casi 30 años de profesional, ha sido dominar su carácter y convertirse en alguien modélico. Se lleva bien con todo el mundo.
Pero, tras una lesión a principios del 2020 que le hizo pasar tres veces por quirófano, Federer decidió que debía decir adiós, con 41 años. "Es el momento adecuado, no tenía sentido continuar", han asegurado en la prensa suiza, recalcando que Roger intentó recuperar su rodilla pero sabía que ya nunca iba a estar al nivel que él considera mínimo para seguir su carrera.
"El tenis me ha tratado de manera más generosa de lo que nunca soñé y es hora de poner punto final", dijo en un vídeo que colgó en redes.
Fuera de las canchas, el que algunos consideran como el mejor tenista de toda la historia podrá dedicar más tiempo a su familia, a diseñar zapatillas para su propia marca y a los proyectos de la fundación que sufraga con parte de su gran fortuna, ganada como jugador y como imagen comercial de muchas marcas.